lunes, 21 de marzo de 2011

SOBRE PERIODISTAS Y POLÍTICOS

La leyenda que narra la historia de amor entre la luna y el sol señala que, como Dios decidió que ningún amor fuera imposible, inventó los eclipses para que los dos astros pudieran encontrarse cada cierto tiempo.  Pero es evidente que Yahvé no tuvo en cuenta en el momento de la creación del Mundo (la Tierra, no el diario), que algún día existiría algo que denominamos "políticos", y algo llamado "periodistas".

Así pues, hasta que el mandato divino no rellene el vacío existente entre estas dos facciones, ambas están condenadas a la distancia y la incomunicación formal. No deja de ser paradójico que dos profesiones cuyo finalidad principal consiste en informar a los demás ciudadanos de lo que sucede, no sean capaces de llegar a un acuerdo mútuo por el que se establezca una relación productiva para ambas partes.



En ocasiones, raras excepciones, parece que algunos se han acercado a ese punto de encuentro del que incluso gozan el sol y la luna, pero han sido solo espejismos en una confrontación que se aborda desde distintas dimensiones.

La mía, efectivamente, es la de la política y por ello no puedo ser objetivo en este debate, algo que muchos de ellos (los periodistas) todavía creen poder ser en el ejercicio de su profesión. Quizá no recuerden que la primera lección que se aprende en la facultades de periodismo o ciencias de la información, es que la objetividad no existe. Pero no quiero o pretendo dar lecciones sobre lo que los demás deben hacer. Además, no puedo. Tan solo voy a explicar los motivos por los que, bajo mi punto de vista, no puede haber una relación sincera entre ellos y nosotros.


En primer lugar, no descubriré la piedra filosofal si afirmo que un altísimo porcentaje reporteril tiene de independencia informativa lo que proporcionalmente tenemos los políticos de libertad de voto. Es decir, muy poca cosa. Al menos, en sus medios habituales de trabajo, ya que Internet ha introducido nuevos elementos en la ecuación. Pero es notorio que, salvo casos puntuales de tipos ya consagrados, el seguimiento que pueda tener cualquier informador de sus trabajos particulares en la web es muy escaso.


Pues bien, esta circunstancia supone que sin perjuicio de la profesionalidad o capacidad del periodista con el que puedas contar para que se publiquen los datos que le has facilitado, la línea editorial y política del rotativo en el que labora se verá inalterada y, en consecuencia, es probable que te encuentres con un titular completamente contrario al sentido que pretendías otorgar a la información ofrecida. Ese es el primer paso que todo político novel avanza en su camino predeterminado hacia la desconfianza en los medios y sus agentes.


En segundo lugar. Creo haber descubierto por qué la expresión "off the record" ("extraoficialmente", en román paladino) alberga un significado distinto para los plumillas. Y es que parece ser que un defecto auditivo genético marcado a fuego en su ADN y distinto concepto del idioma de los Beatles, hace que la mayor parte de ellos entienda "of the record" ("de la anotación/registro/grabación"). Por ello, uno comprueba sorprendido como se cita en muchas ocasiones con nombres, apellidos y el DNI si es necesario, a la inocente fuente generadora de rumores. Para ser justo, debo decir que eso sucede especialmente cuando el periodista publica la información que prometió no dar, el político informador la niega indignado y el primero ante la disyuntiva opta por desenmascarar por completo al chivato.


Y es que resulta paradójico que algunos de quienes más suelen poner el grito en el cielo sobre la falta de cumplimiento de la palabra dada de otros tantos políticos, no sean tan celosos en la autoexigencia cuando de ellos se trata.


Otro aspecto que debo citar es la enorme diferencia de criterios, la mayor parte de las veces, entre lo que tú consideras que es noticiable y lo que ellos piensan que debe serlo. Naturalmente, no puedes decirle a un profesional qué es lo que debe escribir cuando se trate de cuestiones que él mismo te formula a petición propia. Pero cuando uno convoca a los medios a una rueda de prensa con el objeto de informar...qué sé yo, sobre las políticas sociales de tu Gobierno, y comprueba que la información publicada en medios audiovisuales y escritos se basa en los aspectos más polémicos de preguntas posteriores y que nada tienen que ver con la materia de la convocatoria, se pregunta hasta qué punto se puede llegar a transmitir la información sobre tu gestión salvo que sea pagando.


Y es que otro de los grandes problemas del binomio prensa/políticos, es la enorme contradicción que supone querer dar información pública en medios de comunicación de capital privado. Intereses absolutamente contrapuestos, salvo cuando se trata de cobrar la publicidad institucional a cambio de titulares amables para con tu trabajo. Naturalmente que existen las agencias de información de las que cada vez más se nutren para noticias asépticas. Pero la verdadera chicha, el meollo de la cuestión, se halla siempre en la información generada por sus propios corresponsales.


Es probable que parte de todo ello se deba a que dentro de todo periodista existe un político frustrado. Solo así es comprensible que, junto con nosotros, sean quienes más se interesan por la política y, en conversaciones privadas, no duden en darte su opinión particular sobre cómo deben hacerse las cosas y cuáles son los errores que has cometido. Muchos de ellos, la mayor parte, suelen estar bien informados sobre los aspectos que se tratan en la materia. Pero cuando se equivocan, que también sucede, las víctimas somos objeto de una indefensión descomunal que pocas veces se ve reparada de manera proporcional al daño  que pueden llegar a causar.


Resulta sorprendente después escucharles quejas sobre lo comedidos y cautos que nos mostramos nosotros, "lo mucho que os ceñís al guión escrito", "lo poco que os salís del discurso oficial". Quizá si comprendieran que es que estamos acojonados ante lo que tememos ver publicado si les damos un poco la mano; si supieran la cantidad de explicaciones que debemos dar ante nuestros propios compañeros por algo que no hemos dicho o que no habíamos dicho de esa manera; si sus palabras fueran escrutadas con la minuciosidad con la que, en ocasiones lo son las nuestras. Quizá así se consumara la suerte de simbiosis fallida que es nuestra relación.


Para finalizar este texto que espero no me haya quedado excesivamente sincero, y como guiño a los muchos amigos que tengo en el otro bando cuando nos quitamos los atuendos, pongo un chiste malo que he encontrado en una búsqueda fugaz en Google. Espero que os horrorice tanto como a mí.

 ¿Qué le dijo un periodista a un diputado? - ¿Cree en la pena de muerte? - Sólo si no es muy severa.