domingo, 26 de diciembre de 2010

¿LIBERTAD DE EXPRESIÓN?

Soy un chaval de 19 años. Vivo en casa de mis padres, que pagan mi educación, mi manutención y mis momentos de ocio. Entre estos últimos se incluye el abono de la línea ADSL, gracias a la cual me bajo la discografía completa de las bandas que se me antojen. También las películas de estreno y las que no, los videojuegos y las series. Es el año 2001.


Mi padre tiene una librería y las cosas funcionan bastante bien. Mi madre trabaja en un centro comercial muy famoso, cuyo nombre tiene reminiscencias anglosajonas. Entre los dos contribuyen a sostener la familia y los gastos a los que me refería.


Es el año 2008. Mi padre tuvo que cerrar la librería y despedir a todos los empleados (tres) que trabajaban con él. Incomprensiblemente, la gente comenzó a entrar en el establecimiento y llevarse los libros que quisiera sin pagar por ellos. Lo peor fue que las autoridades dijeron que no podían hacer nada al respecto. Tras unos años aguantando como pudo, ahora busca trabajo a sus 48 años.

Mi madre ha sido despedida del centro comercial. Las ventas disminuyeron tanto en algunos departamentos, especialmente el de venta de películas y música, que tuvieron que reducir personal. A pesar de su antigüedad, ella fue una de las perjudicadas. Tiene 46 años y está cobrando el paro.

Sigo viviendo con mis padres con 26 años, acabé mis estudios pero no he encontrado todavía un empleo. Como hemos tenido que recortar gastos drásticamente porque tan solo nos queda el subsidio de mamá. Ya no tengo ADSL y mi ordenador se ha quedado completamente obsoleto. El ocio en casa se reduce a lo que echan por la televisión (una basura) y los libros de papá.



Esta historia es ficticia, por supuesto. Pero sirva como ejemplo para ilustrar a muchos que piensan que descargarse archivos que vulneran el derecho de propiedad intelectual, es algo que tan solo perjudica a dirigentes de la SGAE millonarios vestidos de frac, con sombrero de copa y que fuman puros mientras sostienen un coñac en la otra mano. 

Uno de los problemas existentes, es que en este país se ha sido especialmente permisivo durante muchos años con estas prácticas. Existe ya toda una generación de adolescentes que no sabe lo que es ir a una tienda y pagar por un compacto o una película. Ni siquiera descargarla abonando una pequeña cantidad por ella desde Internet. ¿Para qué? La cultura de que todo es gratuito y de que los creadores viven del aire que respiran se ha instalado como un dogma inquebrantable, y no hay forma de hacerles entrar en razón. 

No son capaces de visualizar que, incluso dentro de entidades tan aborrecidas como la SGAE, hay cientos de miles de autores anónimos que hace tiempo que comprendieron a su pesar que se esfumaban las posibilidades de que pudieran malvivir de su música, su cine o sus relatos, porque nada ni nadie está a salvo.


No entienden que en cada industria del entretenimiento existen miles, millones de personas si la consideramos en términos globales, que trabajan de empleados en establecimientos, de guionistas en títulos casi desconocidos. Hay dibujantes de cómic, ingenieros de sonido, técnicos de mesa, ayudantes de dirección. Son personas como cualquiera de nosotros que realizan su trabajo para ganarse el sustento de sus vidas. Esas personas son las primeras que resultan perjudicadas cada vez que un estudio musical, una compañía discográfica o un centro comercial se ve perjudicado en sus ventas. Evidentemente, no serán David Geffen, Richard Branson o Ia familia Areces quienes se quedarán de patitas en la calle por el bajón de las ventas, por lo que la metáfora de Robin Hood con la que muchos pretenden acallar sus conciencias es absolutamente errónea.


Existe, además, una confusión tremenda de derechos y conceptos. La libertad de expresión no tiene nada que ver con descargar contenidos que vulneran los derechos de autor. La cultura  libre debe contar también con la opinión y el beneplácito del autor de la obra, no solo con la del consumidor. El mercado económico en que vivimos supone que existe un precio por el que pagamos a cambio de obtener un producto. Desde el momento en que un juez vela por la legalidad de una decisión antes de que esta se lleve a cabo, se cumplen las normas que garantizan los derechos de unos y otros en nuestra comunidad.


Pero no. La mayor parte de ellos desconoce que durante años, décadas, todos nosotros hemos ido recopilando nuestra biblioteca o videoteca a base de ir comprando, en la medida de nuestras posibilidades, los títulos que deseábamos. Que otorgamos un valor y un significado a cada uno de ellos, porque detrás hay una historia sobre cómo los conseguimos o quién nos los regaló. Que no se puede tener todo sin derecho a compensar nada.


De todas maneras, lo que más me ha entristecido o sorprendido de lo que he leído y escuchado estos días, no ha sido la absoluta falta de consciencia por parte de muchos de quienes defendían el "derecho" a coger libremente lo que se les antojase. No.

He reflexionado sobre la magnífica capacidad de coordinación y resolución que han mostrado para defender algo en lo que creían. Su perseverancia y su tenacidad, su determinación y la predisposición a llegar hasta donde fuera necesario. Lástima que fuera por una causa equivocada. Me ha entristecido pensar en lo que podrían conseguir esas mismas personas mostrando las mismas cualidades si hubieran reclamado un trabajo digno; una vivienda de protección oficial; una educación que pueda ser llamada como tal; unos servicios sociales mejores.

¿Dónde está vuestra premura en luchar por lo que consideráis justo cuando se tratan estas cuestiones? ¿Acaso en realidad vivís tan bien que no necesitáis manifestaros al respecto y creéis que con no votar el día de las elecciones es suficiente? La política necesita más que nunca de este tipo de reacciones por parte de los ciudadanos. Ejerced el derecho a la libertad de expresión que tanto invocáis de la misma forma en que lo habéis hecho ahora. Quizá sea vuestra mejor contribución al entorno que os rodea y que tanto parecéis ignorar, salvo para todo lo que concierna únicamente a vuestra persona.


En el próximo texto escribiré sobre la otra cara de la moneda: las leyes de protección de derechos de autor; las entidades de gestión; las discrográficas multinacionales.

martes, 16 de noviembre de 2010

ERRORES COMUNES SOBRE LA LEY SINDE

A lo largo de estos últimos días, he recibido en mi dirección de correo electrónico unos 2.000 mensajes solicitando mi voto en contra de la denominada popularmente como "LEY SINDE" que, a su vez, forma parte de la Ley de Economía Sostenible (LES). La cifra no es una exageración generalizada. Tan sólo durante este fin de semana fueron más de 1.000. Su contenido es similar en la mayor parte de los casos, aunque no, desde luego, las formas. Algunos son respetuosos y contienen argumentos inteligentes. Otros parecen más bien una broma de su autor. Los hay escuetos y directos y los hay largos e irreverentes. Pero todos suelen incidir en un error material: la supuesta falta de autorización judicial para el cierre de páginas webs. Las otras acusaciones hacen referencia a una supuesta restricción de derechos y libertades, cuando no a una actuación en comandita de los poderes públicos con grupos de intereses privados.



Es probable que esta circunstancia se deba a un error de interpretación del texto legislativo, o bien a que la información que se ha difundido en los medios es escueta. El Proyecto de Ley puede consultarse en la página web del Ministerio de Economía y Hacienda y el artículo o disposición que hace referencia a los cambios en esta materia es la Disposición Final Segunda. Se modifican, fundamentalmente, tres normas: La Ley 34/2002 de Servicios de la Sociedad de la Información y del Comercio Electrónico; el Real Decreto Legislativo 1/1996 por el que se aprueba el Texto Refundido de la Ley de Propiedad Intelectual y la Ley 29/1998 de la Jurisdicción Contencioso Administrativa.


¿Y cuáles son el o los elementos del texto que han provocado el desencadenamiento de semejante tormenta digital entre algunos internautas? Pues, fundamentalmente, la creación de la Comisión de Propiedad Intelectual (CPI en adelante) y, concretamente, su Sección Segunda. Los motivos de los recelos de los ciudadanos que han mostrado su disconformidad son varios, pero la mayoría hacen referencia a este órgano como un elemento de control semiprivado o que responde a intereses particulares, así como a sus supuestas capacidades censoras sin autorización judicial. Ambos extremos son incorrectos. Veamos por qué.


Tal y como establece la propia ley, la CPI es un órgano adscrito al Ministerio de Cultura. Su composición deberá ser determinada por un reglamento, pero como institución pública su funcionamiento está completamente subordinado al cumplimiento de la legalidad. No es la primera ocasión que se utilizan fórmulas de composición público-privadas en la Administración. El Fondo de Garantías Salariales (FOGASA) es un ejemplo.


Ahora bien, en lo que sí es especialmente taxativa la DF Segunda de la LES es en la ABSOLUTA NECESIDAD DE AUTORIZACION JUDICIAL PREVIA para la clausura de una página web en la que se estén vulnerando derechos de propiedad intelectual.  Y no lo expresa tan sólo en una ocasión a lo largo de su contenido, sino en varias. Así, el apartado Cuatro.4) de la citada disposición señala:

"La sección podrá adoptar las medidas para que se interrumpa la prestación de un servicio de la sociedad de la información o para retirar los contenidos que vulneren la propiedad intelectual por parte de un prestador con ánimo de lucro, directo o indirecto, o que haya causado o sea susceptible de causar un daño patrimonial. La ejecución de estos actos, en cuanto pueden afectar a los derechos y libertades garantizados en el artículo 20 de la Constitución, requerirá de la previa autorización judicial, de acuerdo con el procedimiento regulado en el artículo 122 bis de la Ley reguladora de la Jurisdicción Contencioso- administrativa".


Y el artículo 122 bis al que hace referencia:

"1. La ejecución de las medidas para que se interrumpa la prestación de servicios de la sociedad de la información o para que se retiren contenidos que vulneren la propiedad intelectual, adoptadas por la Sección Segunda de la Comisión de Propiedad Intelectual en aplicación de la Ley 34/2002, de 11 de julio, de Servicios de la Sociedad de la Información y de Comercio Electrónico, requerirá de autorización judicial previa de conformidad con lo establecido en los apartados siguientes."


Los juzgados a los que corresponderá dictar las oportunas resoluciones judiciales en esta materia son los Juzgados Centrales de lo Contencioso Administrativo. En consecuencia, no se vulneran derechos fundamentales, y toda la actuación administrativa está sometida al imperio de la ley. Los procedimientos se iniciarán SIEMPRE previa denuncia del titular de los derechos de propiedad intelectual afectados o de persona delegada en tal función.


Es posible, entonces, que muchos de los que protestan por la aprobación de estas disposiciones cambien de opinión cuando conozcan su contenido íntegro. Porque estarán de acuerdo en que la defensa y protección de los derechos constitucionales que tanto aducen en su argumentación, también incluye la propiedad intelectual, según el artículo 20.1.b) de la Constitución Española



En algunas ocasiones, parece subyacer un temor a un hipotético futuro en el que deban abonar por conseguir productos protegidos por la normativa en materia de propiedad intelectual. Sería necesario recordar que, pese a la realidad que opera en Internet, los autores de cualquier tipo de producción literaria, científica, artística o de cualquier índole tienen derecho a percibir una remuneración por la reproducción de su obra. Que son los principales perjudicados por la violación sistemática de esos derechos. Y que, salvo renuncia expresa a los mismos, la normativa vigente que los ampara se ha mostrado insuficiente hasta la fecha para garantizarlos. 


Ahora bien, como en todo debate principal, existen otras cuestiones colaterales que también provocan el descontento de algunos internautas. El pago del canon por la compra de CD's y DVD's es uno de ellos, en mi opinión absolutamente injusto y además innecesario, especialmente con la publicación de la futura LES. El abuso por parte de entidades de gestión de derechos de autor en su actuación y de determinadas entidades del sector del ocio es otro. Son cuestiones conexas que también deben ser abordadas debidamente, pero que en modo alguno justifican la oposición a la promulgación de una norma que trata de poner fin a una práctica que, no por extendida, es y ha sido siempre, completamente ilegal.


También es discutible la técnica legislativa empleada, aunque este aspecto daría lugar a un debate de un calado técnico jurídico aún mayor que el empleado en este texto. Soy consciente de lo aburrido que puede resultar para los profanos en la materia, es decir, muchísima gente. Y lo comprendo.


Quienes citan en sus correos la infracción de la presunción de inocencia, la seguridad jurídica y la defensa de la cultura por encima de los intereses privados, olvidan que las dos primeras solamente están garantizadas cuando se cumple la normativa legal vigente. En cuanto a la defensa de la cultura, desde el momento en que se eliminan o ignoran los medios de subsistencia de gran parte de sus creadores se está atentando contra la misma.


Considero necesario un ejercicio de reflexión por parte de todos los aludidos. Es cierto que el modelo empresarial de muchos sectores del ocio ha adolecido de defectos terribles. Pero la fórmula no pasa por atentar contra los intereses directos de los más desprotegidos en esta materia, los autores, sino por el fomento de nuevas formas de distribución que permitan un equilibrio entre los intereses de todas las partes como, por ejemplo, el programa Spotify o Itunes.




Actualmente, el debate se había desviado tanto desde su origen que hemos tenido que acabar justificando la legalidad vigente contra la costumbre arraigada de cogerlo todo sin pagar por ello. Eso supone una adulteración de las reglas del juego democrático. Para exigir su cumplimiento todos debemos ser los primeros en dar ejemplo de su aceptación sin reservas.

lunes, 8 de noviembre de 2010

BAILANDO CON LOS MUERTOS...

El viernes pasado se estrenó en España la serie de TV "Los muertos vivientes", basada en el cómico homónimo escrito por Robert Kirkman y dibujado por Charlie Adlard. Es probable que si estás leyendo estas líneas, hayas pensado que vas a malgastar tu precioso tiempo con algo tan aparentemente superficial como la temática zombi. No te culpo. Pero, al contrario de lo que crees, lo que ha conseguido la historia tejida por Kirkman es elevar a lo sublime un subgénero que suele despertar toda clase de prejuicios en aquellos que desconocen la materia. Tantos años de bazofia publicada han dejado un poso en el imaginario colectivo difícil de limpiar.



Lo primero que llama la atención de la ignorancia general que impera en el asunto, es que una de las principales críticas sociales que suele formularse aprovechando la excusa del holocausto zombi se refiere precisamente a eso: la sedación mental de nuestra sociedad; la alienación de muchos de nosotros, meros comparsas necesarios de los que mueven los hilos en realidad, con el piloto automático siempre conectado. Por eso, el impulso inicial que se atribuye a muchos de los muertos vivientes en los clásicos cinematográficos es acudir a los grandes centros comerciales, donde deambulan por sus puestos y escaleras mecánicas por pura inercia. Naturalmente, la parodia también está presente en esa alegoría.



Pero lo que realmente ha engrandecido una temática que de por sí no era más que visceras y terror adolescente primitivo, ha sido el desarrollo de cada uno de los personajes que suelen conformar el elenco de supervivientes imprescindible en cualquier historia. Así, un mundo poblado por seres putrefactos que caminan con el único objetivo de hincar el diente a nuestras tiernas carnes, se constituye en la justificación perfecta para situar a un grupo de humanos en una situación límite. En ella, cada uno reacciona dando lo mejor y lo peor que lleva dentro y los matices, las contradicciones, los tabús sobrepasados, el cambio de esquemas de valor, crea los claroscuros necesarios para dotar a los protagonistas de una profundidad y riqueza extraordinarias.



¿Qué sentido tiene ser un agente del orden cuando ya no existen normas que cumplir? ¿De qué sirve tener millones de euros en tu cuenta bancaria cuando el dinero es sólo papel mojado sin valor de cambio alguno? ¿Para qué tratar de hacer amigos cuando quizá mañana debas luchar a vida o muerte con uno de ellos por una lata de conservas? ¿Qué importa lo que fuiste antes del holocausto si vives en un mundo que ya no tiene pasado? ¿El determinismo ha deparado la situación que nos toca vivir o, por el contrario, tenemos libre albedrío para decidir nuestras acciones?


Todas estas cuestiones y muchas más se visualizan a lo largo de todos y cada uno de los números que componen "Los muertos vivientes". Y el autor destila las respuestas, presenta nuevos interrogantes que incitan a reflexionar sobre nuestra naturaleza enormemente vulnerable y sensible a todo cuanto nos rodea. Nos damos cuenta de nuestra extrema fragilidad cuando el marco de cristal en el que se representan nuestra vidas se hace añicos y quedamos desamparados como mendigos. Entonces el instinto de superviviencia se erige como la única ideología a la que permanecer fiel.


Al menos sobre la superficie. Porque en el subsuelo de todo esto subyacen los verdaderos sustratos que otorgan la ambigüedad necesaria que induce a la reflexión a la que me he referido. El maniqueismo aquí no tiene lugar porque nada es blanco o negro per se. Empatizamos con cada uno de los perfiles que el autor ha trazado como un artesano experto. Los amamos u odiamos según el papel que les corresponde representar. Nos identificamos con sus grandezas y sus miserias, que son las nuestras. Asistimos a su evolución y disfrutamos los nuevos matices que se vislumbran cada vez que se introducen otras piezas en el puzzle.


En un mundo en el que casi todo lo conocido ha transmutado en algo distinto. En el que los valores tradicionales han sido sustituidos por otros absolutamente opuestos. Cuando la excepción se convierte en norma y lo habitual en excepción, los muertos vivientes, como dice Rick, el protagonista absoluto de la historia, somos nosotros.


La serie de TV parece que estará a la altura de la obra original. Los viernes por la noche tenemos todos una nueva razón para quedarnos sentados frente al televisor. Pero, en esta ocasión, nuestro cerebro lo agradecerá tanto como desearían devorarlo los zombis que ocupan una buena parte de la pantalla.




miércoles, 27 de octubre de 2010

LAS 10 FRASES MÁS UTILIZADAS EN LA POLITICA ACTUAL

Existen multitud de tópicos referidos a la política. Algunos de ellos manifiestamente falsos pero de enorme fortuna entre los ciudadanos, como que todos los políticos somos iguales. Otros, más un chiste que otra cosa, como que la política es un mal necesario. Sin embargo, sí es cierto que ésta es quien se sirve en ocasiones de los propios tópicos para manifestarse. O más bien que algunos de quienes ejercemos eso del politiqueo, solemos echar mano del baúl de prendas dialécticas más sobadas, de una manera más habitual de lo que sería deseable.




Naturalmente, cada uno tiene sus preferencias y como todas las listas de esta índole, absurdas de por sí ya que responden a criterios puramente subjetivos, habrá quien hubiera señalado otros como los más representativos. Aquí expondré aquellos que más he tenido ocasión de escuchar en mi andadura o que están en boga en algunos de los sanedrines que frecuento. El orden es aleatorio, sin que unos deban establecerse jerárquicamente por encima  de los restantes. Por supuesto, si de tópicos tratamos, que sean 10 los representados. Adjunto traducción de su intención real.


1.- "Tenemos que hacer un poquito de pedagogía". Conjunto de palabras utilizado para dar a entender que los ciudadanos son seres ignorantes, a los que debemos inculcar la sabiduría de la que nosotros somos afortunados poseedores y explicarles las cosas como si de lactantes se tratara. Algo en desuso en estos últimos meses y completamente desprovista de sentido, salvo el indicado, por su abuso constante. Probablemente introducida por la gran cantidad de profesionales de la pedagogía que militan en política.


2.- "Estamos de acuerdo en lo esencial, pero debemos resolver algunos aspectos". Circunloquio que denota un extremo cuidado por parte de su autor en no poner de manifiesto la enorme distancia que separa una postura de otra, posiblemente debido al gobierno de alguna institución en coalición con el interlocutor restante o bien a la existencia de acuerdo de estabilidad.


3.- "La hoja de ruta ya está trazada". Metáfora sobre una declaración de buenas intenciones que suele culminar en un destino absolutamente distinto al que se había previsto inicialmente.


4.- "Respeto y comprendo su opinión, pero...". Anticipo de lo que suele devenir en un ataque semántico en toda regla contra el adversario, tratando de restar prestigio y credibilidad a su opinión.


5.- "Hemos llegado a un principio de acuerdo". Después de horas encerrados negociando y discutiendo nuestras propuestas, hemos acordado que debemos ponernos de acuerdo.


6.- "No podemos seguir gastando de esta manera". Expresión que suele utilizarse cuando las cuentas arrojan cifras capaces de provocar infartos a los gestores económicos, la deuda es lo suficientemente escandalosa para que su cifra real no se filtre a los medios y la caja contiene gran variedad de muestras de especies arácnidas.


7.- "Creo que no lo ha entendido bien, pero se lo volveré a explicar".  Eufemismo ampliamente usado por aquel que quiere dar a entender al adversario que no tiene ni puta idea de lo que ha estado diciendo. Nótese la suma delicadeza retórica al poner en duda algo sobre lo que se tiene la más absoluta certeza.


8.- "Hoy es un día importante para España". Frase inicial enormemente apropiada para el ponente que desde el estrado del hemiciclo pretende dotar de importancia histórica y trascendental no al contenido de su intervención, sino a su intervención propiamente dicha y, en consecuencia, a su persona.


9.- "Cada día somos más quienes pensamos...". Inconcreción que permite al autor generar la ilusión de que su opinión es compartida por otras personas, con el objeto de no descubrir su soledad y repartir las posibles represalias que sus palabras, generalmente críticas, pueden suscitar.


10.- "Nada más y muchas gracias".

viernes, 22 de octubre de 2010

MERKEL ÜBER ALLES!

Uno nunca deja de sorprenderse de la pérdida de la capacidad de los humanos por sorprenderse. No importan las ocasiones en las que hayamos tenido oportunidad de comprobar la afirmación anterior: siempre acabamos en el mismo punto de partida.


Es posible que en nuestra sociedad actual, donde las noticias y las declaraciones se producen a un ritmo vertiginoso, resulte difícil discernir entre lo plúmbeo y lo trascendente. Especialmente porque, en ocasiones, somos los primeros que no prestamos la más mínima atención a todo cuanto nos rodea. No es poco común reflexionar sobre un dato o una información que conocemos desde hace días, incluso semanas, captada por nuestro subconsciente, pero que nuestro cerebro no había tenido oportunidad de procesar todavía. De repente, se materializa con toda su fuerza y es cuando nos percatamos de su verdadero alcance.


En el ámbito de lo político, cuando se está completamente expuesto a todo tipo de mensajes que van desde lo más ruin que se pueda imaginar, como ha tenido a bien demostrarnos el alcalde de Valladolid recientemente, hasta verdaderos hallazgos semánticos, el suceso mencionado se produce aún con más celeridad.



La pasada semana, Angela Merkel nos deleitó con una declaración que contiene el vigor suficiente como para que pueda inscribirse en su epitafio. La presidenta germana manifestó que el modelo de sociedad multicultural ha fracasado completamente en Alemania. No es que sus palabras no hayan suscitado reacciones, ya que estas se hicieron un hueco en los medios, pero considero que, por la trascendencia de las mismas, no han sido analizadas en profundidad.





En una Europa que se encuentra en los momentos más convulsos socialmente de sus últimos 30 años, con la práctica totalidad de sus Estados recortando o reajustando el Estado de Bienestar, lo afirmado por Merkel constituye el paso siguiente del instante actual. Primero, Sarkozy  promulga una normativa contra los gitanos que apenas provoca un rechazo profundo de los antaño defensores de los derechos civiles por excelencia, los franceses. La UE, tras la reprimenda verbal del padre condescendiente con su hijo rebelde, homologa la normativa gala y renuncia a sancionar el hecho. Segundo, aunque anterior cronológicamente, Berlusconi prosigue con su particular cruzada para devolver a Italia a la época feudal y afirma que "menos inmigración significa menos crimen", axioma que los datos oficiales siempre han demostrado como falso. Tercero, la canciller alemana aporta su particular opinión de todo este asunto.



Si no fuera porque quien suscribe estas letras nunca creyó en las conspiraciones planetarias, afirmaría que todo forma parte de un plan preconcebido, quien sabe si desde las entrañas del Club Bilderberg. Lo cierto es que se están dando una serie de pasos precisos consistentes en arrinconar todas las conquistas sociales que tanto han costado y tan rápido hemos asimilado. La parte inicial consistiría en desmontar o dejar sin efecto el entramado normativo que sustenta al estado social. Después proceder a desinfectar el sistema de los elementos externos que lo saturan. El último escalón, por lógica, debería consistir en hacer lo mismo con los propios que se oponen a las reformas en curso.



Lo curioso de todo este asunto, es que al observar a la selección de Alemania en el pasado Mundial de Sudáfrica, era sorprendente comprobar el número de jugadores de origen no germano que había en sus filas. Desde polacos a un español, tunecino, ghanés, brasileño y un turco. Demasiada presencia de chavales que han llegado a lo más alto jugando al deporte más popular con diferencia. Y todo ello en un país al que se sitúa constantemente bajo la lupa por sus antecedentes en materia de discriminación racial.


Naturalmente, con ello no pretendo demostrar que las palabras de Merkel contienen una finalidad política perversa. No es necesario. Su propia afirmación se descalifica de por sí. En una nación que ha sido la piedra angular sobre la que ha girado la construcción de una unión europea (no el organismo, sino el hecho) basada en valores de integración, acogida y solidaridad, el eco de su advertencia chirría escandalosamente. Es el Caballo de Troya con el que se pretende introducir posteriormente justificaciones para una futura limitación de derechos civiles y sociales, al entenderlos innecesarios para una población que ya no estará en posición de reclamar nada.





No niego que existan disfunciones o roces en la sociedad alemana respecto a determinadas cuestiones de integración cultural. Pero como en cualquier país democrático que se denomine como tal, el modo de superarlos es mediante el diálogo, la comprensión y el consenso, no echando a los leones ávidos de carne contra los más desprotegidos.



Como traca final de su intervención, la última frase tiene su guasa para quien haya convivido con alemanes en un país distinto a Alemania: "Quien no aprenda inmediatamente alemán, no es bienvenido". Quizá habría que señalar, por otra parte, que quien lo consiga debería ser doblemente bienvenido por ser capaz de acometer tan difícil tarea.

jueves, 7 de octubre de 2010

MANIQUEANDO

Mucho se ha escrito hoy en día sobre el fútbol como fenómeno de masas. Del deporte en sí, y de todo lo que le circunda que no es poco. En realidad se trata, como ya muchos han apuntado, de una nueva reformulación del pan y circo de Vespasiano fundamentalmente. Por eso no pretendo profundizar en este aspecto, otros lo han hecho y atinando más de lo que yo podría.



Sin embargo, hay algo que no le es ajeno a cualquier ciudadano que siga con cierta regularidad los medios deportivos y de información general en los últimos meses: la bipolarización que se está produciendo entre los personajes de Guardiola y Mourinho. Aunque ya muy conocidos por la mayoría de nosotros, la información que se ha vertido sobre su vida, milagros y fracasos ha sido completamente abrumadora. Cansina incluso. Y en muchas ocasiones de una manera ciertamente tendenciosa. Aupando al entrenador barcelonista al Olimpo de la bondad personificada y demonizando al portugués hasta el extremo. John Carlin lo reflejaba perfectamente en su artículo para El País el pasado domingo.





En consecuencia, no pretendo esbozar un panegírico sobre las virtudes de Pep y la maldad congénita del de Setrúbal, no. Mi intención más bien es explicar los motivos por los que considero que es mucho más meritorio lo que está haciendo el primero que el segundo y, a ser posible, dejando mi piel de barcelonista irredento a buen resguardo.


Desde que tengo uso de razón, siempre he creído que el fútbol es un deporte en el que el objetivo es ganar un partido metiendo goles, cosa harto imposible si no se consiguen estos últimos. Así, los mayores ídolos que ha generado casi siempre se han caracterizado por su facilidad para conseguirlos, así como por la belleza en la ejecución de muchos de ellos. 


Al margen de los logros individuales y ahora que nos encontramos de nuevo en una etapa de exaltación de las virtudes del trabajo colectivo (ejem!), también han existido conjuntos que se han caracterizado por un funcionamiento coordinado entre todos sus miembros y por la plasticidad de su puesta en marcha sobre el terreno de juego. Otros, al contrario, han pasado a la eternidad por ofrecer un espectáculo tedioso a pesar de conseguir resultados más que satisfactorios. El tiempo parece haber tratado mejor al Madrid de Di Stéfano o el Ajax de Cruyff que al Liverpool de los 70 o al Nottingham Forest.


Que hoy en día el Barça practica un juego más vistoso que el Real Madrid es algo que no discute prácticamente nadie. Pero sí se ha suscitado controversia entre los resultados que uno y otro pueden alcanzar al finalizar la temporada, que es cuando habrá que hacer balance, dicen algunos. Y, en mi opinión, Guardiola ya ha ganado de antemano la partida.





Me explico. Si algo ha dejado claro el de Santpedor en los dos años y poco más que lleva entrenando al Barcelona es que es un hombre absolutamente fiel a un ideal, un concepto. Criado en la Masia y a las órdenes de referentes en la historia culé de la talla de Cruyff, su credo ha sido forjado a base de hacer circular el balón con fluidez, distribuirlo con criterio, siempre al pie del compañero y con dos pases por jugador como máximo, para hacerlo llegar a las redes contrarias como si de una consecuencia natural de su trayectoria se tratara. Sea cual sea la envergadura del rival al que se ha enfrentado, nunca ha variado su filosofía (más allá de cuestiones tácticas muy puntuales). Siempre se ha mantenido fiel a ésta. Y, por eso, Pep no puede perder la batalla más importante que libra cualquier ser humano: contra uno mismo.


En cuanto a Mourinho, a pesar de sus numerosas virtudes, no se le puede atribuir la misma condición que a Guardiola. Y a las hemerotecas me remito. Cuando la pasada temporada se enfrentó al Barça en la primera ronda de la Copa de Europa, ante las críticas vertidas sobre su ultra-defensivo sistema de juego en su propio campo, se excusó argumentando: "Es el Barcelona quien me ha obligado a jugar así".  Y no son pocas las ocasiones en las que el luso ha defendido el resultadismo por encima del espectáculo, la última de ellas recientemente. Es cierto que, a su manera, ésa es también una forma de ser fiel a sí mismo, puesto que siempre ha antepuesto la consecución del objetivo a la forma de obtenerlo.



Y aquí quería llegar. Cuando Guardiola ha demostrado que desarrollando el juego más bello posible se han conseguido todos los títulos existentes, ha desenmascarado completamente a los agoreros y defensores a ultranza de conseguir la victoria a cualquier precio sin importar las formas. Porque éstas sí importan. Y mucho. Constituyen la proyección física de una idea. Y cuando el resto admite su incapacidad para ejecutarla de la misma manera es cuando hay que valorar la dificultad de lo que se ha obtenido. Pocos equipos ha habido y habrá que puedan compararse al azulgrana actual, aunque será el tiempo el que dé y quite razones.


Por eso, sobre otras cuestiones, Guardiola es tratado por los medios y los ciudadanos con mayor respeto y admiración que Mourinho. Nos transmite el mensaje de que es posible conseguir los objetivos que se marquen sin renunciar al método que los enaltece. Porque las personas tenemos necesidad de creer en la existencia de fábulas que pueden llegar a convertirse en realidad. Que las cosas pueden hacerse de la mejor manera posible. Y, sin duda, este Barcelona es la fábula particular de un niño que un día soñó con jugar en este equipo; que después soñó con dirigirlo y que ahora sueña que está soñando sus sueños.

miércoles, 29 de septiembre de 2010

¿CORNUDOS Y APALEADOS?

El título que da entrada a estas líneas tiene su origen en uno de los cuentos recogidos en "El Decamerón" de Giovanni Bocaccio. En él, una señora quiere tener un lío con uno de sus criados. Para asegurar el engaño, le dice a su marido que el criado se ha enamorado de ella y que pretende una cita en el jardín esa noche. El marido se disfraza con las ropas de su mujer y espera en el citado jardín. Mientras, su esposa y el criado dan rienda suelta a sus pasiones durante toda la noche. Finalmente, el criado baja al patio y apalea a su señor, gritando: "¡Desgraciada, traidora, no sólo engañas a mi señor sino que crees que yo también lo iba a engañar!"



Estas últimas semanas, he estado reflexionando sobre el desarrollo de la crisis económica y el comportamiento de ese ente abstracto denominado "el mercado". No me refiero a su comportamiento bursátil o especulador, sino a las reacciones de las caras visibles de ese mercado. A sus portavoces, sus monigotes. Sus medios de comunicación y sus televisiones. Sus grupos de presión.


Es evidente que a estas alturas, la frase de Paul Samuelson respecto a que lo único que sabemos de la crisis es que sabemos muy poco, ha quedado desfasada. Conocemos cuál es su origen. Sabemos quiénes son sus principales responsables. Tenemos datos como para colapsar una computadora cuántica respecto de sus consecuencias en estos dos últimos años. Es cierto que no podemos afirmar cuándo acabará, pero son muchos los países que aseguran ver luz al final del túnel. Quizá esa luz a la que hacen referencia es la de la locomotora que se acerca a toda velocidad, pero esa es una cuestión distinta.



Existe un consenso pacífico según el cual el meollo se inició en EEUU, donde algunas entidades financieras estaban concediendo préstamos hipotecarios con condiciones prácticamente inexistentes. Las conocidas como "hipotecas subprime". En nuestro sistema de economía global, muchos bancos eran propietarios de esas entidades y, a su vez, esos bancos eran propiedad de otros bancos. Cuando los hipotecados no pudieron hacer frente a sus pagos, el desastre financiero se extendió como una fisión nuclear dejándonos el panorama que ya todos conocemos. Luego cada país ha aportado su encanto particular. La burbuja de la construcción y la especulación inmobiliaria ha sido nuestra contribución al mosaico. 



Después de unos años de escuchar y leer toda clase de sandeces sobre el libre mercado, la mano invisible de éste, las supuestas bondades de la desregulación financiera y que el Estado debe mantener sus manazas alejadas de las transacciones bursátiles, es factible formular algunas conclusiones provisionales. En primer lugar, es notorio que muchos de los que citan habitualmente a Adam Smith no han leído una sola línea original del escocés. En caso contrario, sabrían que un inspector de aduanas (ni más ni menos) como él, hablaba también de límites y controles en la desregulación mercantil con el objeto de evitar los abusos que pudieran producirse. En segundo lugar, nunca la máxima de que un problema no puede resolverse de la misma manera que se ha generado tuvo más sentido que ahora. Las políticas desreguladoras y tendentes a disminuir la influencia estatal en la economía generarán de nuevo los mismos desfases. Pero ellos parecen ser los últimos en querer enterarse de estos aspectos. O eso nos hacen creer.



Es aquí donde pretendo entroncar el inicio de este escrito con la perorata que lo precede. Y es que no sólo hemos tenido que asistir a la práctica (no en España *) de políticas denostadas por ellos mismos, como el rescate estatal de bancos y entidades financieras (es decir, pagar con el dinero de todos las deudas de pocos): una vez pasado lo peor para sus intereses, se permiten el lujo de volver por sus fueros dando lecciones sobre lo que es correcto y divino e inalterable y lo que no. Claman que las reformas del sistema financiero serán perjudiciales para todos, cuando todavía es la hora en que deben  demostrar que la actual normativa es beneficiosa no sólo para sus bolsillos; balbucean que la tasa Tobin no supondrá la solución a nuestros males; que la eliminación de los paraísos fiscales es muy difícil de acometer; que, en definitiva, lo que hay que hacer es rebajar el gasto público, olvidarnos de esa quimera conocida como Estado de Bienestar y hacerles caso a ellos, que saben de qué va esto y por algo son los que manejan el capital.



En consecuencia, son los ciudadanos quienes están sufragando los costes de esta crisis en forma de paro, reducción de prestaciones sociales y subidas de impuestos. "Vamos a refundar el capitalismo" dijo Sarkozy, y se quedó tan tranquilo después de semejante brindis al sol. "Hay que acabar con los paraísos fiscales", repetían alienados los integrantes del G-20, tras celebrarse las primeras reuniones de este organismo con conocimiento de la existencia de una cosa llamada crisis. "Van a pagar quienes han sido los responsables de todo esto", rescatando después a bancos y generando un riesgo moral sin precedentes. Dos años después, la percepción es que se ha hecho muy poco para poder concluir que nos encontramos ante un cambio verdaderamente trascendental. Las propuestas formuladas, aunque acertadas muchas de ellas, son insuficientes o están hallando obstáculos (previsibles y conocidos de antemano) para llevarlas a cabo.



A su vez, el fenómeno conocido como globalización ha deparado algunos de los mimbres necesarios como para que esto haya sucedido de tal manera. Si toda economía precisa de unas directrices y unas normas sobre las que establecerse para impedir desmanes, es lógico deducir que una economía global necesita un gobierno global. Una vez admitida la falacia que supone la afirmación de que el mercado se regula por sí solo, hay que dirigir la mirada hacia los organismos de gobierno plural. Descartada la ONU por su rigidez e ineficacia para imponer sus resoluciones (Irak; Israel) salvo con países que ocupan puestos insignificantes en el ránking de PIB nacional, tenemos a la UE. Sancho, con Europa hemos topado.



Es en estos precisos instantes cuando uno se percata de la importancia de las elecciones comunitarias. No de la que resulta indiscutible y obvia a simple vista, sino de la que asoma sutilmente cuando se pretenden políticas comunes en materia de regulación financiera/económica y se descubre la oposición del Reino Unido por temor a perder la preponderancia de Londres como la City por excelencia. Cuando un Parlamento Europeo eminentemente conservador retrasa en la medida de lo posible la aplicación de políticas en materia de energías renovables, para no perjudicar a los lobbys que promocionan y financian las formaciones políticas que lo conforman. En definitiva, que el gobierno común europeo de poco sirve si quienes lo manejan son, precisamente, quienes menos creen en él.


En los otros lados de esta balanza de múltiples brazos, tenemos a los EEUU de Obama y a los países asiáticos. En cuanto a los primeros, hemos constatado que las buenas intenciones de su Presidente han topado con los intereses de las corporaciones más importantes del mundo. El lobby de Wall Street ha dedicado 3,5 millones de dólares a la semana para desprestigiar la figura del líder demócrata durante la tramitación de la reforma financiera. Una reforma cuyo éxito depende, en buena medida, de lo que se haga en Europa y Asia. Y todavía serán necesarios muchos más cambios si lo que se pretende es domar un poco al animal salvaje y peligroso que es el centro financiero mundial.




En cuanto a China y la India, principalmente, el problema es de otra índole. Explicaba antes que la globalización sin gobierno ha supuesto, a simple vista, más perjuicios que beneficios. Como muy bien argumenta mi amigo Antonio Diéguez, difícilmente puede competir la economía europea con países que se lucran con dinero suyo, pero que a cambio otorgan prestaciones sociales irrisorias, cuando no inexistentes, para los trabajadores que generan ese capital. Es un partido completamente desigual. Las reglas del juego que me convienen para ganar dinero y ninguna de sus contrapartidas. La enormidad geográfica de los dos Estados citados les permitirá trasladar sus fábricas por su propio territorio mucho antes de que las reivindicaciones laborales se hayan extendido completamente.



Por lo tanto, el internacionalismo multilateral, esto es, sin el liderazgo de un único país, es absolutamente necesario para solucionar los problemas a los que hago referencia. En un momento en el que asistimos a un debate identitario sobre la socialdemocracia no creo que tengamos que buscar reformulaciones. Más bien debemos reafirmar sus principios y, fundamentalmente, cumplirlos, el aspecto en que falló, en mi opinión, la Tercera Vía. La promulgación y ejecución de una nueva legislación laboral global es fundamental, no sólo por cuestiones sociales, sino para evitar la competencia desleal entre naciones. La regulación financiera debe establecer puentes a ambos lados del Atlántico y del Pacífico que impidan la creación de subterfugios para los capitales sin patria, pero con patrón. Al igual que los tributos o tasas que graven sus transacciones. Por ello, los paraísos fiscales deben desaparecer sin excusa alguna. También hay que establecer principios regulados de sostenibilidad económica, medioambiental y social de obligado cumplimiento y romper las relaciones comerciales con aquellos Estados que se nieguen a seguir su senda. 






Estas reformas globales deben ir acompañadas de modificaciones internas en cada una de las naciones. El actual desequilibrio fiscal que existe en nuestro país ha contribuido a que nos acerquemos peligrosamente a una tasa de transferencia de distribución cero. Eso significa que, alcanzado ese punto, las políticas sociales que perciben los ciudadanos son íntegramente pagadas por sus propias rentas sin que perciban ningún "extra" de otras rentas más altas. En consecuencia, hay que modificar la normativa con el objeto de que los grandes capitales no puedan refugiarse en SICAV's con la impunidad con la que lo hacen, ni tampoco aquellos que deberían tributar al 45% en el IRPF lo hagan al 25% o 30% con sociedades limitadas. Las escapatorias que el entramado fiscal permite suponen un fraude para el sistema y, en consecuencia, repercute directamente en los ciudadanos. Por supuesto, medidas similares deben adoptarse en el resto de Estados para evitar la fuga de capitales.



Es en esta dualidad global/interna donde se tienen que trazar las rutas por las que debemos discurrir. Esta dicotomía ha supuesto hasta ahora una dificultad insalvable para los que han pretendido abordarla, pero nos encontramos probablemente en unos de los instantes en que más conscientes somos de su realidad. Necesitamos personas dispuestas a encabezar la iniciativa de estas reformas. Líderes cuyas convicciones sean tan sólidas como su determinación a llevarlas a cabo, pero también ciudadanos que quieran apoyarlas y creer en ellas. Una vez identificadas todas las piezas en el tablero, sabemos que tras un capital monetario, tras una multinacional, dirigiendo bancos y medios de comunicación, gobernando naciones, se encuentran personas físicas. Seres humanos (me ahorro el sarcasmo obvio) que, a su vez, dependen de otras personas que, a su vez, dependen de más personas y estas otras de más todavía. Depende también de todas ellas, de nosotros, aportar lo que nos corresponde en esta partida si queremos ganarla.


domingo, 26 de septiembre de 2010

DANZIG - DETHRED SABAOTH

Glenn Danzig. Personaje que despierta pasiones y odios sin igual. Su oscura y profunda voz, deudora de Jim Morrison y Elvis Presley; su imagen torva y conexa a ritos paganos; sus polémicas con otros artistas y bandas; una discografía que contiene títulos de culto junto con decepcionantes trabajos más preocupados por encajar con el entorno del momento que por ofrecer algo digno.



Quienes se alinean en el bando de sus admiradores, entre los que me cuento, necesitábamos un disco como este “Dethred Sabaoth”. Las últimas incursiones en el estudio del de New Jersey no habían resultado nada satisfactorias para quienes adoramos álbumes como “Danzig”, “Danzig II - Lucifuge” y el resto de su tetralogía inicial. Por decirlo de alguna manera, se invirtió la tendencia natural de un músico que siempre había sido pionero en los géneros que ha abordado (The Misfits; Samhain) y que, de repente, firmaba obras más propias de petimetres de usar y tirar.



Ya la propia carátula del álbum emite las vibraciones adecuadas. A medio camino entre el cómic y la serie B, como mandan los cánones de Evil Elvis. Pero es, evidentemente, cuando comienza la apertura con “Hammer of the Gods” cuando se confirma que no nos encontramos ante un sucedáneo de metal industrial ni nada parecido. Un ritmo pesado, como debe sonar el repiqueteo del martillo de dioses salvajes e idólatras. Y esa voz de barítono invocando fuerzas oscuras en medio de la tormenta sónica que ha desatado.



Llama la atención el uso del doble bombo y la irrupción de solos de guitarra larguísimos en muchas de las canciones, destacando en este sentido “Rebel Spirits  o “The Revengeful”, esta última de lo mejor del disco. No parece un mero capricho de los músicos en cuestión, sino que responde más bien a una declaración de intenciones; un guiño al oyente que analiza cada una de las aristas del producto al que se enfrenta.



Danzig es un hombre que siempre ha sabido combinar la fuerza bruta natural que desprenden sus composiciones, con pasajes melancólicos e intimistas que, en mi opinión, describen perfectamente la dicotomía que le otorga esa magia (negra, en este caso) inexplicable que conforma el aura que le rodea. La pseudo instrumental “Pyre of souls” y “Left hand rise above” cumplen esa cuota junto con, en menor medida, “Deth Red Moon”, fantástico tema este último con una cadencia más rítmica que las anteriores. 



Otras, como “Juju Bone”, nos recuerdan que el blues siempre ha ejercido mucha más influencia de la que a simple vista se otea en el horizonte de sucesos del pequeño coloso. Sus letras podrían haber encajado perfectamente en cualquiera de las ensoñaciones terroríficas de los añorados “Misfits”. Pasan los años y el bueno de Glenn todavía nos sugiere cómo deshacernos de compañías incómodas.



Quienes deseen abordar el álbum y esta suponga su primera incursión en el universo Danzig disfrutarán este trabajo sin problemas. Para aquellos iniciados, constituye el regreso del brujo a lo alto de su atalaya desde la cual vocifera los conjuros que nos han hipnotizado durante todos estos años.





viernes, 24 de septiembre de 2010

3, 2, 1...

Exactamente transcurrido un año y nueve meses desde la última ocasión que escribí en un blog, he decidido volver a plasmar públicamente algunas ocurrencias con caracter puramente ocioso. Por eso, en este espacio no me limitaré únicamente a exponer cuestiones políticas, que son las que han ocupado principalmente el uso que hago de las nuevas tecnologías, sino también sobre literatura, música, cine, deporte y cualquier otra materia que me plazca.


Es por tanto, una bitácora personal que espero compartir con todos los lectores que pasen por sus bits. En breve publicaré el primer post temático.

Hasta entonces.