miércoles, 27 de octubre de 2010

LAS 10 FRASES MÁS UTILIZADAS EN LA POLITICA ACTUAL

Existen multitud de tópicos referidos a la política. Algunos de ellos manifiestamente falsos pero de enorme fortuna entre los ciudadanos, como que todos los políticos somos iguales. Otros, más un chiste que otra cosa, como que la política es un mal necesario. Sin embargo, sí es cierto que ésta es quien se sirve en ocasiones de los propios tópicos para manifestarse. O más bien que algunos de quienes ejercemos eso del politiqueo, solemos echar mano del baúl de prendas dialécticas más sobadas, de una manera más habitual de lo que sería deseable.




Naturalmente, cada uno tiene sus preferencias y como todas las listas de esta índole, absurdas de por sí ya que responden a criterios puramente subjetivos, habrá quien hubiera señalado otros como los más representativos. Aquí expondré aquellos que más he tenido ocasión de escuchar en mi andadura o que están en boga en algunos de los sanedrines que frecuento. El orden es aleatorio, sin que unos deban establecerse jerárquicamente por encima  de los restantes. Por supuesto, si de tópicos tratamos, que sean 10 los representados. Adjunto traducción de su intención real.


1.- "Tenemos que hacer un poquito de pedagogía". Conjunto de palabras utilizado para dar a entender que los ciudadanos son seres ignorantes, a los que debemos inculcar la sabiduría de la que nosotros somos afortunados poseedores y explicarles las cosas como si de lactantes se tratara. Algo en desuso en estos últimos meses y completamente desprovista de sentido, salvo el indicado, por su abuso constante. Probablemente introducida por la gran cantidad de profesionales de la pedagogía que militan en política.


2.- "Estamos de acuerdo en lo esencial, pero debemos resolver algunos aspectos". Circunloquio que denota un extremo cuidado por parte de su autor en no poner de manifiesto la enorme distancia que separa una postura de otra, posiblemente debido al gobierno de alguna institución en coalición con el interlocutor restante o bien a la existencia de acuerdo de estabilidad.


3.- "La hoja de ruta ya está trazada". Metáfora sobre una declaración de buenas intenciones que suele culminar en un destino absolutamente distinto al que se había previsto inicialmente.


4.- "Respeto y comprendo su opinión, pero...". Anticipo de lo que suele devenir en un ataque semántico en toda regla contra el adversario, tratando de restar prestigio y credibilidad a su opinión.


5.- "Hemos llegado a un principio de acuerdo". Después de horas encerrados negociando y discutiendo nuestras propuestas, hemos acordado que debemos ponernos de acuerdo.


6.- "No podemos seguir gastando de esta manera". Expresión que suele utilizarse cuando las cuentas arrojan cifras capaces de provocar infartos a los gestores económicos, la deuda es lo suficientemente escandalosa para que su cifra real no se filtre a los medios y la caja contiene gran variedad de muestras de especies arácnidas.


7.- "Creo que no lo ha entendido bien, pero se lo volveré a explicar".  Eufemismo ampliamente usado por aquel que quiere dar a entender al adversario que no tiene ni puta idea de lo que ha estado diciendo. Nótese la suma delicadeza retórica al poner en duda algo sobre lo que se tiene la más absoluta certeza.


8.- "Hoy es un día importante para España". Frase inicial enormemente apropiada para el ponente que desde el estrado del hemiciclo pretende dotar de importancia histórica y trascendental no al contenido de su intervención, sino a su intervención propiamente dicha y, en consecuencia, a su persona.


9.- "Cada día somos más quienes pensamos...". Inconcreción que permite al autor generar la ilusión de que su opinión es compartida por otras personas, con el objeto de no descubrir su soledad y repartir las posibles represalias que sus palabras, generalmente críticas, pueden suscitar.


10.- "Nada más y muchas gracias".

viernes, 22 de octubre de 2010

MERKEL ÜBER ALLES!

Uno nunca deja de sorprenderse de la pérdida de la capacidad de los humanos por sorprenderse. No importan las ocasiones en las que hayamos tenido oportunidad de comprobar la afirmación anterior: siempre acabamos en el mismo punto de partida.


Es posible que en nuestra sociedad actual, donde las noticias y las declaraciones se producen a un ritmo vertiginoso, resulte difícil discernir entre lo plúmbeo y lo trascendente. Especialmente porque, en ocasiones, somos los primeros que no prestamos la más mínima atención a todo cuanto nos rodea. No es poco común reflexionar sobre un dato o una información que conocemos desde hace días, incluso semanas, captada por nuestro subconsciente, pero que nuestro cerebro no había tenido oportunidad de procesar todavía. De repente, se materializa con toda su fuerza y es cuando nos percatamos de su verdadero alcance.


En el ámbito de lo político, cuando se está completamente expuesto a todo tipo de mensajes que van desde lo más ruin que se pueda imaginar, como ha tenido a bien demostrarnos el alcalde de Valladolid recientemente, hasta verdaderos hallazgos semánticos, el suceso mencionado se produce aún con más celeridad.



La pasada semana, Angela Merkel nos deleitó con una declaración que contiene el vigor suficiente como para que pueda inscribirse en su epitafio. La presidenta germana manifestó que el modelo de sociedad multicultural ha fracasado completamente en Alemania. No es que sus palabras no hayan suscitado reacciones, ya que estas se hicieron un hueco en los medios, pero considero que, por la trascendencia de las mismas, no han sido analizadas en profundidad.





En una Europa que se encuentra en los momentos más convulsos socialmente de sus últimos 30 años, con la práctica totalidad de sus Estados recortando o reajustando el Estado de Bienestar, lo afirmado por Merkel constituye el paso siguiente del instante actual. Primero, Sarkozy  promulga una normativa contra los gitanos que apenas provoca un rechazo profundo de los antaño defensores de los derechos civiles por excelencia, los franceses. La UE, tras la reprimenda verbal del padre condescendiente con su hijo rebelde, homologa la normativa gala y renuncia a sancionar el hecho. Segundo, aunque anterior cronológicamente, Berlusconi prosigue con su particular cruzada para devolver a Italia a la época feudal y afirma que "menos inmigración significa menos crimen", axioma que los datos oficiales siempre han demostrado como falso. Tercero, la canciller alemana aporta su particular opinión de todo este asunto.



Si no fuera porque quien suscribe estas letras nunca creyó en las conspiraciones planetarias, afirmaría que todo forma parte de un plan preconcebido, quien sabe si desde las entrañas del Club Bilderberg. Lo cierto es que se están dando una serie de pasos precisos consistentes en arrinconar todas las conquistas sociales que tanto han costado y tan rápido hemos asimilado. La parte inicial consistiría en desmontar o dejar sin efecto el entramado normativo que sustenta al estado social. Después proceder a desinfectar el sistema de los elementos externos que lo saturan. El último escalón, por lógica, debería consistir en hacer lo mismo con los propios que se oponen a las reformas en curso.



Lo curioso de todo este asunto, es que al observar a la selección de Alemania en el pasado Mundial de Sudáfrica, era sorprendente comprobar el número de jugadores de origen no germano que había en sus filas. Desde polacos a un español, tunecino, ghanés, brasileño y un turco. Demasiada presencia de chavales que han llegado a lo más alto jugando al deporte más popular con diferencia. Y todo ello en un país al que se sitúa constantemente bajo la lupa por sus antecedentes en materia de discriminación racial.


Naturalmente, con ello no pretendo demostrar que las palabras de Merkel contienen una finalidad política perversa. No es necesario. Su propia afirmación se descalifica de por sí. En una nación que ha sido la piedra angular sobre la que ha girado la construcción de una unión europea (no el organismo, sino el hecho) basada en valores de integración, acogida y solidaridad, el eco de su advertencia chirría escandalosamente. Es el Caballo de Troya con el que se pretende introducir posteriormente justificaciones para una futura limitación de derechos civiles y sociales, al entenderlos innecesarios para una población que ya no estará en posición de reclamar nada.





No niego que existan disfunciones o roces en la sociedad alemana respecto a determinadas cuestiones de integración cultural. Pero como en cualquier país democrático que se denomine como tal, el modo de superarlos es mediante el diálogo, la comprensión y el consenso, no echando a los leones ávidos de carne contra los más desprotegidos.



Como traca final de su intervención, la última frase tiene su guasa para quien haya convivido con alemanes en un país distinto a Alemania: "Quien no aprenda inmediatamente alemán, no es bienvenido". Quizá habría que señalar, por otra parte, que quien lo consiga debería ser doblemente bienvenido por ser capaz de acometer tan difícil tarea.

jueves, 7 de octubre de 2010

MANIQUEANDO

Mucho se ha escrito hoy en día sobre el fútbol como fenómeno de masas. Del deporte en sí, y de todo lo que le circunda que no es poco. En realidad se trata, como ya muchos han apuntado, de una nueva reformulación del pan y circo de Vespasiano fundamentalmente. Por eso no pretendo profundizar en este aspecto, otros lo han hecho y atinando más de lo que yo podría.



Sin embargo, hay algo que no le es ajeno a cualquier ciudadano que siga con cierta regularidad los medios deportivos y de información general en los últimos meses: la bipolarización que se está produciendo entre los personajes de Guardiola y Mourinho. Aunque ya muy conocidos por la mayoría de nosotros, la información que se ha vertido sobre su vida, milagros y fracasos ha sido completamente abrumadora. Cansina incluso. Y en muchas ocasiones de una manera ciertamente tendenciosa. Aupando al entrenador barcelonista al Olimpo de la bondad personificada y demonizando al portugués hasta el extremo. John Carlin lo reflejaba perfectamente en su artículo para El País el pasado domingo.





En consecuencia, no pretendo esbozar un panegírico sobre las virtudes de Pep y la maldad congénita del de Setrúbal, no. Mi intención más bien es explicar los motivos por los que considero que es mucho más meritorio lo que está haciendo el primero que el segundo y, a ser posible, dejando mi piel de barcelonista irredento a buen resguardo.


Desde que tengo uso de razón, siempre he creído que el fútbol es un deporte en el que el objetivo es ganar un partido metiendo goles, cosa harto imposible si no se consiguen estos últimos. Así, los mayores ídolos que ha generado casi siempre se han caracterizado por su facilidad para conseguirlos, así como por la belleza en la ejecución de muchos de ellos. 


Al margen de los logros individuales y ahora que nos encontramos de nuevo en una etapa de exaltación de las virtudes del trabajo colectivo (ejem!), también han existido conjuntos que se han caracterizado por un funcionamiento coordinado entre todos sus miembros y por la plasticidad de su puesta en marcha sobre el terreno de juego. Otros, al contrario, han pasado a la eternidad por ofrecer un espectáculo tedioso a pesar de conseguir resultados más que satisfactorios. El tiempo parece haber tratado mejor al Madrid de Di Stéfano o el Ajax de Cruyff que al Liverpool de los 70 o al Nottingham Forest.


Que hoy en día el Barça practica un juego más vistoso que el Real Madrid es algo que no discute prácticamente nadie. Pero sí se ha suscitado controversia entre los resultados que uno y otro pueden alcanzar al finalizar la temporada, que es cuando habrá que hacer balance, dicen algunos. Y, en mi opinión, Guardiola ya ha ganado de antemano la partida.





Me explico. Si algo ha dejado claro el de Santpedor en los dos años y poco más que lleva entrenando al Barcelona es que es un hombre absolutamente fiel a un ideal, un concepto. Criado en la Masia y a las órdenes de referentes en la historia culé de la talla de Cruyff, su credo ha sido forjado a base de hacer circular el balón con fluidez, distribuirlo con criterio, siempre al pie del compañero y con dos pases por jugador como máximo, para hacerlo llegar a las redes contrarias como si de una consecuencia natural de su trayectoria se tratara. Sea cual sea la envergadura del rival al que se ha enfrentado, nunca ha variado su filosofía (más allá de cuestiones tácticas muy puntuales). Siempre se ha mantenido fiel a ésta. Y, por eso, Pep no puede perder la batalla más importante que libra cualquier ser humano: contra uno mismo.


En cuanto a Mourinho, a pesar de sus numerosas virtudes, no se le puede atribuir la misma condición que a Guardiola. Y a las hemerotecas me remito. Cuando la pasada temporada se enfrentó al Barça en la primera ronda de la Copa de Europa, ante las críticas vertidas sobre su ultra-defensivo sistema de juego en su propio campo, se excusó argumentando: "Es el Barcelona quien me ha obligado a jugar así".  Y no son pocas las ocasiones en las que el luso ha defendido el resultadismo por encima del espectáculo, la última de ellas recientemente. Es cierto que, a su manera, ésa es también una forma de ser fiel a sí mismo, puesto que siempre ha antepuesto la consecución del objetivo a la forma de obtenerlo.



Y aquí quería llegar. Cuando Guardiola ha demostrado que desarrollando el juego más bello posible se han conseguido todos los títulos existentes, ha desenmascarado completamente a los agoreros y defensores a ultranza de conseguir la victoria a cualquier precio sin importar las formas. Porque éstas sí importan. Y mucho. Constituyen la proyección física de una idea. Y cuando el resto admite su incapacidad para ejecutarla de la misma manera es cuando hay que valorar la dificultad de lo que se ha obtenido. Pocos equipos ha habido y habrá que puedan compararse al azulgrana actual, aunque será el tiempo el que dé y quite razones.


Por eso, sobre otras cuestiones, Guardiola es tratado por los medios y los ciudadanos con mayor respeto y admiración que Mourinho. Nos transmite el mensaje de que es posible conseguir los objetivos que se marquen sin renunciar al método que los enaltece. Porque las personas tenemos necesidad de creer en la existencia de fábulas que pueden llegar a convertirse en realidad. Que las cosas pueden hacerse de la mejor manera posible. Y, sin duda, este Barcelona es la fábula particular de un niño que un día soñó con jugar en este equipo; que después soñó con dirigirlo y que ahora sueña que está soñando sus sueños.