lunes, 23 de diciembre de 2013

O SOMOS INTERNACIONALISTAS O NO SEREMOS

El internacionalismo es una de las características inherentes a la socialdemocracia que menos suele ser citada en los artículos y ensayos sobre la misma. La igualdad de oportunidades y la lucha a favor de los más débiles, junto con la búsqueda de la justicia social y la defensa del Estado del Bienestar, encabezan el catálogo de nuestros objetivos. Sin embargo, pocas veces profundizamos en la importancia transversal del primero, cuyo abandono o dejadez deja cojos a los restantes cuando no directamente inalcanzables. 

Ahora que conocemos los estragos que produce la globalización entendida desde una perspectiva únicamente neoliberal, somos capaces de señalar los males del capitalismo y del libre mercado sin controles de tipo alguno o insuficientes. 

Sabemos perfectamente que la exagerada prosperidad de las grandes corporaciones se asienta desde hace más de 40 años en la explotación laboral que llevan a cabo en países con escasa o nula protección a los trabajadores. Hemos sido informados de que la obtención de materias primas se produce en entornos en los que la existencia de una legislación medioambiental es poco menos que una broma. Tenemos constancia de que las trampas y manipulaciones del mundo financiero son posibles por la falta de una mejor regulación internacional en la materia. 



Sin embargo, aún con la certeza de que todos los males y consecuencias que denunciamos tienen una dimensión internacional, somos incapaces desde la socialdemocracia de dar una respuesta unitaria y equivalente al respecto.

Los motivos son varios, algunos de ellos perfectamente visibles en el entorno de la UE. Ante una legislación que elimina requisitos, trabas, impedimentos y demás obstáculos para los objetivos de las grandes empresas, los socialistas europeos no hemos podido enarbolar un discurso y un programa que ataque realmente los problemas citados desde una visión global. Antes de ser socialdemócratas somos españoles, alemanes, italianos o franceses. 

Mientras, los partidos políticos neoliberales no deben preocuparse por una cuestión que resolvieron hace mucho tiempo cuando comprendieron que los intereses del capital y los suyos convergían independientemente de Estados, religiones o diferencias estéticas.

¿Dónde está el programa de objetivos irrenunciables de todos los socialistas europeos que ponga fin a los abusos que hemos podido observar en los últimos años del sector financiero? ¿Existe consenso para la creación de una agencia de calificación de deuda europea pública? ¿Hay acuerdos que comprendan una armonización fiscal que impida que entre los propios miembros de la UE haya deslealtades fiscales que impidan llevar adelante políticas sociales? ¿Sabemos siquiera cuál es el porcentaje que estimamos como aplicable en una hipotética implantación de la Tasa Tobin?

Naturalmente, nuestro trabajo político no se limita a nuestro entorno europeo. Más bien eso debería ser únicamente el principio. Porque ante la proliferación del modelo chino en el que conviven sin dificultad los peores rasgos de una dictadura comunista, con los abusos clásicos del capitalismo salvaje, debemos ser capaces de ofrecer una respuesta legislativa que ponga fin al desarrollo de un prototipo de Estado que es incompatible con la democracia y el enemigo acérrimo del concepto de socialdemocracia. 



La respuesta legislativa, naturalmente, tiene que ir encaminada no solamente a sanciones o restricciones comerciales en el ámbito económico a los citados países, sino que debemos comenzar barriendo en nuestra propia casa: obligando a las grandes empresas occidentales al cumplimiento de requisitos laborales similares a los de nuestro entorno para la contratación de personal en otros países. La complejidad técnica de la medida no es insalvable, desde el momento en que toda la normativa laboral de la OIT y demás convenios laborales universales, hacen referencia a esta cuestión. Se trataría de que el cumplimiento de dichas medidas tuviera un carácter imperativo y de que se discriminara a los países que se negaran a su suscripción.

Lo mismo debe suceder en cuanto a la legislación medioambiental o financiera. Solamente desde una óptica internacionalista se pueden remediar los males que surgen desde ambos ámbitos. 

Porque parece que todavía no hemos comprendido o, mejor dicho, hemos olvidado que los obreros de nuestros días, son no solamente quienes en nuestros respectivos Estados sufren con mayor vehemencia las injusticias sociales y las desigualdades que estas generan. Lo son los de todos los países del mundo porque los objetivos que perseguimos son universales, al estar dirigidos a todas las personas que pueblan este planeta, como seres humanos. 

Difícilmente podemos afirmarnos como socialistas si creemos que el problema a los males del mundo acaba en nuestras fronteras territoriales. No se trata de hombres ni mujeres; de españoles o catalanes; de cristianos o musulmanes: se trata de derechos y personas y en ese objetivo no hay fronteras, géneros, religiones e identidades que valgan más que la de la pertenencia a un mismo lugar y objetivo común.

Por ese motivo, vuelvo a exponer en este espacio que en las próximas elecciones europeas tenemos una oportunidad de poner los cimientos necesarios para que la obtención de estos objetivos comience a ser una realidad y no solamente un mero enunciado de ideas, como también lo son las mías ahora mismo.

Como cito en el texto que titula este artículo, o comenzamos a luchar por conseguir los fines que perseguimos desde una perspectiva global, desde una visión internacionalista, o no seremos. Ni socialdemócratas, ni nada.

martes, 19 de noviembre de 2013

SOBRE EL (EUFEMISMO) "DERECHO A DECIDIR"

Hace ahora unos días, el diario El País publicó un artículo que firmaban Joan March y Antoni Garcías. El contenido del mismo resulta más que interesante por la aproximación que realiza a la posible modificación del texto constitucional para el encaje del denominado eufemísticamente "derecho a decidir" (primera y última vez que utilizo el término en este texto) así como la implantación de un Estado federal en la estructura institucional de España. Sin embargo, hay ciertos aspectos de su contenido que me generaron dudas de diversa índole, así que escribí al primero de ellos exponiéndole las mismas. Finalmente, he decidido reflejarlas aquí con el ánimo de añadir mi opinión particular a este debate que tanto espacio ocupa en los medios y las conversaciones. 

Entrando ya en materia, el artículo señala, entre otras cuestiones: 

"Un partido como el PSOE, con más de 100 años defendiendo la democracia como el mejor sistema de gobierno, no puede estar en contra del “derecho a decidir” escudándose en preceptos constitucionales. Defender tal postura bajo el amparo del contrato social por el que un individuo o un grupo de ellos restan vinculados a una estructura política es pervertir la esencia del propio contrato que se centra en la voluntad manifiesta de las partes."

“(…) el requisito indispensable de todo sistema democrático es el de fundamentar la legitimidad de cada decisión en la voluntad de los propios sujetos sometidos a la misma.

Por tanto, si en un determinado territorio, un número importante de ciudadanos que lo habitan manifiestan que quieren poder decidir sobre si este territorio debe seguir políticamente unido a otros, no hay ninguna razón para que una persona que se considere demócrata se pueda oponer frontalmente a que estos ciudadanos puedan expresar libremente su voluntad.

Entiendo como válida la figura ilustrativa del contrato que une a los ciudadanos con el Estado al “firmar” (comprendido así el voto afirmativo) la Constitución española de 1978, que sería el contrato propiamente dicho. Como bien razonan o argumentan quienes suscriben el contenido, las partes tienen el derecho legítimo a poder desvincularse cuando así lo consideren oportuno de las obligaciones contractuales que les unen. No tengo nada que objetar en este sentido.



Sin embargo, mi escepticismo viene dado por lo que debe entenderse como parte o partes de esta relación contractual. Una de esas partes, creo que no hay discusión al respecto, sería el Estado. Es la otra la que me genera dudas respecto a su consideración. Porque ¿Debemos entender a los ciudadanos como parte en su conjunto global, representantes de todos los españoles cuando votaron en el referéndum del 6 de diciembre de 1978? ¿O debemos entender a los ciudadanos como “partes individuales”, porque únicamente se representaban a sí mismos al ejercer su derecho individual e intransferible a votar? Lo que sí tengo claro es que ninguno de ellos representaba solamente a Cataluña o Baleares o cualquier otra comunidad autónoma como persona jurídica con capacidad para contratar.

En mi opinión, la segunda opción, la de que los ciudadanos son partes individuales resulta menos apropiada por varios motivos. Si seguimos utilizando la metáfora contractual solamente aquellos que ejercieron su derecho a votar como individuos independientes y “no conectados socialmente” y que, en consecuencia, quedaron vinculados estarían legitimados ahora para desvincularse. Eso sería en detrimento de aquellos que no votaron porque no quisieron o pudieron hacerlo ese día.

Con esta argumentación, tampoco las generaciones que han nacido posteriormente  o que no eran mayores de edad en aquel entonces estarían obligadas contractualmente al no haber rubricado con su voto el texto constitucional, por ejemplo.

Así pues, la primera opción, la de que los ciudadanos que pudieron votar representaban de algún modo a todos los españoles de forma genérica, sin restricciones de edad o de vinculación "voto= firma de contrato", creo que se ajusta más a la realidad jurídica y al alcance de la Constitución. Así lo establece en su artículo 9.1, al utilizar la denominación genérica y global de “ciudadanos” sin cláusulas específicas de discriminación:

Los ciudadanos y los poderes públicos están sujetos a la Constitución y al resto del ordenamiento jurídico.”

Pues bien, comprendiendo a la parte que representan los ciudadanos de tal forma, como ente global, considero que un conjunto de ciudadanos españoles como son aquellos catalanes que desearan desvincularse del Estado español, no representan a la totalidad de la ciudadanía que es quien sí tiene, en mi opinión, la plena legitimidad para expresar su voluntad sobre si se efectúan los cambios constitucionales que permitan la desafectación de Cataluña o cualquier otra región de España. Una "parte" de LA PARTE no puede hacer acopio de toda la capacidad de desvinculación o vinculación que le corresponde a esta última. 

Argumentar, por ejemplo, que ciudadanos de Cataluña que pueden constituir una mayoría pueden desvincularse (siguiendo las reglas del Estado de Derecho) del resto de España porque su superioridad cuantitativa en un territorio concreto que no es un ente soberano así lo legitima, supone abrir la puerta a que los ciudadanos de Girona o Lleida, por ejemplo, puedan hacerlo del resto de Cataluña basándose en las mismas justificaciones.

Así pues, solamente veo dos vías u opciones para poder introducir el derecho a que los ciudadanos puedan mediante referéndums decidir sobre la desvinculación de sus territorios del resto del Estado, sin perjuicio de los límites o acotaciones que deberían introducirse sobre el alcance de la palabra “territorio”.

La primera sería que se acometiera la reforma del texto constitucional a través del artículo 168 con todo lo que ello conlleva, es decir: que haya un consenso previo de dos tercios de cada cámara y se proceda a la disolución de las Cortes, para que tras unas elecciones la votación del nuevo texto sea aprobada por dos tercios de ambas cámaras de nuevo y, finalmente, sometida a referéndum en todo el territorio nacional.


La segunda, sería la que plantea el texto de los dos autores respecto a la cesión de la competencia comprendida en el artículo 149.1.32ª de la Constitución. Pero no considero que su cesión fuera tan sencilla en un principio: el referéndum es una de las competencias exclusivas del Estado que figura citada de manera expresa en la Constitución española. Por lo tanto, deja muy poco margen a la interpretación de dicho precepto. No se trata, pues, de una de las competencias a las que alude el 149.3 y, por ello, requiere de una Ley Orgánica de transferencia y delegación, tal y como dispone el artículo 150.2 del texto constitucional.


La aprobación de leyes orgánicas requiere de mayoría absoluta en el Congreso de los Diputados, tal y como establece la propia Constitución en el artículo 81.2. Eso nos sitúa de nuevo en la necesidad de un consenso mayoritario de las fuerzas que componen el hemiciclo, o bien que el partido que tuviera mayoría absoluta hubiera propuesto electoralmente la citada delegación de esta competencia concreta y con este objeto. En tal caso tengo mis más que serias dudas de que la obtuviera.


Lo que sí tengo muy claro que es en una cuestión tan sumamente delicada como ésta, no podemos buscar atajos ni soluciones a medias. Cualquier reforma en tal sentido pasa, en mi opinión y por lo ya expresado, porque haya un consenso mayoritario de toda la sociedad española que se vea refrendado en un plebiscito electoral y, posteriormente, se lleven a cabo las modificaciones legales correspondientes para poder ejecutarlo, si esa resulta la opción votada por la mayor parte de los ciudadanos.

No me opongo de manera frontal a que pueda introducirse en nuestro ordenamiento jurídico el derecho a la autodeterminación de una región o comunidad autónoma de España. Como señalan correctamente, a mi juicio, los autores nadie con sensibilidad democrática puede oponerse a tal posibilidad si se confirma que existe una mayoría social que así lo desea. 

Pero la primera regla inquebrantable de una sensibilidad democrática debe ser el cumplimiento de la legalidad para conseguir los objetivos que se persiguen. Si eso comporta un cambio de las normas, hágase, pero siempre siguiendo las reglas del juego y con pleno respecto y sometimiento al Estado de Derecho. 

lunes, 4 de noviembre de 2013

EL CREPÚSCULO DE LAS CONSOLAS TRADICIONALES

Nos encontramos en la antesala de la irrupción de una nueva hornada de consolas domésticas y si algo podemos ya afirmar, es que a medida que se suceden las evoluciones de éstas, sus capacidades extralúdicas adquieren tanto protagonismo como su función principal, esto es, jugar.

No se trata de algo pernicioso per se. A fin de cuentas, muchos de nosotros nos acercamos a este mundo gracias a los ordenadores de los 80 que nuestros padres compraron en su día “para ayudarnos a estudiar”, lo cual no deja de resultar bastante paradójico.

Además, no somos pocos quienes en las dos últimas generaciones (bueno, salvo que seas nintendero) hemos utilizado sin rubor nuestras consolas como aparatos de reproducción de audio y vídeo. En algunos casos con más asiduidad incluso que su cometido lúdico.

Soy plenamente consciente de que estas líneas constituyen una concesión a la nostalgia sin más finalidad que pasar un buen rato rememorando días ya pasados. Pero lo cierto es que no puedo evitar pensar que había algo mucho más bello, más poético, más auténtico, cuando las consolas servían únicamente para jugar.



Una de las características de aquellas máquinas es que, a diferencia de lo que sucede en la actualidad cuando su diseño ha adquirido una importancia irracional por varios motivos, su aspecto estaba plenamente condicionado por su funcionalidad. Así pues, su arquitectura externa nos muestra que fueron concebidas como artefactos sencillos y pensados para poder albergar sin problemas sus enormes cartuchos (pantagruélicos en el caso de la NES) sin importar en modo alguno su encaje estético en el salón de casa.

A fin de cuentas, por aquel entonces las consolas eran vistas como objetos tan marcianos por la mayor parte de la población que, en cierto modo, tenía sentido que su aspecto no estuviera encaminado a epatar. Además, su falta de funcionalidades al margen de jugar a videojuegos, hacía que su presencia cuando no eran utilizadas fuera tolerada con desagrado por las féminas que en aquellos años dictaban nuestras normas esenciales de convivencia, ergo nuestras madres (hasta su sustitución unos años más tarde por nuestras novias).

Sencillamente, para ellas no tenía sentido aquel trasto rectangular y feo con esos horribles cables por todas partes en el habitáculo donde tenían lugar las comidas familiares, el visionado de partidos de fútbol con nuestro progenitor y de “V”, por ejemplo, con todos los miembros de la casa.



Por otra parte, existe un aspecto que me llama enormemente la atención sobre las máquinas actuales. Y es que una parte no poco importante de sus capacidades están dedicadas a esas otras características que no están relacionadas con el uso de videojuegos. Así pues, sus sistemas operativos están configurados no para optimizar al máximo su rendimiento en potencia de juego, sino que deben ser lo suficientemente versátiles para poder llevar a cabo las otras actividades multimedia para las que han sido diseñadas, consumiendo algunas de ellas no pocos recursos. Así, su software interno requiere por su complejidad una dedicación importante de memoria que no puede ser utilizada para mover una mayor carga poligonal, por ejemplo.

Eso es algo que no sucedía en unos aparatos que estaban concebidos exclusivamente para jugar cuando, en aquel entonces, la separación entre el PC y las consolas era total y absoluta. Sistema operativo era sinónimo de ordenador y de otras opciones, además de poder usar videojuegos. En las consolas, incluso la pequeña cantidad de software que llevaban para poder ejecutar los juegos tenía su finalidad lúdica. Era inconcebible denominar a eso “sistema operativo” tal y como los conocemos.

Y no puedo evitar pensar que lo que apuntaba respecto a las consolas actuales es una concesión más a la fusión de conceptos, un sacrificio en detrimento de la belleza gráfica, de la búsqueda del realismo en los movimientos. La que era una de las principales ventajas del hardware de las consolas en cuanto a los ordenadores, su utilización casi exclusiva para los juegos, está desapareciendo por los mismos motivos que en sus principales rivales, sin tener a cambio la facilidad de actualización que sí siguen conservando los PC y que antaño equilibraba la batalla entre ambos.



La visualización más clara en este sentido se obtiene echando un vistazo a las arquitecturas de Xbox One y PS4: prácticamente ordenadores personales más optimizados para el juego. Quién sabe. Quizás Wii U sea la última consola en lo que hardware se refiere “auténtica”.

Tal vez el problema no es exclusivo del mundo de los videojuegos. Es posible que sea más bien una cuestión de falta de referentes claros en un mundo globalizado donde el objetivo principal es gustar a todos y llegar al máximo número de personas alcanzables. Algo comprensible, desde una perspectiva mercantilista, pero que resulta muy difícil de casar con el aspecto mágico y único que había caracterizado hasta el momento a las consolas que únicamente servían para jugar.

Es de una lógica aplastante: un objeto que solamente tiene un uso puede parecernos hoy en día obsoleto en un mundo en el que la gente utiliza su teléfono móvil hasta para nivelar cuadros pero, en aquel entonces, las consolas eran las propietarias absolutas de la diversión virtual de la casa.

La pregunta que me formulo es cómo recuerdo a la NES, la Mega Drive, la Sega Saturn y la PS1. La respuesta es contundente como un bate con clavos: jugando a ellas. Sin embargo, si pienso en PS2 el visionado de películas ya se cuela entre mis memorias y en el caso de PS3 debo añadir fotos con presentación mientras escucho música de fondo, vídeos a la carta, alquiler de películas, etc.

Supongo que hoy es imposible concebir una máquina que esté exclusivamente pensada para eso, para jugar. Imagino a los gurús de las compañías apretando las palmas de sus manos contra su cuero cabelludo, al contemplar el boceto de un ingeniero romántico y algo perdido que representa un aparato que no se ciñe a los patrones de diseño más vanguardistas; que no tiene otras utilidades más allá de introducirle un juego y ponerse a jugar de inmediato; que su arquitectura interna no tiene otro objetivo que mover el mayor número de polígonos posible, con el mejor sonido y a la máxima resolución.


La felicidad, la diversión, la sensación de evasión que permite jugar a un videojuego es sencilla de enunciar, pero difícil de conseguir. Probablemente responde a que la magia ya perdida reside en el silogismo de que aquello que miramos y no podemos ver es lo simple. O quizás no es así. Quizás la cuestión reside en que no es la tecnología la que ha perdido la capacidad de conseguir las cosas de un modo simple, sino que somos los hombres quienes la hemos extraviado y ahora necesitamos mucho más para conseguir lo que antes no necesitaba de tanto. 

martes, 29 de octubre de 2013

SOBRE LA IMPUTACIÓN DE CRISTINA DE BORBÓN

Ayer el diario El Mundo publicó una noticia según la cual, Cristina de Borbón y Grecia falsificó un documento con el objeto de evadir fiscalmente 12.000 €, dentro del marco del "Caso Nóos". La noticia es una auténtica bomba informativa por cuanto supone la antesala de la más que probable imputación de la susodicha.

Llevamos casi un año de tiras y aflojas entre la fiscalía y el juez instructor del caso sobre este asunto, en los que hemos podido escuchar todo tipo de argumentaciones a favor y en contra de que la hija de Juan Carlos de Borbón tenga que declarar (como imputada o no) en sede judicial. Algunas de ellas vertidas por la defensa de Diego Torres, el exsocio de Iñaki Urdangarín como, por ejemplo, que si la esposa del Sr. Torres figura como imputada por el mero hecho de aparecer su firma en los documentos de la empresa, por qué no debería estarlo también Cristina. Otras, consideran que debe demostrarse que ésta conocía los tejemanejes que estaba llevando a cabo su cónyuge como paso previo a su imputación.

 

Lo que es incuestionable es que la prudencia y la exigencia exhaustiva de garantías procesales están  presidiendo todos los pasos que se están dando en este intrincado juego ajedrecístico. No es para menos, pues se trata de la hija del Jefe del Estado que, para más señas, es monarca y que, por lo tanto, no puede atajarse la grave crisis institucional que acarrearía su imputación y/o posterior condena con una serie de dimisiones. Si su hija es condenada por la comisión de un delito, la situación en la que queda la institución de la Casa Real es de una delicadeza grotesca. 

A diferencia de lo que sucede con la figura del monarca, que establece el artículo 53.3 de la Constitución española que es inviolable y no sujeta a responsabilidad, no sucede lo mismo con el resto de miembros de su familia. Así pues, Cristina de Borbón no solo sería perfectamente responsable de la comisión de cualquier irregularidad o delito en que hubiera incurrido, sino que además ni siquiera se encuentra sujeta a aforamiento de ningún tipo como sí sucede con parlamentarios o miembros de la Administración de Justicia. 

Precisamente este hecho, que debería facilitar su declaración e hipotética imputación, es decir, que ante la Administración de Justicia se trata de una ciudadana más, es el que está torciendo las leyes y generando tensiones entre distintas facciones del mundo de la justicia y la política. Y es que, sin perjuicio de lo que establezcan las leyes, está resultando patente que no se trata de una ciudadana más. Al menos no para muchos actores de este particular sainete mediático/jurídico en el que nos encontramos.

Así pues, se está generando una paradoja ciertamente curiosa con toda la protección que desde diversas instancias del Estado se ha tratado de brindar a Cristina de Borbón en la tramitación de todo el procedimiento. Esta consiste en que se está evitando por tantos medios su imputación, se está dejando tan claro que solamente podría producirse ésta si se demuestra su relación directa y el conocimiento de los hechos, que en cuanto se produzca será poco menos que imposible no condenarla. 

La primera imputación del juez Castro fue recurrida por la fiscalía y dejada "en suspenso" hasta que no se llevara a cabo una investigación fiscal total por parte de Hacienda sobre las obligaciones tributarias de la infanta. En esas investigaciones exhaustivas provocadas por la propia protección  desplegada por la fiscalía, ha aparecido este documento que compromete enormemente su inocencia. 



Por otra parte, los seguimientos que al parecer están padeciendo tanto el juez instructor como el fiscal del caso, también son contraproducentes contra los intereses de la investigada. Porque independientemente de quien los haya ordenado, generan todo tipo de presiones innecesarias además de que permiten aventurar las hipótesis más inverosímiles sobre la figura que haya dictado la orden de hacerlo. Y, por último, a algunos nos genera la sensación de que, en realidad, se está tratando de evitar que se descubran asuntos más graves todavía que los que se están dilucidando, que no son poca cosa. 

En las próximas semanas, si no días, saldremos de dudas sobre si se imputa o no a Cristina de Borbón. Dudo mucho que entonces la fiscalía vuelva a oponerse a la misma y entonces comenzará el verdadero vía crucis para la Casa Real. 

Pero lo más grave de todo este asunto es que puede acabar afectando a la propia estabilidad del Estado porque si finalmente es declarada culpable de la comisión de un delito, está por ver cuál será la reacción del Jefe del Estado ante el hecho de que su hija y su yerno hayan sido condenados por hacer negocios ilícitos...por ser su hija y su yerno. Será el momento también de preguntarse qué sabía el propio Juan Carlos de Borbón cuando instó a su yerno a que dejara de lado esos negocios, por ejemplo. 

En cualquier caso, todo esto pone de manifiesto que las leyes sobre transparencia e información de nuestro país están completamente obsoletas, sin perjuicio de su reciente promulgación, así como que cuando se realizan esfuerzos descomunales con el objeto de evitar que suceda algo, lo que se acaba propiciando es que eso suceda por la propia inercia de acontecimientos que nosotros mismos hemos generado con nuestras acciones tendentes a evitarlo. 

Los amantes de Jean de la Fontaine deben frotarse las manos al recordar su frase: "Generalmente encontramos nuestro destino por los caminos que tomamos para evitarlo."


sábado, 10 de agosto de 2013

BERLUSCONI Y BÁRCENAS NO ESTÁN SOLOS

Silvio Berlusconi. El auténtico "Ecce hommo" de la política italiana. Incombustible, polémico, bufón, mediático, escandaloso, provocador, poderoso, corrupto, proxeneta. Se le han asignado todos esos calificativos y muchos más. Pero es indiscutible que este hombre peculiar ha sido el epicentro del terremoto continuo que es la sociedad italiana desde hace más de 20 años.

Ahora afronta una condena firme a 4 años de prisión por fraude fiscal en el "Proceso Mediaset", así como está pendiente de la resolución del recurso por la Corte Suprema italiana de la condena a 7 años de prisión e inhabilitación perpetua para ejercer cargos públicos por prostitución de menores y abuso de autoridad en el "Proceso Ruby". Pero "Il Cavaliere", con 76 años, no ingresará en prisión precisamente por su edad, la cual no le impide, paradójicamente, ser primer ministro en su país. 


Berlusconi es el hombre al que te encanta odiar. El monstruo que a todos nos gusta citar cuando queremos ponerle rostro al poder corrupto y desmedido de un dirigente. El ejemplo perfecto de lo que nunca debería ser un político: mentiroso, delincuente, grosero, machista, manipulador. Pero a menudo olvidamos que aún con todo su poder político, económico y mediático, Silvio Berlusconi es tan solo un hombre. Y que para alcanzar las cimas a las que él ha llegado, son necesarios muchos más. Miles. Cientos de miles. Millones.



Efectivamente, el principal agente de todos los males causados por su persona es él mismo, eso es indiscutible. Pero es materialmente imposible que un sujeto pueda conseguir todo lo que él ha acumulado sin la ayuda de otras personas.


La célebre frase de Edmund Burk encaja como anillo al dedo para comprender la trayectoria del ex primer ministro italiano. "Para que el mal triunfe, es necesario que algunos hombres buenos no hagan nada". Aunque en este supuesto, es más correcto afirmar que esos supuestos "hombres buenos" sí han hecho. Más bien diría que su participación ha sido muy activa en el caso de algunos.


Comenzando por los miembros de su coalición política El Pueblo de la Libertad. Naturalmente, Berlusconi no hubiera llegado hasta el gobierno italiano sin un partido (Forza Italia) y una coalición política a su servicio absoluto. Miles de personas, hombres y mujeres, jóvenes y ancianos trabajando para que su jefe consiguiera el poder y pudiera seguir ejerciéndolo a su particularísima manera. Naturalmente, debemos sumar también a todos aquellos que le han votado en las sucesivas ocasiones que se ha postulado para la presidencia.


Pero, al margen de algo tan obvio como lo apuntado anteriormente, también es conveniente hacer una reflexión respecto a todos aquellos que trabajan o han trabajado en sus medios de comunicación televisados, radiados o escritos. Cada vez que han acatado una orden de no publicar información sensible sobre sus desmanes; cada ocasión que han aceptado desviar la mirada hacia otro lado cuando la actualidad judicial acosaba al "patrone"; siempre que han permitido de manera consciente por acción u omisión que un velo de opacidad se alzara ante los ojos de todos los ciudadanos, estaban coadyuvando a que un sujeto de semejante calado pudiera caminar un paso más en su trayecto hacia el podio de la ignominia. 


Y así podríamos seguir con muchos otros: abogados, asesores fiscales y economistas que prestaban sus conocimientos para dilatar sus procedimientos judiciales; los que suministraban jóvenes ingenuas (o no) para sus bacanales; los que participaban en ellas y un largo etcétera.




Otro tanto sucede con Luís Bárcenas. Quien ha evadido millones de euros a una cuenta en Suiza ha sido él. Pero para que el ex tesorero del Partido Popular haya podido amasar semejante fortuna han sido necesarias muchas más personas. Los que lo sabían y aún sin participar de manera directa, callaban para que no peligraran sus cómodos puestos; los que (presuntamente) recibían su correspondiente sobresueldo y no preguntaban la procedencia del dinero; los que (presuntamente) lo entregaban a cambio de futuras recalificaciones y adjudicaciones de contratos; los que (presuntamente) desde asesorías fiscales y entidades financieras han contribuido a los movimientos de dinero sabiendo de su ilicitud. 


Y es que tendemos a pensar que la corrupción solamente alcanza a quien vemos después en las portadas de diarios y en las condenas de los fallos judiciales. Pero no es cierto. La corrupción implica a muchas más personas. A todo aquel que ante su hedionda presencia ha tenido en su mano hacer algo y la ha escondido o la ha preparado para recibir su correspondiente comisión. Porque quien no pelea ante la corrupción, acaba indefectiblemente formando parte de ella. Pero esos y esas no son visibles ante los ojos de los demás, aunque sí a los de su propia conciencia. 


Lo cual me lleva a pensar que eso explica la increíble solidez entre muchos de sus votantes de determinadas formaciones políticas ante la corrupción que las asola. Quizás porque la conciencia de éstos no les permite culpar o castigar a quienes tan solo son los ejecutores o cabezas visibles de un proceso en el que, de un modo u otro, han participado también. 

Y así, después, todos denigramos la corrupción que asoma en las alcantarillas de nuestra sociedad. Pero muchas veces, la condena conlleva, también, la penitencia propia. 



domingo, 21 de julio de 2013

CUANDO LA NUEVA POLÍTICA ES LA ANTIPOLÍTICA

"Desconfía de aquel que centra todos sus esfuerzos en tratar de convencerte que no es lo que en realidad es." Anónimo.

Cargar contra la política y los políticos, hoy en día, ofrece mucho rédito social. Si alguien desea ver aumentado su prestigio ante los medios de comunicación, en las redes sociales, o entre sus amistades, nada más sencillo que destrozar a un partido político o una persona que se dedica a tal actividad. 

Basta con echar un vistazo a las innumerables columnas, artículos, debates televisivos e invectivas en twitter y facebook contra los principales agentes de las escena política para comprobar que la afirmación es correcta.

Sin duda, nuestros propios errores han contribuido enormemente a generar el caldo de cultivo en el que nos estamos cocinando a fuego lento. Pero hay algo más. Al margen de que los ciudadanos están plenamente legitimados para criticar todo cuanto estimen conveniente, hay toda una algarabía de formaciones políticas que, a través de la crítica al sistema establecido, encuentran su propia manera de hacer política...criticando a la propia política. 


Sí, lo sé. El vocablo "política" acoge infinitas acepciones y, desde luego, son muchas las imperfecciones que asolan al actual sistema político vigente. Pero quiero realizar esta reflexión sobre algunos ejemplos de los que he citado, ya que considero que ilustran perfectamente las tremendas contradicciones del tiempo convulso que vivimos.


Sin ir más lejos, tenemos a la formación UPyD. La gran mayoría de sus propuestas, una vez agotada la lucha contra el terrorismo, se centran en "acabar con los privilegios de los políticos", "para la regeneración democrática", "acabar con el despilfarro" y similares. Nada que objetar, en un principio. Sin embargo, su cofundadora y portavoz en el Congreso de los Diputados, Rosa Díez, personifica muchas de las lacras contra las que dicen combatir desde su formación. 


A saber: a la provecta edad de 61 años, lleva más de 30 ocupando cargos políticos remunerados sin interrupción, salvo el breve lapso transcurrido entre su abandono del escaño europeo en 2007 hasta su elección en el Congreso de los Diputados en marzo de 2008. Algo difícil de conciliar con lo que podría entenderse por "regeneración democrática". Otro ejemplo sería el gasto de 110 millones de pesetas que realizó desde la Consejería de Turismo del Gobierno vasco en 1995, con un séquito de más de 300 personas, en cinco viajes al extranjero. Ello no le impide después criticar el despilfarro que se realiza desde las CCAA y exigir el retorno de sus competencias al Estado. 




En cuanto a su objetivo de acabar con los supuestos privilegios de los políticos, como eurodiputada es beneficiaria de una pensión vitalicia una vez que se haya jubilado. Hasta la fecha, no ha renunciado expresamente a tal prestación. Por último, es preciso recordar que es una de las portavoces de grupo en el Congreso de los Diputados que utiliza coche oficial, pese a que podría renunciar a ello como hacen otros portavoces. 


Naturalmente, Rosa Díez tiene la legitimidad que otorga la democracia para formular todas las propuestas que estime conveniente, independientemente de su coherencia personal o no. Los ciudadanos, a su vez, son completamente libres de votar sus siglas tanto si conocen estos hechos, como si no es así. Pero es una buena muestra de los beneficios que otorga hacer un discurso contra los políticos y el actual sistema político, desde las mismas instituciones políticas e, incluso, yendo en contra absolutamente de los actos propios. UPyD, hasta el momento, sube en las encuestas publicadas en los últimos meses.


Otro ejemplo lo tenemos en Izquierda Unida aunque, en mi opinión, dista un abismo entre la anterior formación y ésta. Aún así, son varias las ocasiones que han formulado propuestas en la Cámara baja para aplicar mecanismos de revocación del cargo si se incumple el programa electoral, pero ello no les ha impedido apoyar diversos recortes en el Parlamento de Extremadura con su abstención en favor del PP, si bien hay que matizar que dicho apoyo se lleva a cabo en contra de la dirección nacional. 


Tampoco el discurso de acotar "privilegios" les es ajeno a ellos. Sin embargo, numerosos ex diputados de formaciones políticas que integran IU son beneficiarios del complemento de pensión que hasta julio de 2011 otorgaban las Cortes Generales a los parlamentarios que, cumpliendo los requisitos, así lo solicitaran. También Izquierda Unida avanza en las encuestas electorales y, en buena medida, gracias a su discurso "regenerador".


Aparte de las dos formaciones citadas, existen muchas otras con menor repercusión social y política que entonan la misma canción, siendo plenamente conscientes de las aparentes posibilidades que ofrece su melodía. He preferido mencionar a UPyD e IU por ser las dos más significativas y que más apoyos concitan de entre las que utilizan estos argumentos. 




Se trata, en definitiva, de algo tan antiguo como la propia política: tratar de recabar el máximo número de apoyos posibles a través de propuestas pretendidamente honradas. Sin embargo, tratar de vestir estas conductas como una nueva forma de hacer las cosas, como el nuevo status quo que debe asentarse en nuestras instituciones y formas de hacer política conlleva un peligroso juego demagógico. Tan solo es necesario que algunos ciudadanos se percaten de la falsedad e hipocresía aparejada con semejantes proclamas como para que todo se desinfle como un globo, añadiendo un peldaño más en el descenso hacia la deslegitimación y la desilusión de los ciudadanos con sus representantes electos.


La credibilidad y la recuperación de la confianza del resto de la población es algo que va aparejado con la transparencia, la información y la participación ciudadana, por una parte, y, especialmente, de algo tan sencillo de enunciar como difícil de acometer a tenor de los hechos y antecedentes: ser coherentes con las propuestas que se formulan y, en el supuesto de no poder llevarlas a cabo, explicar de manera profusa los motivos por los que no ha podido ser ejecutadas.

La solución a esta situación solamente puede venir desde la política y los políticos, entendida ésta como la fórmula democrática que permite mejorar la vida de los sujetos hacia los que debe ir destinada toda su finalidad y éstos, como aquellas personas que se dedican al ejercicio de la misma para dotarla de una realidad en el espacio de lo real. 








martes, 18 de junio de 2013

DE CANDIDAT@S Y CÁNDID@S...

La sucesión en la Secretaría General o las candidaturas en el PSOE es un tema que fascina a propios y extraños. No solamente la militancia recurre a él con insistencia, sino que resulta extremadamente útil para rellenar columnas y páginas de los medios de comunicación de la más diversa condición. 

La cuestión no es para menos, tratándose del partido político más antiguo de España y que más años ha gobernado en etapas democráticas. Además, en la política, siempre han resultado más sugerentes y atractivas las disputas, las confrontaciones belicosas y las especulaciones que las realidades contrastadas. 


Sin embargo, es especialmente interesante presenciar todo el circo mediático que se genera con el asunto desde la arena o entre bastidores, que no desde las gradas del público. Así, uno puede comprobar cuan acertadas o erróneas son algunas de las apreciaciones o creencias sobre determinad@s candidat@s, propiciadas por los más diversos motivos: amistades personales de los que firman el texto sobre la persona en cuestión; reflexiones acertadas fruto del conocimiento real de la situación; ensoñaciones y flores de un día al calor de los acontecimientos más recientes; promociones teledirigidas corporativamente con intereses espurios...y así hasta mencionar un sinfín más. 


Naturalmente, soy consciente de la subjetividad que emanan estas líneas y que yo tampoco me hallo en posesión de la verdad absoluta. Tanto como que sin la obviedad que menciono resulta absurdo también escribir tu propio blog. Pero es evidente que el hecho de conocer en persona  a prácticamente todos los nombres que se citan en tertulias, columnas, redes sociales y demás, añade ese plus de interés que mencionaba en el párrafo anterior y que ha motivado que escriba este nuevo apunte en pocos días desde el último, tras un periodo de cierta pasividad. 



Ahora mismo, al parecer, se trata de dar con el "perfil" adecuado. Y así, tod@s pontificamos sobre si éste o aquella tienen o no el "perfil adecuado" para ostentar las responsabilidades más altas. Es redundante enumerar aquí las condiciones que debería requerir el citado perfil puesto que son de sobras conocidas, al margen de variadas en función de la fuente que se consulte. Pero sí quiero poner de manifiesto mi escepticismo sobre lo que parecen algunos dogmas asentados entre muchos, en función de lo que he escuchado o leído.


En primer lugar, las encuestas de valoración personal constituyen el paradigma de la futilidad. Se supone que aquellos políticos mejor valorados por los ciudadanos, pueden ser "buenos candidatos", porque reúnen los requisitos que la masa social considera más oportunos. En el año 2010, Alfredo Pérez Rubalcaba no solamente era el político mejor valorado por los ciudadanos, sino que los propios socialistas aprobábamos su ascenso a la vicepresidencia del Gobierno con un 93% de respaldo. 

Un año después, en noviembre de 2011, seguía siendo la misma persona que en 2010. Pero su valoración había caído por los suelos junto con la del PSOE. En consecuencia, los ciudadanos no valoran en realidad, ni antes ni ahora, su capacidad intelectual, el trabajo llevado a cabo en las áreas de responsabilidad que ha tenido en su carrera o su experiencia, las cuales son, sin duda, muy a tener en cuenta si se trata de calibrar a un candidato, en mi opinión.

Al parecer lo que importa, lo que realmente se valora es "el momento". Y ahora, muchos dicen que este perfil ya no es válido porque lleva muchos años en la política y ha formado parte de la toma de decisiones que nos ha llevado a la actual situación. 


Luego, parece ser que el/la candidat@ idóne@ debería ser alguien "nuevo", que no haya tenido responsabilidades de gobierno y que sea capaz de "conectar" con la gente.


Eso conduce al segundo lugar. Son tantas las veces que cuando alguien ha preguntado mi opinión sobre compañer@s del partido en "ascenso" he respondido: "deberías conocerlo/la personalmente". En sentido positivo y negativo. Porque, en muchas ocasiones, quienes ofrecen una imagen de frialdad o seriedad ocultan otras virtudes como su inteligencia o su profundidad discursiva. Por eso resulta complicado juzgar y valorar a las personas por imágenes vertidas en los medios y las RRSS. Son tan sólo ventanas que permiten ver una parte de la casa, pero no su interior completo. Y quienes conocemos a esas personas muchas veces nos lamentamos de que los medios no se hayan fijado con más atención en los mismos, porque quizás nos estaremos perdiendo a estupend@s futur@s gobernantes que no tienen la fotogenia suficiente o un apoyo orgánico/mediático detrás que los promocione.



Del mismo modo que también existen perfiles que parecen encandilar a las bases y los medios, pero que generan mucho menos entusiasmo cuando preguntas a otras personas que, al igual que tú, los han conocido de manera personal. Así pues, te preguntas si puede llegar a presidir el país o el partido esa persona absolutamente incapaz de mostrar la más mínima empatía con una parte importante de los compañer@s que le rodean, pero que sin embargo aparece ante las cámaras y los micrófonos con una actitud completamente distinta a la que muestra cuando se trata de escuchar, ayudar o relacionarse con las personas de su entorno cotidiano. 

Los dos casos que cito serían aplicables, según mi opinión y la de much@s otr@s compañer@s, en uno y otro sentido a personas que ahora mismo comparten responsabilidades en el ejercicio de la política.

Hace tiempo que dejé de creer en los liderazgos mesiánicos y en los candidatos infalibles. Creo que cualquiera que lleve el tiempo suficiente en el ejercicio de la política, llega a la misma conclusión. Pero sí he podido observar que quienes hoy nos pueden encandilar mañana serán ignorados y a la inversa.

Cuando llegué al Congreso de los Diputados, fueron muchos quienes me dijeron que el propio Zapatero había sido un diputado respetado pero discreto hasta unos meses antes de su candidatura a la Secretaría General del partido. Después su liderazgo fue indiscutido durante mucho tiempo. Del mismo modo, alguien que no pareció gozar de la simpatía de las bases en su día como Joaquín Almunia, se me aseguró que era una mente privilegiada y una de las personas más capaces que habían pasado por el hemiciclo. En consecuencia, mi visión no coincidía en absoluto con la de aquellos que sí los habían podido conocer de una forma más cercana y fue lo que hizo que mis alarmas saltaran de inmediato.


Precisamente por ese motivo, cuando leo y escucho los nombres que se citan sonrío en algunas ocasiones pensando la distorsión que genera la distancia sobre la imagen de una persona, para bien y para mal. Y pienso también en cuánt@s desconocid@s para la mayor parte de los ciudadanos serían magnífic@s candidat@s; y en algunos, menos, siendo bastante más conocidos por los ciudadanos mediáticamente, son en realidad, completamente desconocidos de manera real por ellos y me hacen pensar en la candidez y la buena fe que muchas veces todos irradiamos cuando hablamos con fervor de ese político, esa deportista, ese cantante o esa presentadora sobre la que tan poco sabemos y tanto creemos saber. 


En consecuencia, la elección de una persona para dirigir un partido o un país es algo complicado, que merece la pena reflexionar de manera concienzuda y haciendo un ejercicio de investigación sobre la trayectoria y otros aspectos menos relacionados con la política del candidato o candidata en concreto. Hoy en día la tecnología permite conocer las intervenciones de casi tod@s l@s polític@s de manera extensa, así como sus perfiles en las RRSS ofrecen datos que, aunque siempre insuficientes, aportan más información sobre el nombre en cuestión.

Con un poco de esfuerzo y sin conformarnos con el mínimo que supone aceptar la imagen que desde los medios y los aparatos de los partidos se genera, puede obtenerse mucho más de lo que pensamos. 

Corren nuevos tiempos. Debe haber políticos renovados, cierto. Pero también electores renovados. 





jueves, 13 de junio de 2013

Carta al compañero Joaquín Almunia.

Querido Joaquín,


No nos conocemos. O, al menos, estoy seguro de que no tienes constancia de mi existencia aunque haya estrechado tu mano en un par de ocasiones. Sin embargo comparto contigo militancia en el Partido Socialista Obrero Español y en la supuesta defensa de las ideas que se asocian al mismo.


El motivo por el que te escribo esta misiva es mostrarte mi preocupación y confusión ante lo que son las palabras de una persona a la que admiro y respeto enormemente desde el plano intelectual y político. 

Sé que eres un hombre que has luchado desde hace más de cuatro décadas por los derechos de los más débiles; por implantar una sociedad en la que todas las personas tuviéramos oportunidades de prosperar en ella sin que nuestro patrimonio económico y/o familiar fuera un elemento diferenciador decisivo; por la instauración y asentamiento de la democracia en nuestro país. Por todo ello mereces, como decía, admiración y respeto.


Sin embargo, en ocasiones, especialmente en los últimos años, no acabo de reconocer en las palabras que se te atribuyen al luchador incansable que tanto ha dado por los valores del socialismo democrático. Es probable que esta apreciación se deba a una errónea comprensión por mi parte de los acontecimientos, ya que tu experiencia, preparación y sabiduría superan, con mucho, las mías. Es posible que el mensaje de tus palabras me llegue distorsionado a través de la distancia que separa Bruselas de Madrid y de la aún mayor que separa a los medios de comunicación de los políticos. Pero lo cierto es que muchas de tus afirmaciones me han dejado perplejo en estos tiempos.




Dentro de tu extenso y formidable currículum se encuentra tu condición de Comisario Europeo de Asuntos Económicos y Monetarios desde el 24 de abril de 2004 al 10 de febrero de 2010. Es decir, el máximo responsable en materia económica de la Unión Europea, un cargo que considero nada desdeñable. Por otra parte, desde el pasado 10 de febrero de 2010 ocupas la Vicepresidencia de la Comisión Europea y eres Comisario Europeo de la Competencia. Se trata, sin duda, de ocupaciones que se encuentran a la altura de quien las ostenta. 


Pero precisamente por ese motivo, porque considero que tú, que militas en el partido socialista y eres historia viva del mismo, tu consideración de que el rescate de Chipre estaba justificado y que "de alguna forma, los ciudadanos tienen que contribuir a rescatar entidades financieras", me parece de difícil encaje desde una perspectiva socialista. 

Afirmas que el caso de Chipre es excepcional porque se trata de un paraíso fiscal. Forma parte de la UE desde 2004, exactamente el año a partir del que tú comienzas a ejercer tus funciones como Comisario de Economía. Y quizás se deba a que excedía de tus funciones cierto control de la economía, ejercicios financieros y fiscalidad de los países miembros, lo desconozco, sinceramente, pero también desconozco que durante todos estos años hayas realizado algún esfuerzo por combatir la existencia de paraísos fiscales no ya en el mundo, sino en el seno de la propia UE. Sabes perfectamente que los mismos son contrarios a toda solidaridad y esfuerzo fiscal para los países de su entorno. 


Porque, con todo el respeto que soy capaz de atesorar para decirte esto, de un socialista que tiene tamaña responsabilidad, espero muchísimo más que únicamente se dedique a vociferar los dictados de carácter neoliberal de una Comisión Europea marcadamente conservadora. Espero propuestas e ideas alternativas que permitan la salvaguarda de los derechos de los  ciudadanos y no de las finanzas que finalmente resultan protegidas. 

Otro tanto debo señalarte respecto a tus declaraciones sobre la reforma de las pensiones. Comprendo perfectamente tu preocupación por la sostenibilidad de nuestro sistema, pero las medidas que parecen dictarse desde el ámbito europeo hablan exclusivamente de un aumento de la edad de jubilación y de una nueva definición de ese índice de sostenibilidad. Nada he escuchado por tu parte respecto a que deben aumentarse las ayudas para fomentar el empleo joven desde la propia UE como medida para fomentar el aumento de las cotizaciones a la Seguridad Social que permitan esa sostenibilidad ya mencionada. Más bien he comprobado que han tenido que solicitarlas otros  socialistas en tu presencia sin que todavía conozca cuál es tu posicionamiento al respecto. 





Siento decirte que también me decepcionan tus palabras respecto a las preferentes. No porque no tengas razón al afirmar que otros europeos no tienen el deber de pagar los errores de las entidades crediticias españolas, pero sí porque sostienes que si debe compensarse a los ciudadanos que han sido afectados por las estafas bancarias, el dinero debe salir del propio Gobierno español. ¿Desde cuándo eres partidario de socializar pérdidas de sectores financieros? 


Pienso que, al parecer, quedan lejos los tiempos en los que en tus debates en el Congreso de los Diputados como ministro de Trabajo y Seguridad Social buscabas las fórmulas para garantizar la continuidad del sistema pero no a costa de la pérdida de poder adquisitivo de los pensionistas. Puedes afirmar en tu defensa, y con razón, que los tiempos han cambiado, pero precisamente por eso de quien ostenta tan altas responsabilidades espero que comprenda también que han cambiado los modos, pero no los objetivos. Y esos son los que pareces haber perdido por el camino que lleva hacia Bruselas. 


También reflexiono y me pregunto si lo que sucede es que, sencillamente, has dejado de creer en el socialismo democrático como solución a las desigualdades y abusos del sistema. Es perfectamente posible que así sea y estarías en tu derecho de hacerlo. O que, dentro de tu alto concepto de la responsabilidad, pienses que se anteponen tus deberes de Comisario de todos los europeos y no de todos los socialistas.

Pero entonces pienso que si los políticos únicamente estamos en nuestros puestos para trabajar con criterios técnicos y no políticos, no hay democracia que valga, porque esta se sustenta desde la divergencia ideológica, el debate de ideas y la puesta en práctica de las mismas. No siguiendo los dictados de grupos de intereses cuyo único fin responde a un mandato económico y no social. 

Sé que jamás llegarás a leer estas líneas y que no tendremos ocasión de discutir sobre las mismas. De que puedas decirme en qué aspectos me equivoco (en muchos, supongo) y qué informaciones me faltan para poder tener una visión más correcta sobre esta cuestión. Pero, en cierto modo, te debo como socialista que lucha por un mundo mejor y más justo una reflexión en voz alta como la que figura en este espacio. Fuisteis personas como tú las que consiguieron con sus logros que otras como yo nos dedicáramos a la lucha de las ideas a través del ejercicio democrático. No querría pensar que la influencia de tus palabras actuales que cito ejerciera el mismo efecto en sentido contrario.


Con afecto, en Palma a 13 de junio de 2014.