martes, 20 de diciembre de 2011

EL DEBATE DE INVESTIDURA

Córdoba es una ciudad que no solo se caracteriza por su belleza, sino también por haber exportado a la cultura hispana algunos de sus más grandes filósofos: Séneca, Averroes y Rafael Guerra. Supongo que este último no será muy conocido para los amantes de Platón y Aristóteles, pero si le preguntamos a un connoisseur de la turomaquia reconocerá inmediatamente en su nombre al torero de los siglos XIX y XX y autor de frases tales como: "Cada uno es cada uno","Hay gente para todo" y la que justifica esta entrada "Lo que no puede ser, no puede ser, y además es imposible". ¿Schopenhauer? ¿Kierkegaard? Nah: Rafael Guerra.


Ayer comenzó el debate de investidura de Mariano Rajoy como sexto Presidente de la democracia española. Su discurso, al igual que el de muchos portavoces, estuvo plagado de buenas intenciones, lugares comunes y guiños a determinados sectores de la economía nacional y mundial. No esperaba menos de un político cuyo mayor rasgo distinguible es la previsibilidad. Las propuestas genéricas que formuló, además, eran las que figuraban en su programa electoral por lo que resultaban conocidas por todos.


Sin embargo, hubo un pequeño matiz que supone, en mi opinión, un punto de inflexión importante dentro del contenido general que expuso Rajoy. La cifra de 16.500 millones de € que prevé reducir del déficit en 2012, supone una novedad discursiva que merece un análisis particular.


La cantidad mencionada no es baladí, así que lo primero que uno tiene que plantearse es cómo puede reducirse un desequilibrio económico de semejante magnitud con los datos ofrecidos ayer. Estamos todos de acuerdo en que hay muchas cosas que deben corregirse de nuestras Administraciones Públicas: las ineficiencias y las duplicidades competenciales son algunas de ellas. Pero cuando la parte del discurso destinada a las política fiscales únicamente menciona nuevas deducciones y bajadas de impuestos, es cuando uno hace números y estos no salen. Ayer Alfredo Pérez Rubalcaba cifró en más de 10.000 millones de €  la cantidad que las arcas del Estado dejarán de percibir con las rebajas impositivas propuestas.

Porque con la lucha contra el fraude fiscal no bastará para poder conseguir reducir el déficit en la cantidad propuesta. Y, entonces, es inevitable pensar que los recortes previstos en las AAPP conllevarán reducciones de derechos y prestaciones sociales. Aunque el PP, a pesar de su mayoría absoluta, todavía no se atreve a reconocer lo que pronto comprobaremos a través de Decretos Leyes.


¿Por qué el Partido Popular renuncia a poder exigir un mayor esfuerzo fiscal a las SICAV y a las grandes fortunas o las entidades financieras? No se trata de un anatema para los políticos conservadores ya que en otros países como Francia o Reino Unido, con gobiernos de derechas, perviven impuestos similares. Se trata, entonces, de una cuestión puramente política: no creen en la capacidad redistributiva de la fiscalidad progresiva como una herramienta útil para conseguir una mayor cohesión y justicia social. Y es que esta última, la justicia social, es imposible si no hay justicia fiscal.


En consecuencia, comprobaremos en los próximos meses que la fórmula de Rajoy pasa por lo que negaron una y mil veces en la campaña electoral. Que al pan, pan y al vino, vino significa que habrá recortes sociales en beneficio de la reducción del déficit, sin ningún tipo de contramedidas para que los cimientos del Estado del Bienestar no se resientan. Que a quienes no les afecta la reducción de las prestaciones en la sanidad y educación públicas, ni del subsidio de desempleo porque no lo necesitan, no van a tener que afrontar ningún esfuerzo, por pequeño que sea, para ejercer su solidaridad con los que más tienen.


Por eso, no puede ser que el PP cumpla sus previsiones sin coste social alguno. Es imposible. Y lo más grave es que, paradójicamente, serán esos sacrificios sociales los que sufragarán una crisis eminentemente financiera cuyos principales responsables lo que pretenden es acabar con los derechos sociales tal y como los conocemos.

Si Rafael Guerra fuera un parlamentario de este siglo, de este tiempo, le diría al Sr. Rajoy lo que todos vemos y ellos no reconocen públicamente: lo que no puede ser, no puede ser, y además es imposible.

miércoles, 23 de noviembre de 2011

EL FIN DE UNA ÉPOCA

Si alguien se toma la molestia de buscar en cualquier página en Internet frases que definan lo que supone la derrota, encontrará multitud de ellas que tienen como denominador común el intento de minimización de sus daños a través de juegos de palabras ingeniosos. Es loable y muy propio de nuestra condición humana tratar de justificar los acontecimientos a través de factores externos como método de expiación de nuestras culpas, al mismo tiempo que nos colocamos en disposición de volver a cometer los mismos errores que nos han llevado hasta sus brazos. Todos hemos utilizado este mecanismo (y yo el primero estos días en algunas de mis declaraciones), como ungüento para apaciguar el dolor.


Así, el "Yo no envié a mis naves a luchar contra los elementos" que se le atribuye erróneamente a Felipe II, sirve de coartada para enmascarar que al frente de la Armada Invencible (título irónico donde los haya) no había un comandante preparado para conducir las naves adecuadamente a través de esa tormenta. O que éstas no eran todo lo guerreras y gallardas que se les presumía. Incluso que los británicos no eran el ejercito de pusilánimes y corsarios que pretendía asegurar la propaganda española de entonces.


Y por ello, los socialistas ante los resultados del pasado 20 de noviembre de 2011, no podemos justificar únicamente la espantada de votos que hemos tenido por la crisis económica que padece el mundo y nuestro país desde hace ya unos años. Sobre todo porque cuando el objetivo es levantarse y volver a andar, el primer paso que debemos dar es reconocer que antes hemos tropezado.


Las circunstancias económicas han sido el marco en el que se han desarrollado los acontecimientos sobre los que el PSOE ha tenido el papel de ilustrador principal. A nosotros nos correspondía la titularidad del Gobierno de España y de algunas de las CCAA más importantes del país. Y ha sido las decisiones que hemos adoptado las que nos han llevado a perder una parte muy importante de la confianza que los ciudadanos depositaron unos años antes en nosotros.


Éramos conocedores de esta situación y, sabiendo que el votante elige en función no de las promesas electorales, sino de los incumplimientos y de las gestiones realizadas en los años anteriores, nuestra campaña se había centrado en tratar de recuperar esa confianza perdida, así como en evitar la desabandada hacia la izquierda que ha sido nuestra verdadera sangría. Pero ya era tarde. 


Así que mi intención es enumerar algunas de las claves que explican los resultados obtenidos mientras, con toda humildad, sugiero cuáles podrían ser posibles soluciones que podemos aplicar en el futuro. Allá voy.

- La comunicación: a nadie se le escapa que el desequilibrio de medios afines entre izquierda y derecha en este país, es enorme. No quiero profundizar sobre decisiones que se tomaron en el pasado en esta materia, pero lo cierto es que los socialistas partimos muchas casillas por debajo de nuestros adversarios en cuanto a capacidad de impacto mediático. Con estas reglas del juego ya establecidas de antemano, es evidente que ante una situación tan complicada como la que atravesamos cualquier decisión que se adopte pasar por un ejercicio propagandístico y pedagógico proporcional a su importancia política.

Y ahí hemos fallado sin excusas posibles. Esta legislatura he podido comprobar como muchas de las decisiones correctas que adoptábamos contra la crisis como el PLAN E, la reforma de las políticas activas de empleo o la introducción del modelo alemán en la reforma laboral, eran completamente ninguneadas por los medios hostiles, ignoradas en gran parte por los propios y, sobre todo, por los militantes y ciudadanos. Ante esta circunstancia hubiera sido necesaria una labor de partido que no hemos llevado a cabo. No basta con realizar declaraciones dos días en emisoras o televisiones locales; no basta con escribir artículos en los diarios regionales; no es suficiente con explicarlas en las tertulias familiares o con amigos que podamos tener. Hay que hace eso y más a la vista del desconocimiento general que se tiene sobre éstas.


Por otra parte, otras cuestiones como la subida del IVA, la congelación de las pensiones y la bajada del 5% de promedio de los sueldos de los empleados públicos, más complejas de entender por quienes se vieron perjudicados por ellas (con el IVA, todos) han adolecido del mismo defecto: falta de explicación. Durante esta campaña electoral, cuando alguna persona me ha preguntado por ellas, al atender las explicaciones ha comprendido mejor el por qué de su adopción. Que el IVA español estaba muy por debajo de la media europea y que aún con el incremento sigue estando a 4 puntos, por lo tanto, una reforma estructural necesaria; que en cuanto a las pensiones, solamente se congelaban las contributivas durante un año y que en todo el mandato de ZP se habían incrementado muy por encima del periodo de Aznar; que la bajada de sueldos era la alternativa más suave al eventual despido de funcionarios que otros países acometían (Reino Unido, más de 500.000 y Rajoy diciendo que le "gustaba mucho" el plan de Cameron; Grecia más de 30.000; 25.000 en Irlanda). Y, como explicación general adicional, que nuestra situación como miembros de la UE y de la zona €, comporta un menor margen de maniobra propia que el de un país como Canadá, por ejemplo.


Cuando se adoptan decisiones de este calado, se tienen que machacar e introducir a fuego las explicaciones en las mentes de las personas hacia quienes van dirigidas, repitiéndolas todas las veces que sean necesarias. Visitando tantas agrupaciones como tenga el partido. Atendiendo a todas las peticiones informativas que se produzcan. Reincidiendo en estas acciones cuando ya creemos que todo está bien explicado. Y, además, de manera coordinada. Los parlamentarios que aprobamos estas medidas fuimos los primeros que deberíamos habernos puesto la mochila a nuestras espaldas y calzarnos las botas de campaña. No supimos verlo en su momento aunque era difícil, porque hasta ese momento estudiar el día antes del examen siempre nos había bastado.


Por lo tanto, la labor de partido desde la proximidad y la participación de la militancia era fundamental para encarar la situación. Lo que se dice, "hacer calle".

Al mismo tiempo, a nadie se le escapa que ante el cambio de paradigma que constituye la aparición de las redes sociales, los progresistas contamos con una magnífica herramienta de compensación del desequilibrio mediático aludido. Por primera vez en mucho tiempo, somos capaces de hacer llegar al resto de la ciudadanía la información sin pasar por filtros interesados, al tiempo que permitimos que las dudas que puedan generarse las solventemos al instante o en un plazo mucho más breve de tiempo. Sin embargo puedo afirmar sin dudarlo que más de la mitad de los cargos orgánicos e institucionales del PSOE todavía hoy no tienen un perfil en redes como facebook o twitter, cuando no lo usan exclusivamente para cumplir el trámite.


En consecuencia, creo que el partido debe hacer un intenso ejercicio de reflexión sobre estas cuestiones y enmendarlas. Una Secretaría de Comunicación en las ejecutivas como supervisora y coordinadora de las mismas podría ser un buen comienzo.


- Socialdemocracia: algunos han planteado que es necesario un profundo planteamiento ideológico para hallar las respuestas necesarias a los retos que nos plantea la coyuntura actual. No soy de esa opinión. Considero que la lucha por la igualdad de oportunidades a través de la consolidación del Estado del Bienestar y de las políticas fiscales, es plenamente posible. Que la cohesión y la justicia social son más necesarias que nunca cuando las desigualdades no hacen más que aumentar. Y que, sin el internacionalismo de nuestras propuestas, muchas de ellas devienen en utopías en un mundo globalizado.

Quien haya tenido oportunidad de leer a Eduard Bernstein,  concluirá que no hay nada que variar de su discurso de hace ya más de 100 años. Pero no hace falta remitirse a tiempos lejanos. El excelente "El socialismo de lo pequeño" del compañero José María Benegas ya incidía hace 15 años en la total vigencia de nuestra ideología.


Sin embargo, el problema no es de raíz o génesis. Sino de práctica. Y es que la socialdemocracia es perfecta en su concepción, pero raras veces la hemos visto aplicada sin fisuras en las instituciones que gobernamos. Así pues, cuando comprobamos que la tendencia fiscal en España ha sido la rebaja durante muchos años; que las grandes empresas pagan tipos reales menores que las PYMES; que el fraude fiscal se comete a gran escala por las grandes fortunas de este país y que todo ello repercute finalmente en la correcta manutención del Estado del Bienestar y, en consecuencia, de sus prestaciones, no podemos evitar sentir cierta decepción con nosotros mismos. A todo ello debemos sumar la trampa que constituyó creer a pies juntillas que una mayor libertad y desregulación para los mercados repercutía en más ingresos para el Estado, por lo que se podían pagar las políticas sociales también de esta manera. Tras unos años de espejismo hemos comprobado de manera rotunda lo erróneo de tal planteamiento.


Entiendo, por lo tanto, que no necesitamos buscar en otros costales de harina para hallar las respuestas, sino que estas se encuentran donde siempre han estado: en nuestra casa. Tan solo se trata de permanecer en ella todo el tiempo posible.


- Europa: las dos cuestiones anteriores, me llevan a la última de todas y a la pregunta que muchos nos formulamos en el momento actual ¿Es posible ser un país socialdemócrata en una Europa liberal y un mundo globalizado? Haciendo un ejercicio de honestidad, la respuesta debe ser NO. Cuando es un Parlamento europeo el que traza los márgenes por los que deben discurrir gran parte de nuestras leyes, es lógico que el color político del mismo determine el escenario sobre el que transcurren los acontecimientos. Y hace años que Europa es conservadora. Pero es que  ¿De qué nos sirven unas políticas fiscales progresivas y redistributivas si luego otros países comunitarios tienen unos tipos completamente insolidarios como el caso de Irlanda y su impuesto sobre sociedades? ¿Cómo podemos evitar la evasión fiscal si convivimos con Estados bancarios como Andorra, Suiza, Mónaco y demás paraísos fiscales? Poco pueden hacer nuestras políticas reguladoras laborales si otros países en Europa y el mundo tienen una normativa más atractiva para las empresas que permitan la deslocalización de las fábricas.


Los socialistas europeos debemos comenzar a poner coto a esta situación por una cuestión de pura supervivencia de nuestras ideas. Las próximas elecciones europeas son una oportunidad magnífica para poder confluir con un programa de puntos comunes irrenunciables como la armonización fiscal, la eliminación de los paraísos fiscales en Europa, la introducción de la Tasa Tobin, de los eurobonos y de las agencias de calificación de deuda públicas.


- Conclusión: Hay muchísimas más cuestiones como la introducción de mecanismos de participación mucho más abiertos que los actuales en el partido. Estamos anquilosados en estructuras anacrónicas. El partido debe ser un ente vivo, atractivo y dinámico que permita no solo una mayor implicación de los militantes, sino también de los que pueden aportar sin necesidad de tener un carnet. Tenemos que ser el partido del que nos decimos orgullosos de militar.


Nuestro legado e historia me permiten mirar hacia delante con optimismo y esperanza porque siempre hemos salido adelante cualquiera que fuera el reto que hemos tenido ante nosotros, pero también tengo muy claro que el debate de todas las cuestiones que planteo no debe darse solamente en los próximos meses o semanas, sino que comenzó el día 21 de noviembre de 2011 y que aquellos que no quieran formar parte, están ya fuera de él. Confío en que todos queremos hacer mejor algo que decimos amar tanto.

viernes, 28 de octubre de 2011

SIN TRABAJO, NO HAY RECOMPENSA

Siempre recordaré el día en que me afilié al Partido Socialista Obrero Español. Era el mes de mayo de 1995 y la sede en la que firmé el documento se encontraba en la Plaça de la Pescateria, al lado de la calle Colom. Es curioso. La paloma siempre ha sido símbolo de esperanza. Después visité durante mucho tiempo la sede que estaba en calle Pureza. Ahora la actual se ubica en la calle Miracle. Esperanza, pureza, milagro.


Eso es lo que necesitábamos en aquél entonces. Poco menos que un milagro. Los diarios amanecían cada día con noticias relacionadas con los GAL, Roldán, fondos reservados y el desgaste de 13 años de gobierno de un Felipe González acosado por los escándalos y una situación económica difícil. La victoria de José María Aznar en los comicios del año siguiente se daba por segura en casi todas las encuestas.


La historia es bien conocida por todos. Finalmente el Partido Popular ganó aquellas elecciones por tan solo 300.000 votos de diferencia. A pesar de la dificilísima situación que los socialistas afrontábamos, fuimos capaces de no resignarnos ante quienes nos daban por muertos y presentamos batalla. Y la dimos. Casi, incluso, la ganamos.  Muchos dirán, “Era Felipe”. Y yo digo, sí, era Felipe, pero también era el PSOE.




Nada es más ilustrativo que remontarse a la historia de estas siglas centenarias, para comprobar que la trayectoria del socialismo español está plagada de lucha, sacrificio, trabajo y momentos complicados. Nunca nadie nos ha regalado nada. Desde la fundación del partido el 2 de mayo de 1879, hasta la toma de posesión de Pablo Iglesias de su escaño en 1910 (el único). Desde la primera manifestación reclamando una jornada laboral de 8 horas el 1 de mayo de 1890, hasta la larga travesía en la clandestinidad y el exilio durante el franquismo.


Los motivos de la pervivencia de nuestras ideas a lo largo de todo este tiempo son varios, pero entre ellos está sin duda la universalidad de su mensaje. No son necesarias condiciones geográficas, sociales, económicas o culturales de ningún tipo para defender la democracia y la igualdad de oportunidades. El objetivo que perseguimos se sitúa por encima de las diferencias, pues pretende salvar los obstáculos que éstas generan.


Y ahora nos encontramos en un mundo en el que esas diferencias se están agrandando de nuevo de un modo intolerable. Nos enfrentamos a la pervivencia del interés general y colectivo por encima de los intereses individuales. En el individualismo no hay más doctrina válida que la ley del más fuerte. No conduce a ningún otro lugar: si no garantizas las condiciones para que todos puedan participar de igual modo o, al menos, tengan la oportunidad de participar, ganan siempre los mismos.


Nuestros adversarios conocen muy bien de nuestra capacidad cuando nos movilizamos. Y temen esa capacidad. Intentan que no haya debate ideológico. Que no se conozcan sus ideas. Porque saben que la mayor parte de los ciudadanos no aceptan sus ideas. Quieren ganar unas elecciones democráticas, sin participar lo más mínimo.


Por eso, ante este reto histórico, los socialistas no podemos renunciar a batallar por nuestras ideas que son hoy más necesarias que nunca. Se lo debemos a muchas personas que han luchado en el pasado; se lo debemos a todos aquellos que podamos haber decepcionado; a quienes buscan un motivo para confiar en nosotros; a nosotros mismos.


Este párrafo final es un mensaje para el Partido Popular: estamos aquí. Queremos ganar estas elecciones. Vamos a continuar trabajando para que así sea. Nadie va a poder reprocharnos, el no haberlo intentado si finalmente no es así.



domingo, 9 de octubre de 2011

SOBRE EL IVA TURÍSTICO

Mucho tiempo sin escribir aquí, quizás demasiado. El motivo por el que he decidido volver a hacerlo, aprovechando el marco de ultraactividad política en el que me encuentro, es la anunciada propuesta del Partido Popular de reducir el IVA que se aplica al sector turístico, denominado "IVA turístico", al 4%, es decir, el tipo súper reducido de nuestro sistema.


Es una cuestión que se ha planteado en muchas ocasiones en el Congreso de los Diputados durante esta pasada legislatura e incluso en el Parlamento europeo, y sobre la que los socialistas siempre nos hemos negado en esos ámbitos por los motivos que a continuación expondré.


Sostiene el PP que una rebaja del IVA aplicable al sector, actualmente el 8%, supondría una estímulo importante para las ventas al poder ofrecer precios más asequibles los turoperadores, hoteleros, compañías aéreas y demás. Parten de la premisa de que esta reducción se aplicaría de manera integral al importe a abonar por los clientes, o bien en gran medida.

Lo cierto es que experiencias anteriores de carácter similar, como la reducción al 50%  para los residentes baleares de los precios de billetes de transportes que conectan con la península, o bien la bonificación de las tasas aeroportuarias, demuestran que no siempre se han traducido en un correspondiente descuento del coste final, sino que incluso en determinados casos ha sido aprovechado por algunas compañías para encarecer el importe correspondiente a su margen de beneficio.

Por lo tanto, esta particularidad debe ser tenida en cuenta a la hora de abordar la cuestión.

Hay otro aspecto igualmente caduco, en mi opinión, sobre la fórmula propuesta por los populares. Y es que si algo hemos aprendido en los últimos años en España es que no podemos entablar una guerra de precios con algunos de nuestros principales competidores en la materia. Porque ello conduce a una batalla perdida de antemano. El principal reclamo de nuestra oferta turística debe ser la calidad de nuestros servicios, la belleza de nuestro entorno y nuestra diversidad cultural por un coste competitivo, por supuesto, pero no suicida.


No podemos rebajar los precios en una loca carrera con países como Croacia, Grecia, Turquía, El Líbano u otros similares, porque finalmente nos aboca a lo contrario de lo que pretendemos. La mano de obra, el precio de la vida y la realidad económica de esos países les permite ofrecer unos precios que no están al alcance de nuestras posibilidades reales, sin perjuicio de que su oferta no sea comparable, especialmente en servicios, con la nuestra. El tratar de competir en ese terreno solamente nos conduce a situaciones tan poco deseables como el "todo incluido", cuando no a ofertas prácticamente insostenibles.


Sin embargo, el principal perjuicio de la propuesta gira en torno al coste social que puede llegar a constituir en el supuesto de que se aplicara.

Actualmente la cantidad generada por el IVA del sector turístico genera unos 30.000 millones de € anuales, según datos ofrecidos en el propio Parlamento. Si se reduce del 8 al 4% el porcentaje aplicable, es decir, un 50%, una sencilla operación matemática concluye que la cantidad a ingresar decrece hasta los 15.000 millones de €. Naturalmente, los conservadores señalan que la reducción permitiría precios más asequibles que incrementarían la demanda y que la supuesta pérdida de ingresos tributarios se compensaría de esta manera. Por tanto, la disminución debería conllevar un aumento porcentual y equitativo de la demanda hasta el 50% para poder obtener el mismo volumen de ingresos.


Si ponemos como ejemplo un billete de avión de 50 €, el IVA que actualmente se le aplicaría sería el 8%, 4 €. Si le aplicamos el 4% el IVA aplicable comportaría 2 €. Por lo tanto, el precio final del billete pasa de 54 a 52 €, en el supuesto de que la compañía emisora no pretenda aumentar su margen de beneficio y aplique íntegramente el descuento. ¿Alguien cree que la demanda de billetes de esa categoría se duplicaría por una reducción de precio semejante? Honestamente y en mi opinión, pensar algo similar roza la ingenuidad.


Pero vamos a ser optimistas y conjeturemos que en un escenario en el que todas las entidades del sector aprovechan la reducción del IVA y no aumentan sus márgenes, las ventas crecen considerablemente, no hasta el extremo de duplicarse pero si hay un incremento de la demanda importante. De los 15.000 millones de € que dejaban de ingresarse por la reducción, se recuperan 7.500 millones. Aunque es más que sensible el aumento, todavía dejan de percibirse otros 7.500 millones en las arcas públicas respecto a ejercicios anteriores. Dinero que se utiliza en pagar, en una u otra instancia, prestaciones sociales, inversión pública, escuelas, hospitales.


¿Y quién es el principal perjudicado de esa disminución de los ingresos tributarios? En primera instancia el Estado, que teniendo que ofrecer los mismos servicios obtiene menos financiación y, en segunda instancia, los ciudadanos destinatarios de los mismos. Porque el argumento perverso que venimos escuchando en los últimos años de la supuesta insostenibilidad de los servicios públicos, es el de su financiación deficitaria, la cual por una cuestión matemática se convierte en realidad cuando se limitan, reducen o eliminan las principales fuentes de ingresos públicos: los impuestos.


Así, el gran empresario se erige como el gran beneficiado por la reducción: sus ingresos aumentan con la correspondiente demanda y la carga fiscal que debe soportar por ello es menor que antes. Sin embargo, los salarios que perciben sus trabajadores siguen siendo los mismos, salvo que se produzca un aumento salarial a consecuencia de las ganancias, algo que casi constituye ciencia ficción en el mundo actual. Así la conserje de un hotel o el camarero que seguirán percibiendo1.000 € mensuales, por ejemplo, el empleado de la compañía aérea o la agente de viajes, ven como a la larga la sanidad pública, las escuelas gratuitas o incluso el subsidio de desempleo del que podrían beneficiarse como destinatarios principales se ve perjudicado por una medida que agranda aún más la brecha entre unos y otros.


En consecuencia, existen motivos más que justificados para oponerse a una medida de estas características. Debemos apostar por una política en materia turística de estímulo, reconversión de lo obsoleto y oferta de calidad, pero no a través de la reducción directa del IVA, sino de planes como el vigente en el que las exenciones se permitan para paliar perjuicios sociales (insularidad) o en momentos puntuales y sectores estratégicos, siempre y cuando no constituyan perjuicios como los ya apuntados.

lunes, 25 de julio de 2011

ROSEBUD

"Dime entre todas las facetas de tu vida, si tuvieras que elegir una, una sola, en cuál de ellas te gustaría triunfar por todo lo alto". "En la música".

El diálogo que antecede lo he tenido en innumerables ocasiones con montones de personas y esa respuesta, por supuesto, es lo que siempre he contestado sin ningún atisbo de duda. Recapitulando un poco en los archivos de mi vida, me percato de que a mis 34 años llevo 17 militando en la política, 10 en activo como abogado y 19, de un modo u otro, conectado a la música.  Es, con diferencia, a lo que he dedicado más horas de mi existencia y la pasión que siento por ella es tan irracional como corresponde a semejante palabra.




Todos podemos sentirnos identificados con una canción, una melodía, bandas, discos o artistas en concreto. Naturalmente, el goce de la música no es patrimonio exclusivo de nadie, pero si uno ha experimentado desde niño una vibración intensa, indescriptible, cada vez que comenzaban los acordes de una composición favorita; si ha sentido la necesidad acuciante de poner un tema desde el principio otra vez justo cuando acaba y repetirlo mil veces;  si ha pasado horas enteras desvelado en la cama escuchando canciones que te transportan a millones de kilómetros de distancia, que evocan escenas que solamente tienen lugar en ese recóndito lugar de la mente en el que se generan las fantasías, entonces, el paso siguiente, lo lógico, la evolución natural es aprender a tocar un instrumento.


Tenía 15 años cuando harto de manosear la guitarra de mi hermano mayor, que ponía del revés para tocar por ser zurdo, decidí que iba a tomarme en serio el tema de la música. Ante todo era fundamental escoger el instrumento adecuado. Guitarristas hay muchos, los ha habido siempre y seguirán siendo mayoritarios; la batería está muy bien, pero necesitas espacio y, si todavía vives con tus padres, mucha paciencia por parte de estos; cantar nunca fue lo mío y, además, el micro no es un instrumento; yo elegí ser bajista: había pocos, el bajo es más grande y espectacular que la guitarra y, para mí, tenía unas características que lo hacían sumamente atractivo: es difícil de percibir, no llama la atención, muchas veces solo lo intuyes, pero si falta en una canción, le falta el alma. Además, era el instrumento de Sid Vicious, todo un ejemplo a seguir para un chaval de esa edad que suspira por el lema por excelencia del Rock'n'Roll, con todo lo que conlleva...





Los primeros meses fueron tan iniciáticos como aburridos para todo aquél que no esté experimentándolo. Lo bueno comienza cuando tienes oportunidad de tocar en una banda. No importa que solamente sepas una canción. Es indiferente que toques desacompasado y desafinado. La sola sensación de ser parte y no público vale la pena y justifica cualquier sacrificio que hayas tenido que realizar para conseguir tu objetivo. En nuestro caso, el repertorio de aquellos primeros meses no podía ser más variopinto: "Sweet child o'mine", "The house of the raising sun", "Wonderful tonight" (?), "Johnny Be Good", etc.


Quizá sea una de esas cosas excepcionales que disfrutas tanto de hacer como de decir. Recuerdo explicar con cierta petulancia ante las chicas que tocaba en una banda, lo buenos que éramos y demás bufonadas. Naturalmente, tiendes a olvidar que a pesar de tus bravuconadas ellas no te ven con los mismos ojos con los que observaban a...Jon Bon Jovi, por ejemplo, pero siempre podías echar mano del recurso letal, infalible en estos casos: "He compuesto una canción pensando en ti". Generalmente no fallaba, aunque tampoco llegué a hacer como un buen amigo acostumbraba: cambiar el nombre de la dama de la composición en cuestión por el de la siguiente víctima, en función del éxito obtenido y así hasta conseguir la presa.


En cualquier caso, los ensayos tienen una única finalidad, más allá de pasarlo bien con los amigos: conseguir un repertorio que poder ejecutar en directo. Y la oportunidad se presentó cuando solo llevábamos 3 meses tocando. Ni más ni menos que en un festival multitudinario en el campo de fútbol de Calviá. 3 canciones a interpretar en diez minutos. Las elegidas fueron "Sweet Child o'mine", "The House of the rising sun" y una irónica composición mía sobre la novia de aquel entonces, "Athletic girl", ya que la chica era atleta y eso, para la rebuznancia rockera adolescente de la que hacía gala yo, era incompatible con el dogma a seguir.


A falta de un cantante nosotros mismos hacíamos las voces y en los ensayos bastaba con dar con el tono correcto del tema para salir adelante. Sin embargo, completamente  inexperto, no pude prever que los nervios me jugarían una mala pasada y que la tensión iba a estirar mis cuerdas vocales de tal manera, que cuando comienzo las primeras estrofas de la canción de Guns and Roses, lo hago en un tono tan agudo y erróneo que aquello se convierte en un despróposito. Recuerdo que las escasas personas que estaban en las primeras filas miraban preguntándose entre sí algo estilo "¿Es de verdad?". El bochorno incrementaba la tensión y no podía salir de la espiral. Miki, el guitarrista, me rescató y acabó la canción él para mi alivio y, especialmente, el de quienes nos escuchaban. Quizá debería haberme percatado que ir al baño a orinar diez veces...en 20 minutos...antes de subir al escenario no era algo muy normal. Pero no. Tardé bastante tiempo en superar los estigmas de aquella experiencia.


Afortunadamente, las siguientes ocasiones fueron mucho más fructíferas y mi evolución como músico seguía una curva ascendente. Me había apuntado a clases, tocaba varias horas diarias y estaba obsesionado con todo lo que fuera el grupo y la música. Conseguimos un repertorio amplio, con un buen equilibrio entre versiones y canciones nuestras e hicimos bastantes conciertos. Por entonces nos llamábamos The Muppets. Qué originales. Cada concierto era un acontecimiento, una fiesta, algo para lo esperábamos semanas. Nuestros amigos acudían fielmente a las citas y, por unos instantes, comprendías el significado de las palabras de Warhol y sus famosos 15 minutos de fama. No éramos nadie o, mejor dicho, nada más que jóvenes que creían vivir sus sueños, pero ya era suficiente para colmarnos.


Eso es algo que nadie podrá arrebatarme jamás. La ilusión inocente, desbordante e irresistible de creer, aunque solamente sea por un instante, que algún día podrás llegar a vivir de la música. Quien haya estado en una banda y no la haya experimentado, tiene pentotal sódico en las venas. Y eso que lo mejor estaba todavía por llegar, aunque esa es otra milonga que ya escribiré por aquí algún día. Pero nada volvió a ser como aquellos primeros años, desde luego.


Cambios de formación, de nombre, de repertorio, de local de ensayo, de bajo. Lo cierto es que cuando más experimentado es uno, se vuelve más profesional y pierde gran parte de la sensación lúdica tan pura del inicio. Comienzas a preocuparte por aspectos que antes ni siquiera te planteabas y las cosas se tornan en rutina. Como en una relación sentimental. Y existen muchas similitudes entre este tipo de relaciones y formar parte de un conjunto musical. Es lo que Paul Stanley denominaba en Kiss el "matrimonio a cuatro bandas": celos, rencillas personales, infidelidades, reproches. No es fácil estar encerrado muchas horas a la semana con otros tipos en un local de ensayo y caminar todos en la misma dirección. Siempre hay carácteres más fuertes que se imponen, luchas de egos. Control, dominación. 


Sin embargo, no puedo dejar de recordar aquellos días como algo increíblemente mágico e irrepetible. La música contiene un elemento desconocido, una fórmula secreta, que te permite experimentar vivencias y sensaciones muy difíciles de generar con otras materias. También presenta los elementos de ingratitud que afectan a otras disciplinas como en cualquier profesión y ya no digamos la política, pero en ella el resultado de la ecuación siempre termina siendo positivo. 




Por ese motivo, pase lo que pase en mi vida en los próximos años, creo que siempre tendré la sensación de que algo mío se quedó en ese lugar y en ese tiempo y que no podré volver para recuperarlo. Algo que fue mío por unos instantes pero que ahora se queda en el limbo de los sueños no alcanzados, esperando ser rescatado o revivido, pero que solamente puede ser revisitado a través del recuerdo o de la propia ensoñación. Larga vida al Rock'n'Roll.  

lunes, 21 de marzo de 2011

SOBRE PERIODISTAS Y POLÍTICOS

La leyenda que narra la historia de amor entre la luna y el sol señala que, como Dios decidió que ningún amor fuera imposible, inventó los eclipses para que los dos astros pudieran encontrarse cada cierto tiempo.  Pero es evidente que Yahvé no tuvo en cuenta en el momento de la creación del Mundo (la Tierra, no el diario), que algún día existiría algo que denominamos "políticos", y algo llamado "periodistas".

Así pues, hasta que el mandato divino no rellene el vacío existente entre estas dos facciones, ambas están condenadas a la distancia y la incomunicación formal. No deja de ser paradójico que dos profesiones cuyo finalidad principal consiste en informar a los demás ciudadanos de lo que sucede, no sean capaces de llegar a un acuerdo mútuo por el que se establezca una relación productiva para ambas partes.



En ocasiones, raras excepciones, parece que algunos se han acercado a ese punto de encuentro del que incluso gozan el sol y la luna, pero han sido solo espejismos en una confrontación que se aborda desde distintas dimensiones.

La mía, efectivamente, es la de la política y por ello no puedo ser objetivo en este debate, algo que muchos de ellos (los periodistas) todavía creen poder ser en el ejercicio de su profesión. Quizá no recuerden que la primera lección que se aprende en la facultades de periodismo o ciencias de la información, es que la objetividad no existe. Pero no quiero o pretendo dar lecciones sobre lo que los demás deben hacer. Además, no puedo. Tan solo voy a explicar los motivos por los que, bajo mi punto de vista, no puede haber una relación sincera entre ellos y nosotros.


En primer lugar, no descubriré la piedra filosofal si afirmo que un altísimo porcentaje reporteril tiene de independencia informativa lo que proporcionalmente tenemos los políticos de libertad de voto. Es decir, muy poca cosa. Al menos, en sus medios habituales de trabajo, ya que Internet ha introducido nuevos elementos en la ecuación. Pero es notorio que, salvo casos puntuales de tipos ya consagrados, el seguimiento que pueda tener cualquier informador de sus trabajos particulares en la web es muy escaso.


Pues bien, esta circunstancia supone que sin perjuicio de la profesionalidad o capacidad del periodista con el que puedas contar para que se publiquen los datos que le has facilitado, la línea editorial y política del rotativo en el que labora se verá inalterada y, en consecuencia, es probable que te encuentres con un titular completamente contrario al sentido que pretendías otorgar a la información ofrecida. Ese es el primer paso que todo político novel avanza en su camino predeterminado hacia la desconfianza en los medios y sus agentes.


En segundo lugar. Creo haber descubierto por qué la expresión "off the record" ("extraoficialmente", en román paladino) alberga un significado distinto para los plumillas. Y es que parece ser que un defecto auditivo genético marcado a fuego en su ADN y distinto concepto del idioma de los Beatles, hace que la mayor parte de ellos entienda "of the record" ("de la anotación/registro/grabación"). Por ello, uno comprueba sorprendido como se cita en muchas ocasiones con nombres, apellidos y el DNI si es necesario, a la inocente fuente generadora de rumores. Para ser justo, debo decir que eso sucede especialmente cuando el periodista publica la información que prometió no dar, el político informador la niega indignado y el primero ante la disyuntiva opta por desenmascarar por completo al chivato.


Y es que resulta paradójico que algunos de quienes más suelen poner el grito en el cielo sobre la falta de cumplimiento de la palabra dada de otros tantos políticos, no sean tan celosos en la autoexigencia cuando de ellos se trata.


Otro aspecto que debo citar es la enorme diferencia de criterios, la mayor parte de las veces, entre lo que tú consideras que es noticiable y lo que ellos piensan que debe serlo. Naturalmente, no puedes decirle a un profesional qué es lo que debe escribir cuando se trate de cuestiones que él mismo te formula a petición propia. Pero cuando uno convoca a los medios a una rueda de prensa con el objeto de informar...qué sé yo, sobre las políticas sociales de tu Gobierno, y comprueba que la información publicada en medios audiovisuales y escritos se basa en los aspectos más polémicos de preguntas posteriores y que nada tienen que ver con la materia de la convocatoria, se pregunta hasta qué punto se puede llegar a transmitir la información sobre tu gestión salvo que sea pagando.


Y es que otro de los grandes problemas del binomio prensa/políticos, es la enorme contradicción que supone querer dar información pública en medios de comunicación de capital privado. Intereses absolutamente contrapuestos, salvo cuando se trata de cobrar la publicidad institucional a cambio de titulares amables para con tu trabajo. Naturalmente que existen las agencias de información de las que cada vez más se nutren para noticias asépticas. Pero la verdadera chicha, el meollo de la cuestión, se halla siempre en la información generada por sus propios corresponsales.


Es probable que parte de todo ello se deba a que dentro de todo periodista existe un político frustrado. Solo así es comprensible que, junto con nosotros, sean quienes más se interesan por la política y, en conversaciones privadas, no duden en darte su opinión particular sobre cómo deben hacerse las cosas y cuáles son los errores que has cometido. Muchos de ellos, la mayor parte, suelen estar bien informados sobre los aspectos que se tratan en la materia. Pero cuando se equivocan, que también sucede, las víctimas somos objeto de una indefensión descomunal que pocas veces se ve reparada de manera proporcional al daño  que pueden llegar a causar.


Resulta sorprendente después escucharles quejas sobre lo comedidos y cautos que nos mostramos nosotros, "lo mucho que os ceñís al guión escrito", "lo poco que os salís del discurso oficial". Quizá si comprendieran que es que estamos acojonados ante lo que tememos ver publicado si les damos un poco la mano; si supieran la cantidad de explicaciones que debemos dar ante nuestros propios compañeros por algo que no hemos dicho o que no habíamos dicho de esa manera; si sus palabras fueran escrutadas con la minuciosidad con la que, en ocasiones lo son las nuestras. Quizá así se consumara la suerte de simbiosis fallida que es nuestra relación.


Para finalizar este texto que espero no me haya quedado excesivamente sincero, y como guiño a los muchos amigos que tengo en el otro bando cuando nos quitamos los atuendos, pongo un chiste malo que he encontrado en una búsqueda fugaz en Google. Espero que os horrorice tanto como a mí.

 ¿Qué le dijo un periodista a un diputado? - ¿Cree en la pena de muerte? - Sólo si no es muy severa.

domingo, 13 de febrero de 2011

EN ESTE AMISTOSO MUNDO...

Sé que en el anterior escrito comenté que el próximo trataría sobre la parte empresarial de todo el meollo de la "Ley Sinde". Pero, ¿De qué sirve un blog si no es para incumplir tus propios propósitos y escribir sobre lo que realmente te venga en gana? Por supuesto, daré mi opinión sobre ese asunto en este espacio, pero no hoy. Estos días mis preocupaciones están relacionadas con la situación que se vive en Egipto, Túnez y otros países musulmanes. Y no me refiero exactamente a los disturbios y enfrentamientos de sus gentes. Tampoco a dónde les conducirá todo esto. Claro que me interesa y me causa inquietud, pero no. Mis reflexiones se centran en la responsabilidad que tenemos los países occidentales en todo este asunto. Y no son pocas.



Ahora que Wikileaks ha puesto en solfa los entresijos de las relaciones internacionales y, especialmente, de los tejemanejes de EEUU, a nadie le sorprenderá comprobar que la hipocresía de algunas de las naciones llamadas democráticas alcanza cotas difíciles de tolerar en este ámbito. Tal y como hemos podido observar hace unas semanas, sujetos como Ben Ali, expresidente de Túnez,  han gozado de la simpatía y amistad de presidentes europeos que no dudaban en posar sonrientes con él ante las cámaras. ¿Acaso había cambiado en algo la política del tunecino y sus formas antidemocráticas para que sufriera el rechazo actual de sus homólogos occidentales? En absoluto. Tan solo que ahora que sus ciudadanos han explotado reclamando lo que antes únicamente se atrevían a sugerir entre risas Sarkozy y compañía, han hecho acopio de valor o, mejor dicho, de cinismo, para recomendarle que se retire del poder. Eso sí, sin reclamarle que responda por sus corruptelas y atentados contra los derechos humanos, cometidos durante su etapa gubernamental. Ahora se encuentra cómodamente instalado en Arabia Saudí, esa gran nación democrática que ya ha dado asilo político en el pasado a ilustres exgobernantes como el General Idi Amin, entre otros. 




Los occidentales decimos que apoyamos a dictadores que no toleraríamos ni un solo segundo en cualquiera de nuestra provincias porque nos ayudan a luchar contra el terrorismo islamista. Eso es cierto a medias en el mejor de los casos, cuando no rotundamente falso. Porque los ciudadanos de los países que tienen que soportarlos diariamente, acaban sublevándose exacerbados contra sus abusos y es en esas condiciones cuando los extremistas islámicos encuentran el caldo de cultivo necesario para sus propósitos. Espero equivocarme, pero ante los optimistas medios que ven una "revolución democrática" en los sucesos de estos días, yo veo a seres humanos desesperados por el hambre, la injusticia, la pobreza y la falta de oportunidades que quieren una solución inmediata a sus problemas. Tengo la sensación de que nos encontramos más cerca de una evolución similar a la de Irán en 1979 que no ante el advenimiento de la democracia tal y como la conocemos. Especialmente porque, en el caso de Egipto y Túnez, hablamos de una población con una educación deficitaria y con total ausencia de referentes democráticos propios, otros ingredientes necesarios para la receta extremista que comentaba.


Naturalmente, no es que los estados occidentales no puedan ayudar en estos momentos a aquellos que anhelan una sociedad más justa y libre, pero el único camino correcto solo es el de pensar en lo que más les conviene a sus habitantes y no a nosotros en materia energética, económica o estratégica. Pero es que, además, lo mejor para ellos acabará siéndolo también para nosotros. Así, apostar por una educación y alfabetización en esos países supone sembrar las semillas necesarias para que germine su prosperidad y desarrollo, algo que es sin duda mucho más solidario y humano para con sus ciudadanos que no apoyar a dictadores que no merecen gobernar pueblo alguno. Y no será porque a los estados occidentales no les guste invertir en naciones subdesarrolladas. Pero, curiosamente, los dividendos de esas inversiones siempre acaban siendo rentables para el inversor y, muy raras veces, lo son para el invertido.



Decía Obama el otro día que los acontecimientos de estos días cambiarán el mundo tal y como lo conocemos. Estoy completamente de acuerdo. La pregunta es si EEUU seguirá comportándose igual que con Hosni Mubarak o Ben Ali con la familia real saudí, con Mohamed VI o cualquier otro reyezuelo. O si por el contrario, dictará contra ellos embargos y sanciones económicas como hace con Fidel Castro o Kim Jong Il. Si invadirá sus respectivos países para "establecer la democracia", como hizo con Irak una vez descubierto que no había armas de destrucción masiva y que la relación de Saddam con Al Qaeda era como la de un ateo con Dios.


En cuanto a Europa, poco se puede decir de un supraestado que permite la existencia de paraísos fiscales en su propio territorio como Luxemburgo, o limítrofes con sus "fronteras" como Suiza. ¿Que a cuento de qué viene esto? Me ha sorprendido lo diligentes que han sido los banqueros suizos al congelar las cuentas de Mubarak para "devolver el dinero al pueblo egipcio". Quizá si se hubieran dedicado a denunciar al dictador cuando transfería ese dinero habrían ahorrado años de sufrimiento a los egipcios. Imagino que los más de 30.000 millones de € que se estima que puede tener amasados les habrán rendido sus buenos beneficios en intereses bursátiles y operaciones de capital. El día que Suiza y demás bancos sin escrúpulos con forma de Estado, dejen de ser cómplices y cooperadores necesarios de tantos delincuentes, habremos dado un paso de gigante en transparencia y democracia. 


Mientras tanto, nos dedicaremos a sentarnos ante nuestros televisores a contemplar sorprendidos los cambios de un mundo que nosotros hemos creado, pero que no sabemos qué hacer con él.