miércoles, 28 de noviembre de 2012

Pablo Martín interviene en una moción sobre actuaciones en defensa de un...


DESNUDANDO A LA IZQUIERDA PLURAL

Decía el filósofo estoico y cordobés Lucio Anneo Séneca, que el lenguaje de la verdad debe ser, sin duda, sin artificios. En la política, además, me atrevo a añadir que no basta con decirla una sola vez, sino que la inercia de nuestras propias redes de comunicación en ocasiones transforma la información en otra muy distinta a la que se pretende ofrecer. Por eso es necesario repetir cuantas veces sea posible el mensaje propio. Aunque también se puede hacer un ejercicio de deconstrucción de las mentiras o medias verdades de otras formaciones políticas distintas a las propias.


Cuando una formación se autodeclara por sus propios actos y palabras en el referente moral de una parte muy importante de la sociedad, en este caso, digamos, la izquierda política de este país, se necesita mucha coherencia y transparencia para poder sostener tal afirmación sin que se le vean las costuras al traje. Si, además, algunas de las contradicciones en las que incurre dejan en evidencia manifiesta su propia petulancia entonces es que hemos pinchado hueso y hay mucho donde roer.


Vayamos a los hechos. El grupo parlamentario La Izquierda Plural que agrupa a las formaciones IU, ICV-EUiACHA ha defendido esta semana una moción (página 4) para una democracia avanzada y un Parlamento al servicio de la ciudadanía. Absolutamente pertinente y necesaria en los tiempos que corren de desafección y desilusión de los ciudadanos hacia quienes ejercemos la representación institucional política. Sin embargo, no exenta de algunos errores de tipo técnico que no tienen interés alguno y, sobre todo, con margen para establecer mejoras para profundizar en una mayor participación ciudadana.



Al margen de eso, dentro de todas las propuestas que planteaba, la mayor parte de ellas compartidas por el PSOE y/o mejoradas, había dos que no podíamos aceptar tal cual venían redactadas. La primera, relativa a equiparar las condiciones "laborales" de los parlamentarios con las de los trabajadores asalariados. No la aceptábamos en esos términos porque su lenguaje remitía al utilizado por el Partido Popular o UPyD en referencia a que esas condiciones que tenemos son "privilegios" por una parte y, por la otra, porque remitíamos el debate (que no rehusamos) a la Comisión del Estatuto del Diputado que es el foro donde debe tener lugar.


La segunda propuesta que no podíamos aceptar, hace referencia a establecer mecanismos de control para el cumplimiento de los programas electorales con revocación del cargo público en caso de incumplimiento. Es decir, convertir en contratos jurídicos los programas electorales. La barbaridad de esta proposición es tal que ha recibido reprimendas por parte de varias formaciones. Nuestras objeciones son dos: la primera es que si ni siquiera es posible cumplir las previsiones de 1 año previstas en unos PGE, menos lo son las de 4 años de un programa. Son perspectivas políticas, no cláusulas jurídicas. Aceptamos y creemos en la rendición de cuentas a través de la transparencia, pero no con una propuesta imposible de llevar a cabo y que desprende un tufo a demagogia intolerable.

¿Por qué demagogia? Porque IU es la primera que no la practica. Su apoyo en el Parlamento de Extremadura al Partido Popular ha permitido a esta formación aprobar recortes a la subvención al transporte escolar; transferencias de crédito de la educación pública a la concertada; eliminación de servicios sanitarios esenciales básicos para el mundo rural; elminación de las ayudas a la diversidad. Todos estos recortes imposibles de llevar a cabo sin la necesaria abstención de Izquierda Unida. No es necesario recordar que ni un solo parlamentario suyo ha dimitido así como que esta formación en su programa electoral no apoya los recortes sanitarios en educación y sanidad. Y esto es tan sólo un ejemplo. Existen otros.

Una vez explicadas las principales diferencias entre su propuesta y la nuestra, es necesario aclarar que tanto el PSOE como el PP hemos formulado una enmienda a la totalidad de la iniciativa de la Izquierda Plural. Extremadamente opuestas como podréis comprobar ahora.

Ahí va un ejemplo, este es el primer apartado de la nuestra, muy similar al de la original:

" El Congreso de los Diputados aprueba constituir, conforme al cauce reglamentario pertinente, una Subcomisión en el seno de la Comisión Constitucional, que tenga por objeto el estudio de medidas concretas que permitan un impulso democrático, que profundicen en la participación directa de la ciudadanía en la vida política, mejoren la identificación entre representantes y representados, así como que mejoren el funcionamiento de esta Cámara.

La referida comisión deberá elaborar y presentar ante esta cámara, en el plazo máximo de 12 meses, un informe con recomendaciones y medidas concretas"


Y éste es el primer apartado de la del PP:

" El Congreso de los Diptuados manifiesta encomendar, de conformidad con los cauces reglamentarios oportunos,  a la Comisión de Reglamento la puesta en marcha de los trabajos para impulsar, desde el mayor consenso posible, los cambios reglamentarios que contribuyan a mejorar el funcionamiento de la Cámara y a lograr una mayor identificación en su capacidad de representar a los ciudadanos".

El subrayado y puesto en negrita del lenguaje es para resaltar las diferencias semánticas que, en política, como en el derecho, pueden generar abismos ocultos. La primera es que en la nuestra se aprueba la constitución de una subcomisión mientras que en la del PP se manifiesta encomendar a una ya existente, la de Reglamento, la puesta en marcha de trabajos.

La segunda diferencia, muchísimo más importante, trae causa de los plazos, imprescindibles. Mientras que la original y nuestra enmienda establece un máximo de 12 meses para la entrega de las medidas concretas, la del Partido Popular no fija plazo alguno...lo cual significa que puede transcurrir toda la legislatura sin que llegue a reunir la Comisión de Reglamento. Debo informar al lector que la citada comisión se reune al inicio de cada legislatura una vez...y ya.

Esta táctica de política procesal utilizada por el PP en numerosas ocasiones no ha pasado desapercibida para la Izquierda Plural. Saben, además, que el PP tuvo ya oportunidad de debatir estas cuestiones cuando el PSOE las planteó en junio de este año y votaron en contra. 

Pues bien, a todo ello debo añadir que en las conversaciones con el portavoz de la formación izquierdista éste me había reconocido lo adecuado de la enmienda que les habíamos planteado. Pese a que no quiso decirme si aceptaban la nuestra o la de los conservadores hasta bien entrada la tarde, excusándose en que esperaba llamadas para plantear el asunto a sus compañeros. Mientras tanto, los medios de comunicación del Congreso ya sabían que aceptaban la propuesta popular. Inaudito.



A estas alturas, cabe preguntarse cuál es la coartada esgrimida para tal comportamiento. "Que aceptar la enmienda del PP abre el debate", me espeta el portavoz de la Izquierda Plural al día siguiente. "¿Qué va a abrir el debate? ¿Dónde?" inquiero recordándole que la ausencia de cualquier plazo permite a los populares demorar la convocatoria de la Comisión de Reglamento que, por otra parte, tan solo se reune una vez por legislatura.

Ante la evidencia de que nuestra enmienda será rechazada y aceptada la del PP es donde realizo las siguientes conjeturas:

1.- Nuestra enmienda es infinitamente mejor que la del PP y eso lo reconoce el propio grupo proponente original.

2.- También mejora sustancialmente su moción pero, si la aceptan, se convierte en NUESTRA propuesta y no la de ellos.

3.- Buscan el rédito político de afirmar que han conseguido llevar al PP a su terreno, cuando la enmienda del PP tiene un único objetivo: desactivar su moción con sus plazos  y medidas concretas.

4.- La excusa de que así se aprobará la moción aunque la vacíen de contenido completamente, es absurda para una formación que hace bandera y fortuna política del victimismo cuando en cada pleno son rechazadas sistemáticamente todas las que formula.

5.- La Izquierda Plural prefiere renunciar a sus principios políticos en detrimento de una finalidad cortoplacista para apuntarse una victoria inane. En este punto no puedo evitar bromear en que se les presupone la ideología marxista...pero la de Karl, no la de Groucho y su famosa frase sobre los principios.

6.- Quien siempre hace gala de la crítica a la unión del PSOE y el PP para determinados asuntos no duda en alinearse con los populares cuando le conviene. Bien sea en el Parlamento extremeño, bien para hacer pinza contra los socialistas, algo que no se veía desde los tiempos del profeta Anguita.

En consecuencia y para finalizar un texto ciertamente extenso, las lecciones de moral deben contener un comportamiento sin mácula por parte de quien las recita. Especialmente cuando su mascarada es tan fácil de evidenciar. Este es tan sólo uno de los episodios llevados a cabo por esta formación política que denota semejante actitud muy a menudo, pero no es el único. A lo largo de la legislatura ya han mostrado una ambigüedad que ya querría para sí el David Bowie de los 70.

Nadie está a salvo de las contradicciones y de los errores, es absolutamente cierto. Pero no lo es menos que también existen quienes predican excesivamente con la palabra pero pecan con los actos. Volveré a informar de comportamientos semejantes la próxima vez que suceda. Es mi deber.


lunes, 29 de octubre de 2012

LEYES, DISCURSOS Y...ROCK'N'ROLL!!!

El próximo miércoles 31 de octubre de 2012, volveré a subirme a un escenario con una banda para hacer un concierto íntegro y no una canción puntual. Será la primera vez que lo haga desde octubre de 2008 y, por lo tanto, la primera también desde que ostento la condición de parlamentario.

No son pocas las ocasiones que he citado aquí y en otros foros que la música forma parte de mi vida tanto o más que cualquier otra de mis actividades intelectuales, sea el derecho o la política. En cierto modo, cuando subo a un escenario con mi bajo colgando sobre mis hombros genero también un discurso, una declaración. En este caso a través de la música y no tanto de las palabras, pero tan válido como cualquier otro de los que pueda haber pronunciado.

Después de 20 años militando en diversas bandas cifro los conciertos que habré dado en unos 50 o 60. Muchas cosas me han sucedido en ellos y considero que después del tono excesivamente serio de mis últimas entradas, es un buen momento para rememorar de forma desenfadada algunas anécdotas al respecto.

El primer concierto es, al igual que el resto de actividades trascendentes que uno realiza por primera vez, algo que jamás olvidaré. Aunque fue manifiestamente olvidable. Tocábamos 3 canciones en un festival de una localidad de Mallorca: "The house of the rising sun", "Sweet child o'mine" y una de nuestra propia cosecha. Comenzábamos con la versión de Guns and Roses y, a falta de cantante, yo tenía que encargarme de las tareas vocales. Por supuesto, jamás se me hubiera ocurrido tratar de imitar la voz y el tono de Axl Rose, pero en los ensayos con cantar unos tonos más bajos y conseguir afinar pensábamos que ya era suficiente.



El problema es que yo no había calculado el miedo escénico como factor a tener en cuenta. Y aunque solamente estaban presentes nuestros amigos y familiares entre el público, los nervios me jugaron una mala pasada y mis cuerdas vocales se tensaron tanto que, sí, incluso superé los agudos de Axl, pero a mil millones de galaxias de encontrar el tono correcto. Afortunadamente, el guitarrista me socorrió y acabó la canción de manera más o menos decente. Tardé meses en recuperarme de las heridas psicológicas que aquello me creó en términos de autoestima musical.

Sonrió ahora al recordar cuando con Dawholeenchilada se nos ocurrió, como truco escénico, aparecer en el escenario con la máscara de Jason Voorhes, el protagonista de la saga "Viernes 13". Una idea magnífica en lo visual, pero que quizás deberíamos haber puesto en práctica antes de hacerlo directamente en el concierto. ¿El resultado? Con los movimientos y la excitación la máscara se subió impidiéndonos al guitarrista y a mí ver el mástil de nuestros instrumentos y, lo más importante, respirar. Así que medio ahogados la tiramos al suelo 50 segundos después de haber comenzado la primera canción...mientras el resto de la banda seguía con ellas puestas...realmente impactante, lo estúpidos que éramos.

Claro que no siempre fuimos nosotros los que comenzábamos el espectáculo. En un concierto en una lejana localidad mallorquina, llegamos al bar donde debíamos actuar sobre las 8 de la tarde. Que hubiera parejas con bebés en cochecitos bebiendo cerveza ahí dentro, mientras los altavoces atronaban y el humo no te dejaba ver lo que sucedía a escasos centímetros de tu cara, ya hizo que saltaran todas las alarmas. Hicimos la prueba de sonido y nos fuimos a cenar. Al volver media hora antes del concierto, la Guardia Civil nos impide el paso porque estaban llevando a cabo una redada dentro del local. A través de las ventanas pude ver como uno de los agentes buscaba con las linternas en el interior de nuestros amplificadores. Por un momento el temor a que alguien hubiera escondido algo ahí dentro se apodero de mí, pero finalmente no sucedió nada. Tras el consiguiente ejercicio de arqueología a la luz de mecheros por parte de los clientes del lugar cuando marchó la pareja de agentes, el concierto se llevó a cabo sin incidentes reseñables.

Generalmente, cuando uno se sube a un escenario sabe que correo el riesgo de ser increpado por parte del público e incluso de recibir el impacto de algún objeto. Lo que ya no es tan habitual es que sea el propio público el que es insultado desde el escenario...por el grupo actuante. Así sucedió cuando tocando en otro festival (obviaré la banda y el lugar) antes de comenzar la segunda canción, el guitarrista pide al técnico de mesa que baje el volumen del bajo de los amplificadores de referencia internos que estaba, hasta yo lo reconozco, altísimo.

Evidentemente, se lo pidió desde el micro del escenario por lo que todo el público pudo escucharlo. Lo cierto es que una chica que se encontraba entre los asistentes gritó, incomprensiblemente: "¡Que te jodan!" A día de hoy todavía no he podido comprobar si se trataba de Andrea Fabra.  La reacción de mi compañero fue la siguiente (también a través del micro y ante toda la audiencia): "Que te jodan a ti, puta de mierda. La siguiente canción va dedicada a la jodida puta que ha dicho "¡Que te jodan!".  Nos quedamos tan paralizados como el resto de espectadores y solamente pude reaccionar cuando me tocaba entrar en el tema que ya había iniciado mi furibundo colega. Por fortuna, la cosa no pasó a mayores, imagino que por el temor de muchos a enfrentarse a la vehemencia y la agresividad personificada en que mutó, durante segundos, el guitarrista.



Estas son algunas de las anécdotas que acuden rápidamente a mi mente cuando evoco algunos conciertos. Otras creo que es mejor no publicarlas en este espacio. Podrían ser...malinterpretadas.

Tocar delante de un público es una sensación bastante similar a intervenir ante un tribunal o en un acto político. En todas las ocasiones siempre hay un factor de imprevisibilidad que hace enormemente excitante la experiencia, más allá de lo obvio. Este miércoles por fin volveré a encontrarme con esa sensación. Ha sido demasiado tiempo apartado de los escenarios. Será magnífico apuntar con el mástil de mi bajo hacia los asistentes y con la barbilla ligeramente inclinada hacia arriba decir: "He vuelto".
 

lunes, 22 de octubre de 2012

¿QUÉ NOS ESTÁ SUCEDIENDO?

Ayer domingo 21 de octubre de 2012, se celebraron elecciones autonómicas en Galicia y el País Vasco. Los resultados en el momento en que escribo estas líneas son ya suficientemente conocidos por todos, al igual que muchos análisis, opiniones y conjeturas al respecto. 

La pregunta que formulo para esta entrada no solamente concierne al PSOE, que también, sino que es una reflexión sobre la ciudadanía en general y la de izquierdas en particular.

Creo que es posible afirmar que los primeros comicios en los que realmente se comprobaron los estragos provocados por las políticas anticrisis en España, fueron los del 22 de mayo de 2011. Las anteriores elecciones vascas y gallegas así como las europeas del mismo año, 2009, se produjeron en un momento en que muchos pensaban que la crisis actual no tendría estas repercusiones por lo que su influjo, de haberlo, fue menor.

Posteriormente, llegaron las elecciones generales del 20 de noviembre de 2011 en la que los socialistas cosechamos los peores resultados del actual periodo democrático en España. Para entonces ya era más que evidente que habíamos perdido la confianza de una parte muy importante del electorado de izquierdas y que nos iba a costar recuperarlo. Los resultados de Andalucía y Asturias este 2012 supusieron un aparte cuya incidencia se ve ahora minimizada con los resultados obtenidos especialmente en Galicia, donde se han vuelto a reproducir los mismos patrones que en las fechas electorales de 2011.



 
Es entonces cuando me pregunto qué puede sucederle a mi partido para que no hayamos sido capaces de recuperar parte del crédito perdido, cuando hace ya más de un año que tenemos constancia de la desafección ciudadana hacia nuestras siglas. Pienso en nuestras ideas y nuestras propuestas. El programa electoral con el que confluimos a las elecciones generales de 2011 es uno de los más modernos y socialdemócratas de nuestra reciente historia. ¿Pero quién está ahí para escucharnos y, sobre todo, para creer que vamos a ser capaces de hacerlo?

Habíamos gobernado el comienzo de la crisis en España y errores propios muy publicitados, junto con aciertos varios poco explicados además de otros factores como el15-M, por ejemplo, generaron el caldo de cultivo necesario para obtener esos resultados. De acuerdo. Pero desde entonces, este partido ha pasado por un congreso federal y los consiguientes regionales y provinciales. Si los ciudadanos nos siguen viendo como los mismos que permitimos por omisión u obra que parte de esta crisis sea lo que es, resulta evidente que es necesario hacer algo más, mucho más de lo que hasta ahora hemos hecho.

No es tan solo una cuestión de nombres. Al menos no solamente eso. Pero sí necesitamos que la gente vuelva a acercarse a nosotros para que sean capaces de escucharnos. De momento, no están dispuestos a hacerlo y no les culpo por ello. Por lo tanto, debemos ser nosotros quienes nos pongamos a la distancia necesaria. Y solamente podemos ser capaces de hacerlo introduciendo una verdadera participación y transparencia en el funcionamiento cotidiano del partido.

En los próximos meses se celebrarán conferencias organizativas y políticas en las que se debatirán aspectos relativos al discurso y modo de funcionar del PSOE. Probablemente es uno de los últimos trenes que podemos alcanzar antes los próximos comicios generales, los cuales dudo que sean en 2015. Si no somos capaces de abrirnos y compartir nuestro mensaje, hacerlo de todos, permitir que otras personas cercanas puedan participar, difícilmente vamos a poder generar la atención necesaria para hacernos oír. Es evidente que cuanto antes se produzca la celebración de estos eventos, mucho mejor.

Pero comentaba al principio de esta entrada que no solamente me pregunto qué le ocurre al PSOE. Considero que la izquierda de este país en general debe también hacer una profunda reflexión. Comprobar que IU celebra los resultados obtenidos en Galicia por AGE cuando solamente ha conseguido la mitad de los obtenidos por un PSOE en horas bajas es una buena muestra de su ingenuidad. No puede haber un mensaje más claro sobre la incapacidad de la izquierda de pancarta y oposición eterna para ser una verdadera alternativa, no ya al poder, sino a los socialistas. Si nosotros adolecemos de falta de credibilidad en su caso es ya una imposibilidad absoluta el conseguirla.


 
Otro tanto podríamos decir de los nacionalistas de izquierdas del BNG. Un término que por cierto me parece una contradictio in terminis para cualquiera que comulgue (con perdón) con ideas como solidaridad, igualdad o internacionalismo.

La fragmentación de la izquierda una vez más beneficia a una derecha que siempre ha tenido muy claras varias directrices esenciales en esto de la democracia y ganar elecciones: el que no vota, no gana; mejor una mal gobierno de derechas que un buen gobierno de izquierdas; 1 solo día de esfuerzo permite 4 años de beneficio...y muchas otras.

En cuanto a las personas de izquierdas que prefieren quedarse en sus casas, votar nulo o en blanco, pese a que todos comprendemos el hartazgo, hastío y desesperación que pueden llevarles a tomar una decisión semejante, no puedo aceptarlo bajo un punto de vista democrático. Democracia es participación, opinar, contrastar, protestar, manifestarse, votar. Es posible que ninguna de las opciones disponibles colme sus expectativas, pero quizás también deben reflexionar sobre su nivel de exigencia política y si el candidato de sus sueños es, precisamente, eso: una ensoñación.

Me explico. Pongamos que esas personas no votan al PSOE por considerar que no tiene credibilidad alguna o que no es lo suficientemente de izquierdas. Tienen otras opciones, sea el caso de IU, BNG, AGE o cualquier otro partido con más o menos relevancia. Pero tampoco les votan de forma masiva. Independientemente de lo mucho que perjudique el sistema electoral y el reparto de escaños a esas formaciones, lo cierto es que IU, por ejemplo, recibió en las elecciones generales de 2011 1.686.040 votos. El 6, 92 % de los votos. Casi 4.500.000 votos menos que el peor resultado que hemos conseguido los socialistas en nuestra historia. Por no citar a formaciones mucho más minoritarias.

Por muy profunda que sea la desafección de una persona de izquierdas hacia el sistema, considero que por principios democráticos debe votar a una formación que aglutine el mayor número de opciones con las que se identifique. Aunque no coincida absolutamente. Aunque no le merezcan la mayor de las confianzas, aunque no tenga posibilidades reales de ganar o gobernar.  

Pero es que el voto de protesta sin destinatario o la abstención jamás conseguirá una educación pública de calidad; una sanidad universal gratuita que se denomine como tal; unas pensiones dignas. Más bien la historia reciente nos demuestra que cuanto más se producen este tipo de reacciones, la derecha arrasa. Precisamente por lo clarísimas que tienen sus votantes estas cuestiones.

En cualquier caso, todas estas reflexiones están realizadas al calor de los acontecimientos. Solamente son observaciones que me apetecía compartir. El análisis concreto y las soluciones a aplicar requieren de muchísima más templanza y profundidad. Eso sí, debe comenzar hoy mismo. O, mejor dicho, espero que comenzara ayer.

martes, 9 de octubre de 2012

25 DE SEPTIEMBRE DE 2012

De casi todos los acontecimientos históricos en los que el pueblo se ha rebelado con mayor o menor fortuna contra sus dirigentes, conservamos en la retina imágenes asociadas a estos que sintetizan lo sucedido. En algunos casos, obras de arte que presentan alegorías de esos instantes como el "Asalto al Palacio de Invierno de San Petersburgo" o el de la Revolución Francesa de 1830 (que erróneamente se atribuye en ocasiones a la de 1789). En otros, fotografías y/o vídeos como la archiconocida foto del hombre anónimo con las bolsas de la compra que se encara con un tanque en las protestas de la Plaza de Tiananmen de 1989.


A pesar de que hay un abismo en cuanto a la importancia histórica entre los acontecimientos que cito y el pasado día 25 de septiembre de 2012, sí hay una imagen que refleja de alguna manera los excesos y errores llevados a cabo ese día por las fuerzas de seguridad y, especialmente, por quienes dieron las instrucciones políticas sobre cómo debían resolverse los incidentes que hubiera. Ésta es la imagen en cuestión:


Cualquier persona comprende la necesidad de un dispositivo policial ante una manifestación que pretende la ocupación del Congreso de los Diputados, durante la celebración de una sesión plenaria. Incluso la primera carga que se realiza contra los manifestantes que pretenden saltar las barreras o derribarlas tiene justificación. Pero a partir de ese momento, cuando se contemplan escenas en las que la policía agrede con sus porras por encima de la cintura a ciudadanos que no realizan actividad subversiva alguna, contra personas caídas al suelo e incluso algunas de ellas de avanzada edad, no existe ningún argumento que pueda convencerme de la necesidad e idoneidad de semejante comportamiento.

Porque la policía, como defensores en última instancia de la legalidad y del Estado de Derecho, algo que se nos ha repetido en numerosas ocasiones en estos días, estaba allí para evitar incidentes y proteger a los diputados y ciudadanos, no para provocarlos o agredir gratuitamente a estos últimos.

Pero como ya he comentado en otra ocasión, no es la policía la principal responsable de los atropellos que se han cometido sobre los manifestantes no violentos que acudieron el pasado 25 de septiembre a las puertas del Congreso. Al menos, no los responsables intelectuales. Son quienes dieron las instrucciones políticas a los mandos de actuar con contundencia y deliberadamente quienes pretendían escarmentar a los que habían osado plantarse en Plaza Neptuno. La Delegada del Gobierno en Madrid, principal perpetradora de estos hechos, dijo textualmente en televisión que la policía había hecho lo correcto porque: "Lo había dado todo".


No seré yo quien defienda y comparta los objetivos de los manifestantes, pero sí tengo muy claro que debo defender el derecho de la mayoría de ellos a hacerlo pacíficamente y que reciban el respeto y consideración que como ciudadanos de un país democrático merecen. Hay determinados episodios de aquél día que generan escalofríos, impropios de nuestra sociedad.

Sin embargo, no pretendo huir del debate generado en torno a esos motivos por los que miles de ciudadanos decidieron llevar a cabo un acto de protesta sin parangón en nuestra historia democrática. Algo sucede para que de la noche a la mañana, personas normales con vidas comunes como las de todos nosotros den un paso que años antes jamás se hubieran atrevido a dar.

Pienso en el Congreso de los Diputados como el espejo en el que nos reflejamos los políticos y en el uso que se le ha venido otorgando en los últimos meses. Pienso en un Presidente del Gobierno que no comparece para dar las explicaciones pertinentes sobre asuntos cruciales para los españoles, que sí se debaten en el Bundestag o en Finlandia. Recuerdo propuestas formuladas esta misma legislatura para abrir sus puertas y acercarlo a los ciudadanos permitiendo su participación, rechazadas con una frialdad pasmosa. Reflexiono sobre la cantidad de Decretos-Leyes que sustraen el debate parlamentario y no permiten que se visualicen las propuestas de otros grupos que no sea el Gobierno.



Entonces, me doy cuenta de que el objetivo del Partido Popular de ahondar en el desprestigio de la clase política es una realidad. Sabedores de que siempre es la izquierda la que sale perjudicada de la puesta en marcha del ventilador ante un montón de estiércol, acentúan su desdén sobre la ciudadanía; exageran su desprecio ("que se jodan") sobre los demás; aumentan su supuesta indiferencia ante las protestas ciudadanas. A ellos les perjudica, sí. Pero a nosotros nos perjudica el doble y ahí están los datos sobre popularidad e intención de voto. 

Y esa desafección, ese descreimiento en las personas y las instituciones que nos dedicamos a la política acaba transformándose en rabia, impotencia, desesperación. Todas ellas necesarias para llevar a cabo sucesos como el del 25-S. No los actos violentos. Sino los de las personas pacíficas (la mayoría) que decidieron acudir a la convocatoria o apoyarla desde diversas ciudades y redes sociales. 

Este hecho debe servirnos de reflexión a todos sin excepción alguna. Debe recordarse que existen topes, límites invisibles que no pueden traspasarse. Que hay palabras como "libertad" o "derechos" que cuando su uso se pervierte, acaba peligrando la propia democracia. 

Espero que en los próximos acontecimientos relacionados con esta cuestión, se pueda comprobar que vamos hacia adelante y no hacia atrás.  

lunes, 17 de septiembre de 2012

¿QUÉ ES LO QUE REALMENTE ESTÁ EN JUEGO?

Leía este fin de semana un artículo excelente sobre la relación entre superhéroes y política. No son pocas las ocasiones en las que he tenido que defender las sinergias entre el mundo del cómic y las preocupaciones intelectuales que a todos nos atañen. Naturalmente, no pretendo afirmar que tras una historia de Spiderman se encuentren disertaciones metafísicas a la altura del mejor Aristóteles, pero quien siga pensando que la cosa trata únicamente de tipos en leotardos persiguiendo a los malotes correspondientes, se pierde un espacio de reflexión desenfadada importante. Como muestra, esta viñeta conseguida directamente del artículo que cito.


No deja de ser enormemente seductora e interesante la idea de que incluso tipos con superpoderes increíbles, sean incapaces de atajar de una vez por todas las desigualdades, la corrupción, el hambre y la miseria que estas generan. Humaniza a los políticos presentando su objetivo casi como una utopía, por lo que de algún modo contribuye a lanzarnos un guiño más que necesario. Eso cuando los propios políticos no somos los villanos de turno, claro, que en ocasiones también sucede. 

Y ahí es donde quería llegar. A los villanos. Porque en muchas ocasiones, creemos tener identificados perfectamente a los agentes malvados y los motivos que les inspiran, cuando en realidad se trata tan solo de intermediarios de los verdaderos causantes de muchos de los males que pretendemos denunciar.

Hablamos de los mercados casi como entes con personalidad propia. Les atribuimos horrores y características propias de lo que sería el concepto socrático del Mal. Pero no atinamos a combatirlos con certeza porque olvidamos que solamente son herramientas de personas físicas reales, con nombres, apellidos y direcciones postales. Cuánta razón tenía Bret Easton Ellis al situar en "American Psycho" a uno de los psicópatas más sanguinarios de la literatura contemporánea en el seno de Wall Street. Patrick Bateman es un personaje tan factible, tan real, que da pavor precisamente por eso. Y es que creemos que con inutilizar sus enseres a través de una reforma del sistema financiero sería suficiente, cuando en realidad lo único que conseguiríamos sería retrasar un poco sus objetivos. Descuadrar sus balances de un ejercicio.

Pienso que lo que realmente necesitamos es ir directamente hacia el autor, no el medio. Y para eso sí es necesaria una reforma, pero no tanto del sistema financiero (que también), como sí de la transparencia administrativa, mediática e incluso de la normativa penal. Porque difícilmente podemos combatir la especulación financiera contra alimentos, deuda pública o fondos públicos de pensiones si la persona real que la está llevando a cabo se escuda en una marca, unos medios que defienden los mismos intereses (y, por lo tanto, tienen los mismos objetivos) y una normativa administrativa y penal que cobija sus acciones. 

Pero no solamente erramos el tiro cuando hablamos de los mercados. Aquí en España acabamos de asistir a un proceso de desmantelamiento del Sistema Nacional de Salud y de la educación pública gratuita entendida como tal, que únicamente es la punta del iceberg de lo que hay detrás. Sí, todos comprendemos que uno de los objetivos es la entrada de intereses privados y lo que eso conlleva en un sector especialmente lucrativo. Pero como suele decirse, los árboles no nos dejan ver el bosque.

Recientemente, una buena amiga me confesaba una de las reflexiones más lúcidas que he escuchado en este sentido en mucho tiempo. "Pablo, el problema de nuestro Sistema Nacional de Salud es que ha demostrado que en un país capitalista es posible una sanidad similar a la de los países comunistas. Y eso es algo que ellos no pueden tolerar. Pone en entredicho todos sus esquemas; sus dogmas; sus intereses. No van a consentir que se expanda a otros sitios como una pandemia. Sería el fin de sus negocios". ¿El Partido Popular? Mera herramienta al servicio de esos intereses, en muchos casos sin que algunos de sus integrantes siquiera sean conscientes de ello, repitiendo las consignas inoculadas al tiempo que muchos de sus familiares se benefician de un sistema de salud que ellos atacan con saña. Naturalmente, inocentes no son, pero ni mucho menos los instigadores intelectuales. Al menos, no la mayoría de ellos.

Y esos, los personajes reales que convierten la salud ajena en negocio propio; los que comercian con enfermedades y dolor; los que únicamente se preocupan por la salud de sus finanzas y no por la de los seres semejantes, esos son también auténticos villanos. Quienes presiden los Consejos de Dirección de las empresas que se lucran descaradamente con el negocio. Una vez más solemos cometer el error de señalar a la marca farmacéutica o a la fabricante de prótesis ortopédicas correspondientes. No. Quien da la orden es alguien de carne y hueso. Pocas veces los medios se hacen eco de sus nombres y de quiénes son realmente. La falta de transparencia y los blindajes mediáticos y legales de nuevo como protectores contra nuestros (¿súper?)poderes.

¿Es absurdo lo que digo y no podemos hacer nada contra ellos? Esa es la primera batalla que tienen ganada. La de su supuesta infalibilidad. La de hacernos creer que, como Juicio Final, el monstruo que mató a Superman, son indestructibles. Eso nos desalienta, nos desmoraliza, nos sitúa en el bando perdedor justo antes de que comience las hostilidades declaradas. 


Pero la Historia ha demostrado que eso no es cierto y que personajes como Madoff, por ejemplo, pueden acabar también en el lugar que les corresponde. El poder político como representante de la soberanía popular ha perdido mucho espacio que le pertenece en los últimos 30 años. Pero no lo ha perdido todo y aún estamos a tiempo de recuperarlo. El primer paso necesario para ello es creer que es posible. El segundo, hacerlo de manera coordenada desde suprainstituciones como la UE para poder combatir en igualdad de condiciones.

Los héroes son difíciles de encontrar o, mejor dicho, identificar. Es cierto. Más en los tiempos actuales que parecen sumirnos en melancolías y desgracias. Pero los hay a miles, cientos de miles, millones. Cada uno de los ciudadanos que cada día afronta su difícil realidad con el propósito de superar la adversidad y vuelve a hacerlo al día siguiente, ya es de por sí un héroe.

Ser un héroe, ser valiente, no es no temer o preocuparse por los problemas. Eso es inconsciencia. Ser un héroe es conocer la complejidad y dificultad de la tarea que se afronta y, a pesar de eso, seguir adelante. En este país hay muchos héroes. Solamente por honrarlos ya vale la pena que todos nos esforcemos por parecernos a ellos.




sábado, 11 de agosto de 2012

SOBRE LISTAS ABIERTAS Y LIBERTAD DE VOTO

No son pocas las ocasiones en las que he afirmado que una gran parte de la fundada desafección ciudadana hacia los políticos actual, debe combatirse con mayor transparencia, información y participación.

Efectivamente, son much@s l@s ciudadan@s que ante la profunda decepción surgida de las imperfecciones de los sistemas de democracia representativa, solicitan un mayor grado de participación o una mayor capacidad de elección de quienes después deben representarlos. 

En realidad, el grado de interlocución y comunicación entre los representantes electos y sus electores no depende necesariamente del modo en que estos han sido elegidos. Al contrario de lo que suele pensarse, en España ya se aplica un sistema de listas abiertas en la elección de representantes al Senado, por ejemplo, y ello no supone que la relación entre los senadores y sus electores difiera de la que estos tienen con los diputados. Pero no es menos cierto que sí puede establecerse un vínculo más sólido cuando ha habido una mayor participación directa de los últimos sobre los primeros por motivos evidentes. 



Una de las reivindicaciones más jaleadas en la actualidad es la de los sistemas de listas abiertas como formato para la elección de representantes al Congreso de los Diputados. Es necesario aclarar que por "listas abiertas" no se entiende un solo concepto, sino que son varias las fórmulas que pueden ampararse bajo esta definición.

Así pues, podemos entender por lista abierta aquel sistema por el que l@s ciudadan@s pueden elegir libremente el orden de los candidatos que figuran en las listas. También es conocido este sistema como "lista desbloqueada". En la actualidad, esta forma ha sido propuesta por el PSOE para su aplicación en el sistema de elección de candidat@s al Congreso de los Diputados.

Otra de las variantes sería la ya apuntada para la elección de senadores, es decir: una lista o papeleta en la que figuran candidatos de todos los partidos pudiendo elegirse conjuntamente de formaciones distintas, así como el número de los que desean votarse (con un límite máximo legal, naturalmente).

Sin embargo, la mayor objeción que se plantea al actual sistema de listas cerradas y bloqueadas, es el poder que confiere a los aparatos de los partidos políticos para poder elegir a sus integrantes con criterios que no siempre atienden al mérito y capacidad que sus propios estatutos requieren. Así, l@s votantes tan solo pueden apoyar una papeleta con un orden determinado inalterable y perteneciente a un único partido, sin que puedan elegir a aquellos que les parezcan más oportunos sin importar su afiliación partidista. 

Opino que los partidos políticos siguen siendo imprescindibles para la elaboración de unas listas que se presenten en comicios democráticos por lo que a continuación expondré, pero el sistema es manifiestamente mejorable, desde luego. 

Evidentemente, suena extraordinario desde un punto de vista democrático y participativo un sistema en el que cualquier persona pudiera libremente postularse para ser candidato y, con unos requisitos mínimos exigibles para serlo, poder ser elegido. Sin embargo, el problema no está en las dificultades de logística que esto podría entrañar, las cuales creo que son salvables en su mayoría con la tecnología actual. La cuestión principal estriba, en mi opinión, en que para que tal mecanismo fuera justo y efectivo, debería garantizarse una igualdad de condiciones y oportunidades de partida a todos los contendientes. Y eso es algo muy difícil, por no decir imposible, de conseguir. No puede partir con las mismas condiciones Emilio Botín que un desconocido trabajador asalariado mileurista. La capacidad económica o el conocimiento previo de los electores, son obstáculos muy difícilmente salvables.



En cuanto a la primera, la capacidad económica de los posibles contendientes y las dificultades que deben salvarse para poder financiar sus campañas, podemos asistir a paradojas como la de los congresistas demócratas que votaron en contra de la reforma sanitaria (hasta 30) que su partido propugnaba o de la reforma del sistema financiero estadounidense, sencillamente porque sus campañas electorales habían sido sufragadas por entidades con intereses en ambas materias. Es decir, no se trata ni mucho menos tampoco de un sistema perfecto, sin perjuicio de que, además, en EEUU los candidatos siguen adscribiéndose mayoritariamente a uno de los dos partidos hegemónicos existentes.

Sin embargo, sí es deseable que desde los partidos políticos se permita una mayor participación en la elaboración de las listas mediante el sistema de primarias para la elección de los candidatos a gobernar las instituciones. El sistema recientemente utilizado por el partido socialista de Francia por el cual aquellos ciudadanos que desearan participar sin necesidad de ser militantes pudieran hacerlo abonando una suma simbólica, es un avance muy significativo en materia de participación y transparencia. 

Creo que este sistema unido al desbloqueo de las listas para la elección de candidatos al Congreso de los Diputados que he mencionado anteriormente, puede conseguir unos márgenes democráticamente aceptables en ambas materias. 

La otra reivindicación o cuestión que se plantea, estrechamente relacionada con la primera, es la de la libertad de voto de todos los representantes electos.

La lógica señala que se establece un compromiso entre l@s votantes y l@s elect@s por el cual, cuando se formulan propuestas durante la campaña electoral, después debe votarse en consecuencia con las mismas. No todo es siempre tan sencillo. Más allá de incumplimientos manifiestos y masivos como el que observamos del Gobierno actual, no es menos cierto que un programa electoral es una guía fundamental para la dirección del partido que gobierna, pero que no puede constituirse en una tabla de granito inquebrantable cuando existan circunstancias que requieran variar el rumbo. El problema suele generarse cuando no se explican bien los motivos de tal viraje o no se pulsa la opinión de l@s ciudadan@s cuando se trata de cuestiones de capital importancia.

En realidad la libertad de voto está permitida en nuestro sistema democrático y no son pocas las ocasiones en las que se ha venido practicando. Sin embargo, los partidos pueden sancionar estos hechos debido a que así lo disponen los reglamentos internos que conocen todos los que aceptan ir en las listas representando a las siglas de turno. Lo cierto es que la fortaleza y cohesión de los grupos parlamentarios depende precisamente de su unidad, sin la cual se desmorona por completo su criterio, pero también la propia fortaleza y cohesión de las instituciones como trataré de explicar a continuación.

Así pues, pongamos por caso que debe realizarse una votación sobre una cuestión que beneficia a Cataluña, por ejemplo, pero perjudica a las Illes Balears. En un principio, se supone que los representantes electos de ambas circunscripciones si pudiéramos elegir libremente votaríamos a favor o en contra en función de las mismas. Al ser mayoritario el número de diputados catalanes, acabaría aprobándose la medida. Eso supondría que aquellas CCAA con mayor representación parlamentaria impondrían una "ley del más fuerte" que desequilibraría por completo al Parlamento y al país.

Existen formaciones como el PNV o CIU que, en determinadas ocasiones (Ley del aborto), otorgan libertad de voto a sus representantes. Se trata, sin embargo, de partidos minoritarios que no deciden el resultado final aprobado o rechazado.

En definitiva, existen fórmulas y mecanismos para introducir las muy necesarias transparencia y mayor participación que requieren nuestras instituciones, pero es preciso recordar que en la práctica política no existen sistemas perfectos, sino malos y menos malos, como definía Winston Churchill a la propia democracia. Es precisamente desde el debate y la confrontación de ideas como creo que podemos llegar a mejorarlo, por eso estaré encantado de leer vuestros comentarios y propuestas al respecto.

lunes, 6 de agosto de 2012

EXISTEN OPCIONES ALTERNATIVAS

Artículo publicado en el Diario de Mallorca el 6 de agosto de 2012.

EXISTEN OPCIONES ALTERNATIVAS


En las últimas semanas he escuchado en diversas ocasiones, casi siempre en boca del ministro de Hacienda y Administraciones Públicas, que los recortes llevados a cabo en las cuentas públicas españolas y nuestro Estado del Bienestar, han sido porque “no había otra opción”.

Comprendo que cuando la cantinela de “la herencia recibida” comienza a oler a naftalina al comparar los datos de los gobiernos socialistas y el actual, se haya instalado la urgencia de cambiar la letra. Pero más allá de las excusas para salir del trance, hay una auténtica declaración ideológica detrás de tal afirmación.

Pretenden difundir el falso axioma de que los recortes son necesarios porque durante todo este tiempo hemos estado viviendo por encima de nuestras posibilidades. Algo incierto ya que durante los años de crecimiento económico las cuentas públicas españolas llegaron a tener superávit. Quieren hacernos creer que las prestaciones sociales, la educación pública y la sanidad gratuita universal, son lujos que no podemos permitirnos. Y, con ello, introducir su propuesta de modelo de Estado con la mano diestra mientras impulsan debates ficticios mediante sus provocadores oficiales.

Lo cierto es que el actual sistema fiscal no resulta suficiente para conseguir un equilibrio presupuestario que permita garantizar esas prestaciones y es necesario recortar el déficit, sí, pero no como está haciéndolo el Partido Popular: existen otras propuestas que no solamente no generan este intolerable coste social, sino que además contribuirían a que nuestra fiscalidad tuviera una mayor capacidad redistributiva (además de recaudatoria) y  recuperara progresividad.

Desde el partido socialista las hemos propuesto ya en los debates parlamentarios y éstas son algunas de las principales, al no poder figurar todas por problemas de espacio.

Impuesto a las grandes fortunas. Tras la reposición del reformado impuesto sobre el patrimonio por el PSOE en 2011, estaba prevista la implantación de este tributo que ya se aplica en otros países europeos. En su defecto, el PP ahora podría seguir aplicando el primero ya que en 2012 deja de estar operativo. Las previsiones más prudentes estiman en 3.000 millones de €  la cantidad que podría recaudarse con el nuevo gravamen. Exactamente la cantidad que se recortó hace poco en Educación. Es necesario recordar que en las Illes Balears, el ejecutivo de José Ramón Bauzá se ha negado a recaudar la parte que le correspondería del impuesto sobre el patrimonio (unos 30 millones de €) mientras se permite anunciar el cierre de hospitales públicos.

Impuesto de sociedades. Aunque los tipos previstos en España se encuentran dentro de la media europea, las deducciones existentes permiten que las grandes empresas paguen un tipo real cercano al 17% cuando el tipo nominal aplicable es del 30%. Esto perjudica, además, a las PYMES que no compiten en las mismas condiciones que sus homólogas de mayor tamaño. Es necesario, por tanto, reformular este tributo. Una modificación que permitiría ingresar 7.000 millones de €. Más o menos la cuantía que se ha recortado en el Sistema Nacional de Salud (SNS).

Aumento del 10% del impuesto sobre el tabaco y el alcohol. La propuesta dejaría el vino y la cerveza exentos de tal subida, pero el resto de licores aumentaría su gravamen en ese porcentaje junto con el tabaco. El ingreso previsto se estima en, al menos, 1.000 millones de € que podrían ir destinados a financiar, de nuevo, el SNS.

Eliminación de las diputaciones provinciales. A diferencia de los Consells y Cabildos, con funciones muy distintas a éstas, son instituciones que han demostrado su ineficacia en la escena política actual. Su supresión reportaría otros 1.000 millones de €.

Se trata, por tanto, de 12.000 millones de €, ni más ni menos, que permitirían reducir el déficit sin necesidad de adoptar opciones traumáticas para los ciudadanos y dramáticas para las propias cuentas públicas. A diferencia de la desproporcionada e injusta subida del IVA o la introducción de tasas judiciales,  que repercuten en toda la población sin importar su capacidad económica o situación laboral.

Existen otras propuestas igualmente importantes, como la implantación de muchas más medidas contra el fraude fiscal, y no la actual amnistía, que deben abordarse.

Por lo tanto, es absolutamente falso que no haya otras opciones. Sencillamente no quieren abordarse porque el Partido Popular no cree en una salida social de esta crisis. Sus errores en las medidas adoptadas para acortar el déficit están generando más recesión, más pérdida de poder adquisitivo, más parados. El consumo, entonces, disminuye y con él la recaudación, lo cual obliga, paradójicamente, a más recortes. Un efecto perverso en el que el actual Gobierno nos tiene sumidos.  Están a tiempo de recapacitar y cambiar de rumbo. Entonces, les estaremos esperando.

Pablo Martín Peré

lunes, 30 de julio de 2012

POR QUÉ ME GUSTA LA POLÍTICA

Las bromas y refranes que circulan en torno a la política son innumerables y, la mayor parte de ellas, con un sesgo peyorativo que contribuye a desprestigiarla aún más de lo que ya lo está. Desde lugares comunes como el ya trilladísimo "todos los políticos son iguales/corruptos", a comentarios llenos de ingenio como el también muy conocido "La política es el arte de buscar problemas, encontrarlos, hacer un diagnóstico falso y aplicar después los remedios equivocados."  que el gran Groucho Marx parece que tomó prestado de Ernest Benn.

Respecto a la relación de la corrupción con la política, un tema que da para escribir un artículo enciclopédico, siempre he sintetizado mi pensamiento con esta sentencia: quien cree que todo el mundo puede comprarse, es que también está dispuesto a venderse. Es evidente que los casos de corrupción actuales han influenciado enormemente en la situación de tremenda desafección que atravesamos, pero lo que muchos ciudadanos no parecen dispuestos a aceptar es que la descomposición ética de los políticos que la han practicado sería imposible sin el concurso de la propia sociedad. 


Pero más allá de estas reflexiones, son pocas las ocasiones en las que las personas que hemos decidido dar un paso adelante y tomar parte activa en el ejercicio político explicamos los motivos o razones que nos llevaron a ello. Opino que es interesante conocerlas porque de esta manera podemos comprender mejor la labor de las personas que dedican un tiempo muy importante de sus vidas a la materia y también su trayectoria. Así pues, voy a explicaros mis argumentos y, si no os gustan, a diferencia de Groucho y sus principios, no tengo otros.

Al margen de que en un país democrático de alguna manera todos somos políticos en algún momento de nuestras vidas, tomar la decisión de afiliarme al PSOE no es algo que sucedió de la noche a la mañana. Quienes me conocen saben que siempre me habían interesado estas cuestiones y que mi inclinación por estudiar derecho, aparte de otros motivos, estaba estrechamente relacionada con mi interés por la política.

A los 18 años, en mayo de 1995, tras darle muchas vueltas a las repercusiones que podía tener en mi vida esa decisión (a la vista están hoy) me planté en la sede del partido en Palma de Mallorca. Ante la estupefacta administrativa que no podía creer que un joven quisiera ser miembro de la formación en un momento especialmente delicado como ese, rellené los datos del formulario y a las pocas semanas me llegó el carné de militante.

El razonamiento fue, más o menos, el siguiente: "creo que la sociedad en la que vivimos puede y debe mejorar, y puedo contribuir de dos maneras: con los actos que realizo en mi propia vida y/o a través de un partido político". Sin perjuicio de que es imposible estar 100%  de acuerdo con TODOS los postulados políticos de un partido en concreto o, mejor dicho, con los de su dirección, el PSOE era quien más se acercaba a las ideas que tenía sobre la justicia social, la igualdad de derechos y la de oportunidades. Además, tenía ya un familiar muy cercano que militaba en él y eso inclinó la balanza definitivamente.

Fue a través de las Juventudes Socialistas como conseguí implicarme de manera más directa en la labor política. Nos reuníamos varias veces por semana para plantear alternativas a lo que entendíamos que eran los problemas principales de los jóvenes de aquel entonces. Recuerdo montones de tardes e incluso noches con l@s compañer@s, trabajando en mil y un proyectos algunos de los cuales no llegaban a ningún sitio y otros hasta podían llegar a buen puerto. No eran pocas las veces que renunciaba a quedar con mis amigos porque tenía actividades políticas que realizar, pero ellos siempre lo aceptaron, aunque no todos lo entendían.


Mucha gente, probablemente debido al carácter privado de muchos actos del partido en aquellos años, desconocía la labor que llevábamos a cabo la mayor parte de sus militantes. Todavía hoy existe la idea de que todos los integrantes tienen estupendos sueldos con cargo al erario público o bien financiados por la propia formación. Eso no es así. En el caso de mi partido regional, el PSIB-PSOE, nadie que no sea personal administrativo o técnico tiene un salario y  el de los que lo tienen, lo pagan sus propias (y paupérrimas) arcas. 

Si la actividad política de mi formación es factible es porque miles de personas dedican su tiempo de manera desinteresada (con el coste económico de pagar las cuotas) a la labor política. La mayor aparte de ell@s, ciudadan@s anónim@s sin cargo institucional y, en muchas ocasiones, tampoco orgánico, que luchan por defender una idea en la que creen y por la que están dispuest@s a realizar sacrificios personales, familiares e incluso económicos. 

Creo que no me equivoco si afirmo que la mayoría de individuos que he conocido han desempeñado esa tarea durante gran parte de su trayectoria política, en un momento u otro.  

Por supuesto que existen también trepas, oportunistas y bribones que se aprovechan del trabajo de otros y tratan de utilizar con un fin personal y/o lucrativo, y nunca con vocación de mejorar la realidad que nos rodea, a la política. Están en todas las capas de la sociedad y los partidos políticos no iban a ser menos. Pero, al contrario de lo que suele creerse, se les detecta rápidamente y no suelen prolongar mucho su periodo de actividad precisamente por ese motivo. Así y todo, sigo abogando porque la transparencia y la participación permiten erradicar con mucha más celeridad este tipo de conductas.

En cualquier caso, para mí, la política es la herramienta con la que puedes convertir en posibles cosas que se tienen por imposibles; la que permite, incluso hoy en día a pesar de su desprestigio, que en todos nosotros siga plantada la esperanza de que puede existir un futuro mejor; la que cuando se utiliza en su acepción más pura ética y semántica, ennoblece a las personas que la practican y facilita la vida de sus destinatarios; finalmente, la que debe obligarte a desear para los demás las mismas facilidades y oportunidades que deseas para ti mismo.

Eso es lo que entiendo por política y el motivo por el que a pesar de que hoy en día no sea la actividad más prestigiosa, ni la más agradecida, sigo creyendo en ella y en los hombres y mujeres que dedican algunos de los mejores años de sus vidas a compartir y desplegar esa idea. Es evidente que, a tenor de la imagen que tenemos y de la reputación que ostentamos, tod@s debemos esforzarnos muchísimo más por devolver a esta palabra el significado que merece. Quizás pensaréis que es un objetivo imposible. Por eso me metí en política.


martes, 24 de julio de 2012

EL FUNCIONAMIENTO DEL CONGRESO DE LOS DIPUTADOS

Hace poco escribí una entrada en la que hacía referencia a cuáles son las condiciones de los parlamentarios españoles (en las Cortes Generales) con el objeto de informar sobre una cuestión que todavía no es lo suficientemente conocida por la mayor parte de los ciudadanos. También quería desmentir las falsedades e incorrecciones que en un correo electrónico titulado "ES INDECENTE" figuran y que habían motivado que muchísimas personas me preguntaran a mí y otros compañeros por esta cuestión.

Mis limitaciones como narrador son evidentes y eso ha motivado que muchos lectores pensaran que estaba tratando de justificar o excusar algo, cuando la intención era la apuntada anteriormente. Por eso esta nueva entrada comienza (ahora sí) con esta justificación. Para que no haya lugar a equívocos sobre su finalidad: que los ciudadanos conozcan un poco más la actividad del Congreso de los Diputados y la labor de los parlamentarios. A propuesta de un lector (o lectora), por cierto.

Para comenzar, es preciso conocer cuál es la labor principal que la Constitución y las leyes le otorgan a la Cámara Baja. Concretamente son tres: legislar, el control del Gobierno y, por último, la aprobación de los Presupuestos Generales del Estado. Al contrario de lo que muchas personas creen, la iniciativa legislativa no nos corresponde normalmente, sino que esta pertenece al Gobierno. En el Congreso y el Senado se debaten sus propuestas, aparte de las que puede presentar la oposición (Proposiciones de Ley, Proposiciones no de Ley).



Sin embargo, la mayor parte de la actividad parlamentaria que realizamos, además de en nuestras circunscripciones, se lleva cabo en las comisiones. Las hay permanentes, con capacidad legislativa o sin, temporales y subcomisiones. La mayor parte de ellas está compuesta por 43 diputados y, fundamentalmente, se debaten Proposiciones no de Ley, preguntas orales al Gobierno y, en ocasiones, Proyectos de Ley. También se celebran comparecencias. Cada diputado pertenece, al menos, a dos de ellas, si bien muchos estamos presentes en 3 o más. Según la función en la misma (miembro de la Mesa, portavoz o vocal) varía la actividad del parlamentario. Todas las sesiones pueden visualizarse a través de la web, tanto en directo como en diferido.

Así pues una semana digamos "normal" en el Congreso de los Diputados comienza con una reunión el lunes a las 18.00 de la "Permanente" del Grupo Parlamentario. Al menos, por parte de los socialistas. En ella nos reunimos los portavoces de las distintas comisiones, junto con la dirección del GPS para examinar el orden del día de la semana, exponer la posición del grupo y comentar cuestiones de política en general. La duración varía según la semana.

Los martes, a las 09.30 se reúne el GPS al completo para realizar un cometido similar. Sobre las 10.30 comienza la celebración de las citadas comisiones, que puede extenderse hasta las 13.30 (lo habitual), si bien en ocasiones acabamos a las 15.00. A las 16.00 se inicia el pleno que se celebra en el hemiciclo. Se debaten Proposiciones de Ley, Proyectos de Ley, Proposiciones no de Ley y Mociones. Dura habitualmente hasta las 21.00 horas, si bien no son extrañas las sesiones que se alargan hasta las 22.30. Excepcionalmente, podemos llegar a las 2.00 de la madrugada.



A las 09.00 del miércoles comienza la sesión de control al Gobierno. Preguntas orales e interpelaciones. Al finalizar, se celebran nuevas sesiones de comisiones. Estas pueden iniciarse también a partir de las 16.00. Suelen terminar, normalmente, a las 20.00.

Los jueves empezamos a las 09.00 horas debatiendo principalmente las enmiendas que llegan del Senado y la convalidación de Real Decretos-Leyes. Al finalizar los plenos, también pueden celebrarse comisiones.

Al margen de esta actividad, presentamos preguntas escritas que el Gobierno tiene la obligación de contestar, solicitudes de comparecencias y solicitudes de informes. Toda la actividad de cada diputado puede consultarse directamente desde la web del Congreso a través de su ficha, y ver sus iniciativas y sus intervenciones.  

Digamos que este es el funcionamiento común de la Cámara, el que se lleva a cabo la mayor parte del año. Se modifica cuando se aprueban los PGE o cuando se celebran sesiones extraordinarias para que comparezca el Presidente del Gobierno u otras cuestiones diversas.

Es necesario recordar que cuanto más grande es el grupo del que se forma parte, menos actuaciones se producen por parlamentario, por motivos obvios. Así pues, lo normal es que los miembros de partidos con escasa representación parlamentaria (IU, UPyD, PNV, etc) tengan un nivel de actividad "formal" más elevado que el de los partidos mayoritarios.

Esta es la actividad que se lleva a cabo en sede parlamentaria de manera habitual, en nuestras respectivas circunscripciones difiere enormemente en función del diputado y la propia circunscripción, si bien es común a todos la participación en medios de comunicación (oral y escrita) y actividades políticas y de partido.

He tratado de escribir este texto con carácter general y sin personalizarlo excesivamente, pero estoy a vuestra disposición para contestar a todas las preguntas que queráis realizar respecto al mismo.


martes, 17 de julio de 2012

ES NECESARIA MÁS TRANSPARENCIA Y PROXIMIDAD

Compruebo preocupado estos días que el Partido Popular está llevando a cabo un ejercicio de opacidad y oscurantismo total ante muchas de las medidas que están adoptando, sin precedentes en nuestra democracia. Tal es el mismo, que los propios ministros y portavoces deben contradecirse sobre lo apuntado unas horas antes porque ni siquiera ellos mismos conocen exactamente qué es lo que están anunciando ante los atónitos medios de comunicación. Por ese motivo, no son pocas las ruedas de prensa en las que las preguntas no se permiten.

Y mi preocupación se debe no solamente a la falta de ética democrática que esta actitud conlleva, sino también a que la desafección que genera entre los ciudadanos está alcanzado cotas intolerables para cualquier sociedad que pretenda avanzar.

Efectivamente, he podido experimentar por mí mismo que mucha de la desconfianza a la que me refiero se debe a la total falta de información que tienen los ciudadanos sobre la labor que realizamos sus representantes electos. Cuanto más elevada es la responsabilidad, más desconocido es nuestro trabajo, algo que me parece muy incoherente, por otra parte.

En las últimas semanas he tratado de aclarar algunos aspectos relativos a nuestras asignaciones, equipos y logística como un intento de acercar algo más nuestra realidad cotidiana al resto de ciudadanos. Pero he constatado que la herida es profunda y que son muchos aquellos que creen todavía las falacias relativas a las supuestas prebendas vitalicias de las que disfrutamos o sobre el número de políticos que existe en España.

En cualquier caso, hemos dejado durante demasiado tiempo que este tipo de desinformaciones se propagaran extendiendo su letal mensaje sin reaccionar debidamente y, ahora, las propias deficiencias de nuestro sistema generan un efecto expansivo de las consecuencias. Por ello considero que cualquier esfuerzo que se realice en este aspecto, es poco.


Recientemente planteamos en el pleno del Congreso de los Diputados que la Comisión de Peticiones pasara ser una Comisión de Participación Ciudadana, en la que pudieran debatirse asuntos del interés directo de otros ciudadanos, en la que ellos mismos pudieran exponer sus argumentos de forma directa y, por lo tanto, participar del debate. La propuesta se hacía extensiva también a otras comisiones. Naturalmente, aún se puede ahondar mucho más en esta materia, pero era un primer paso importante. Todos los grupos apoyaron la iniciativa, salvo el PP, argumentando este último razones técnicas para no hacerlo.

Sin embargo, la verdadera transformación en materia de transparencia no debe llevarse a cabo en las instituciones democráticas españolas. Al menos, no solamente en éstas, sino que debe materializarse en las mentes de todos y cada uno de los que ostentamos una representación electa u orgánica política. Todavía compruebo asombrado como el mundo de las redes sociales y de las tecnologías de la comunicación y la información es absolutamente ajeno para muchos de quienes tendrían que haberse habituado ya a su uso diario. Y hoy en día son un elemento esencial que permite aproximar las tareas políticas al resto de la gente y que esta pueda opinar y, en consecuencia, enriquecer el debate y conocer los motivos.

Afortunadamente, cada día son más l@s compañer@s que sin importar su edad y sus conocimientos previos se adentran en las entrañas de Twitter, Facebook y otras plataformas virtuales, pero si cada uno de nosotr@s hiciera un uso productivo y constante de estas herramientas, tengo la certeza de que una parte de la pésima percepción que pesa sobre nuestras cabezas se atemperaría.

Y es que respecto a la necesidad perentoria que tenemos de recuperar parte de la confianza perdida, pienso que la transparencia y la proximidad son indispensables para ello. La primera porque elimina las suspicacias que pudieran generarse sobre los intereses que nos mueven al adoptar decisiones. Seguirían siendo discutibles, por supuesto, tal y como es necesario en una sociedad democrática. Pero también se comprenderían mejor. La segunda, la proximidad, porque es completamente humano desconfiar de aquello que desconocemos. Y la percepción que hasta el momento se ha tenido sobre much@s de nosotr@s es que habitábamos en palacios de hielo, cuyas paredes no eran traspasadas por las peticiones y sugerencias del resto de personas.

Las preguntas que cabe formularse es: ¿Cómo podemos generar confianza si somos los primeros que parecemos no confiar en los demás? ¿Cómo podemos hacer que crean en nosotros si no creemos en ellos? Esas son algunas de las apreciaciones que me han planteado en estos últimos años y con mucha razón la mayoría de ellas.



Siempre me ha gustado una definición sobre la confianza según la cual, esta no supone conocer todas las respuestas, sino estar abierto a todas las preguntas. Y ésa es la meta que debemos fijarnos para una mejor percepción sobre la realidad política por parte de todos: que cualquier persona sin importar su capacidad económica, sus medios, sus ideas ni su ubicación, pueda acceder de manera real a nuestro trabajo y preguntarnos todas las dudas que sobre el mismo se le antojen.

Y los cambios a los que apunto deben forjarse de manera inmediata. Sin dilación. No podemos permitirnos más el lujo de que los ciudadanos no se identifiquen con sus representantes electos, porque desde el momento en el que los mecanismos tradicionales de la democracia devienen inútiles, se abona el terreno para discursos populistas que esconden finalidades contrarias a la libertad y la democracia. Y eso es algo que nadie debería estar dispuesto a aceptar.