martes, 20 de diciembre de 2011

EL DEBATE DE INVESTIDURA

Córdoba es una ciudad que no solo se caracteriza por su belleza, sino también por haber exportado a la cultura hispana algunos de sus más grandes filósofos: Séneca, Averroes y Rafael Guerra. Supongo que este último no será muy conocido para los amantes de Platón y Aristóteles, pero si le preguntamos a un connoisseur de la turomaquia reconocerá inmediatamente en su nombre al torero de los siglos XIX y XX y autor de frases tales como: "Cada uno es cada uno","Hay gente para todo" y la que justifica esta entrada "Lo que no puede ser, no puede ser, y además es imposible". ¿Schopenhauer? ¿Kierkegaard? Nah: Rafael Guerra.


Ayer comenzó el debate de investidura de Mariano Rajoy como sexto Presidente de la democracia española. Su discurso, al igual que el de muchos portavoces, estuvo plagado de buenas intenciones, lugares comunes y guiños a determinados sectores de la economía nacional y mundial. No esperaba menos de un político cuyo mayor rasgo distinguible es la previsibilidad. Las propuestas genéricas que formuló, además, eran las que figuraban en su programa electoral por lo que resultaban conocidas por todos.


Sin embargo, hubo un pequeño matiz que supone, en mi opinión, un punto de inflexión importante dentro del contenido general que expuso Rajoy. La cifra de 16.500 millones de € que prevé reducir del déficit en 2012, supone una novedad discursiva que merece un análisis particular.


La cantidad mencionada no es baladí, así que lo primero que uno tiene que plantearse es cómo puede reducirse un desequilibrio económico de semejante magnitud con los datos ofrecidos ayer. Estamos todos de acuerdo en que hay muchas cosas que deben corregirse de nuestras Administraciones Públicas: las ineficiencias y las duplicidades competenciales son algunas de ellas. Pero cuando la parte del discurso destinada a las política fiscales únicamente menciona nuevas deducciones y bajadas de impuestos, es cuando uno hace números y estos no salen. Ayer Alfredo Pérez Rubalcaba cifró en más de 10.000 millones de €  la cantidad que las arcas del Estado dejarán de percibir con las rebajas impositivas propuestas.

Porque con la lucha contra el fraude fiscal no bastará para poder conseguir reducir el déficit en la cantidad propuesta. Y, entonces, es inevitable pensar que los recortes previstos en las AAPP conllevarán reducciones de derechos y prestaciones sociales. Aunque el PP, a pesar de su mayoría absoluta, todavía no se atreve a reconocer lo que pronto comprobaremos a través de Decretos Leyes.


¿Por qué el Partido Popular renuncia a poder exigir un mayor esfuerzo fiscal a las SICAV y a las grandes fortunas o las entidades financieras? No se trata de un anatema para los políticos conservadores ya que en otros países como Francia o Reino Unido, con gobiernos de derechas, perviven impuestos similares. Se trata, entonces, de una cuestión puramente política: no creen en la capacidad redistributiva de la fiscalidad progresiva como una herramienta útil para conseguir una mayor cohesión y justicia social. Y es que esta última, la justicia social, es imposible si no hay justicia fiscal.


En consecuencia, comprobaremos en los próximos meses que la fórmula de Rajoy pasa por lo que negaron una y mil veces en la campaña electoral. Que al pan, pan y al vino, vino significa que habrá recortes sociales en beneficio de la reducción del déficit, sin ningún tipo de contramedidas para que los cimientos del Estado del Bienestar no se resientan. Que a quienes no les afecta la reducción de las prestaciones en la sanidad y educación públicas, ni del subsidio de desempleo porque no lo necesitan, no van a tener que afrontar ningún esfuerzo, por pequeño que sea, para ejercer su solidaridad con los que más tienen.


Por eso, no puede ser que el PP cumpla sus previsiones sin coste social alguno. Es imposible. Y lo más grave es que, paradójicamente, serán esos sacrificios sociales los que sufragarán una crisis eminentemente financiera cuyos principales responsables lo que pretenden es acabar con los derechos sociales tal y como los conocemos.

Si Rafael Guerra fuera un parlamentario de este siglo, de este tiempo, le diría al Sr. Rajoy lo que todos vemos y ellos no reconocen públicamente: lo que no puede ser, no puede ser, y además es imposible.