miércoles, 26 de febrero de 2014

LAS PRIMARIAS DEL PSOE

El PSOE acordó en la Conferencia Política que tuvo lugar en noviembre de 2013, celebrar elecciones primarias para la designación de sus candidatos a gobernar el país, las CCAA, consejos/cabildos y la mayor parte de municipios de España.

La decisión, aunque no es la primera vez que se usa este formato, supone un avance sin precedentes en la apertura del partido y en su apuesta por la participación democrática. Para la elección del candidato a la presidencia del gobierno las primarias serán accesibles a todos los ciudadanos que así lo deseen, siempre que se apunten en un censo previo, firmen su adhesión a los principios socialdemócratas y abonen 2 €. En las Illes Balears y en Valencia, también se realizarán con este formato para elegir a quienes optarán a la presidencia de los gobiernos autonómicos. 

De esta manera, lo que era una reivindicación de muchos ciudadanos y de gran parte de las bases de la formación se torna en realidad, con todo lo que ello conlleva, que no es poco.

Desde luego, las primarias no son necesariamente requisito exclusivo del funcionamiento democrático de un partido. El método tradicional de elección de listas con delegados para los congresos suele ser criticado por su supuesta falta de legitimidad. Pero no hay que olvidar que la elección de esos delegados se lleva a cabo mediante votación directa de todos los militantes en sus agrupaciones y que la representación delegada no deja de ser un sucedáneo de nuestro sistema de democracia representativa. 


Aún así es cierto que, a priori, es más sencillo para los aparatos de los partidos controlar los procesos congresuales que no un proceso de primarias, porque los delegados que acuden al congreso son menos personas a las que es necesario convencer que todos los militantes del partido.


Sin embargo, hay antecedentes que demuestran que un proceso de primarias no tiene por qué cambiar sustancialmente el equilibrio de poderes que pueda haber en la formación. El Partido Popular de Balears celebró en un mismo año natural un congreso y, posteriormente, unas primarias y los resultados fueron muy similares entre ambos, por ejemplo.


Pero a estas alturas, nadie discute que en una era de anhelos de expansión democrática en la que la voz de todos los militantes se puede escuchar con mucha más facilidad gracias a las tecnologías de la comunicación actuales, resulta difícil negar a los procesos de primarias su capacidad participativa y de apertura de los procedimientos de decisión hacia los integrantes de un partido. 


Ahora bien, junto con esa indiscutible aportación en participación y aperturismo, las primarias también pueden constituir un arma de doble filo si quienes militamos en la formación no somos capaces de superar la tentación de utilizarlas como arma arrojadiza entre partidarios de unos y otros. Al celebrarse dentro de un mismo partido político, el discurso ideológico de los aspirantes no suele diferenciarse mucho. Lo contrario denotaría una grave escisión política en su interior. Entonces, para hallar las diferencias hay que valorar las condiciones personales de los candidatos. Y ahí es donde hay quienes no comprenden que los argumentos públicos a utilizar para defender la elección personal de uno mismo han de formularse en positivo, resaltando las virtudes de nuestro candidato y no enfatizando los defectos del otro.


En mi opinión, no es una buena idea proclamar a los cuatro vientos los posibles vicios de los otros candidatos como justificación de nuestra posición. Porque ese o esa cadidata/o al que criticamos abiertamente puede ser que hayamos de defenderlo mañana ante los verdaderos adversarios políticos en unas elecciones. Y eso puede resultar muy incoherente. Creo que pueden aclamarse perfectamente los valores positivos de todos los aspirantes sin necesidad de tratar de destruir a los demás. Además, entiendo que es preferible escuchar antes argumentos positivos sobre otras personas que no los motivos negativos por los que no debemos apoyarlas. 


Sí comprendo que, en privado, podamos expresar nuestra predilección y explicar por qué no nos convencen otras opciones. Incluso criticar esos posibles defectos. Pero la militancia en un partido político como escenario de debate de cuestiones atinentes a lo público, comporta una responsabilidad en nuestro comportamiento exterior.

Naturalmente, nadie está a salvo de estas prácticas y se llevan a cabo de una manera u otra en casi todos los procesos de primarias por parte de militantes de todas las candidaturas. 

Junto con esta cuestión, el otro efecto que asocio a unas primarias es que pueden polarizar aún más las distintas facciones de un partido. En los procesos congresuales siempre se pueden suavizar algunos roces con la confección de las ejecutivas y de los órganos de dirección del partido integrando a personas de una y otra corriente. En unas primarias, hay un solo candidato vencedor. Y pasan muchos meses hasta que se confeccionan las listas. Incluso puede pasar un año. Eso puede ser positivo para calmar los ánimos o, al contrario, puede agrandar las distancias. Podremos comprobarlo en breve en el caso de Valencia y las Illes Balears.

En consecuencia, se trata de que todos los militantes seamos conscientes de que afrontamos un nuevo periodo de funcionamiento en el partido y que, además de todos las razones que justifican la adopción de primarias, que son muchas, hay otras cuestiones que debemos tener presentes si no queremos que las cosas salgan de manera muy distinta a cómo las habíamos imaginado. La responsabilidad nos corresponde a todos quienes participamos en estos procesos y creo que vale la pena que este partido se tome en serio la introducción de un modelo de participación que puede aportarnos muchísimas cosas buenas si somos capaces de gestionarlo debidamente.