martes, 18 de junio de 2013

DE CANDIDAT@S Y CÁNDID@S...

La sucesión en la Secretaría General o las candidaturas en el PSOE es un tema que fascina a propios y extraños. No solamente la militancia recurre a él con insistencia, sino que resulta extremadamente útil para rellenar columnas y páginas de los medios de comunicación de la más diversa condición. 

La cuestión no es para menos, tratándose del partido político más antiguo de España y que más años ha gobernado en etapas democráticas. Además, en la política, siempre han resultado más sugerentes y atractivas las disputas, las confrontaciones belicosas y las especulaciones que las realidades contrastadas. 


Sin embargo, es especialmente interesante presenciar todo el circo mediático que se genera con el asunto desde la arena o entre bastidores, que no desde las gradas del público. Así, uno puede comprobar cuan acertadas o erróneas son algunas de las apreciaciones o creencias sobre determinad@s candidat@s, propiciadas por los más diversos motivos: amistades personales de los que firman el texto sobre la persona en cuestión; reflexiones acertadas fruto del conocimiento real de la situación; ensoñaciones y flores de un día al calor de los acontecimientos más recientes; promociones teledirigidas corporativamente con intereses espurios...y así hasta mencionar un sinfín más. 


Naturalmente, soy consciente de la subjetividad que emanan estas líneas y que yo tampoco me hallo en posesión de la verdad absoluta. Tanto como que sin la obviedad que menciono resulta absurdo también escribir tu propio blog. Pero es evidente que el hecho de conocer en persona  a prácticamente todos los nombres que se citan en tertulias, columnas, redes sociales y demás, añade ese plus de interés que mencionaba en el párrafo anterior y que ha motivado que escriba este nuevo apunte en pocos días desde el último, tras un periodo de cierta pasividad. 



Ahora mismo, al parecer, se trata de dar con el "perfil" adecuado. Y así, tod@s pontificamos sobre si éste o aquella tienen o no el "perfil adecuado" para ostentar las responsabilidades más altas. Es redundante enumerar aquí las condiciones que debería requerir el citado perfil puesto que son de sobras conocidas, al margen de variadas en función de la fuente que se consulte. Pero sí quiero poner de manifiesto mi escepticismo sobre lo que parecen algunos dogmas asentados entre muchos, en función de lo que he escuchado o leído.


En primer lugar, las encuestas de valoración personal constituyen el paradigma de la futilidad. Se supone que aquellos políticos mejor valorados por los ciudadanos, pueden ser "buenos candidatos", porque reúnen los requisitos que la masa social considera más oportunos. En el año 2010, Alfredo Pérez Rubalcaba no solamente era el político mejor valorado por los ciudadanos, sino que los propios socialistas aprobábamos su ascenso a la vicepresidencia del Gobierno con un 93% de respaldo. 

Un año después, en noviembre de 2011, seguía siendo la misma persona que en 2010. Pero su valoración había caído por los suelos junto con la del PSOE. En consecuencia, los ciudadanos no valoran en realidad, ni antes ni ahora, su capacidad intelectual, el trabajo llevado a cabo en las áreas de responsabilidad que ha tenido en su carrera o su experiencia, las cuales son, sin duda, muy a tener en cuenta si se trata de calibrar a un candidato, en mi opinión.

Al parecer lo que importa, lo que realmente se valora es "el momento". Y ahora, muchos dicen que este perfil ya no es válido porque lleva muchos años en la política y ha formado parte de la toma de decisiones que nos ha llevado a la actual situación. 


Luego, parece ser que el/la candidat@ idóne@ debería ser alguien "nuevo", que no haya tenido responsabilidades de gobierno y que sea capaz de "conectar" con la gente.


Eso conduce al segundo lugar. Son tantas las veces que cuando alguien ha preguntado mi opinión sobre compañer@s del partido en "ascenso" he respondido: "deberías conocerlo/la personalmente". En sentido positivo y negativo. Porque, en muchas ocasiones, quienes ofrecen una imagen de frialdad o seriedad ocultan otras virtudes como su inteligencia o su profundidad discursiva. Por eso resulta complicado juzgar y valorar a las personas por imágenes vertidas en los medios y las RRSS. Son tan sólo ventanas que permiten ver una parte de la casa, pero no su interior completo. Y quienes conocemos a esas personas muchas veces nos lamentamos de que los medios no se hayan fijado con más atención en los mismos, porque quizás nos estaremos perdiendo a estupend@s futur@s gobernantes que no tienen la fotogenia suficiente o un apoyo orgánico/mediático detrás que los promocione.



Del mismo modo que también existen perfiles que parecen encandilar a las bases y los medios, pero que generan mucho menos entusiasmo cuando preguntas a otras personas que, al igual que tú, los han conocido de manera personal. Así pues, te preguntas si puede llegar a presidir el país o el partido esa persona absolutamente incapaz de mostrar la más mínima empatía con una parte importante de los compañer@s que le rodean, pero que sin embargo aparece ante las cámaras y los micrófonos con una actitud completamente distinta a la que muestra cuando se trata de escuchar, ayudar o relacionarse con las personas de su entorno cotidiano. 

Los dos casos que cito serían aplicables, según mi opinión y la de much@s otr@s compañer@s, en uno y otro sentido a personas que ahora mismo comparten responsabilidades en el ejercicio de la política.

Hace tiempo que dejé de creer en los liderazgos mesiánicos y en los candidatos infalibles. Creo que cualquiera que lleve el tiempo suficiente en el ejercicio de la política, llega a la misma conclusión. Pero sí he podido observar que quienes hoy nos pueden encandilar mañana serán ignorados y a la inversa.

Cuando llegué al Congreso de los Diputados, fueron muchos quienes me dijeron que el propio Zapatero había sido un diputado respetado pero discreto hasta unos meses antes de su candidatura a la Secretaría General del partido. Después su liderazgo fue indiscutido durante mucho tiempo. Del mismo modo, alguien que no pareció gozar de la simpatía de las bases en su día como Joaquín Almunia, se me aseguró que era una mente privilegiada y una de las personas más capaces que habían pasado por el hemiciclo. En consecuencia, mi visión no coincidía en absoluto con la de aquellos que sí los habían podido conocer de una forma más cercana y fue lo que hizo que mis alarmas saltaran de inmediato.


Precisamente por ese motivo, cuando leo y escucho los nombres que se citan sonrío en algunas ocasiones pensando la distorsión que genera la distancia sobre la imagen de una persona, para bien y para mal. Y pienso también en cuánt@s desconocid@s para la mayor parte de los ciudadanos serían magnífic@s candidat@s; y en algunos, menos, siendo bastante más conocidos por los ciudadanos mediáticamente, son en realidad, completamente desconocidos de manera real por ellos y me hacen pensar en la candidez y la buena fe que muchas veces todos irradiamos cuando hablamos con fervor de ese político, esa deportista, ese cantante o esa presentadora sobre la que tan poco sabemos y tanto creemos saber. 


En consecuencia, la elección de una persona para dirigir un partido o un país es algo complicado, que merece la pena reflexionar de manera concienzuda y haciendo un ejercicio de investigación sobre la trayectoria y otros aspectos menos relacionados con la política del candidato o candidata en concreto. Hoy en día la tecnología permite conocer las intervenciones de casi tod@s l@s polític@s de manera extensa, así como sus perfiles en las RRSS ofrecen datos que, aunque siempre insuficientes, aportan más información sobre el nombre en cuestión.

Con un poco de esfuerzo y sin conformarnos con el mínimo que supone aceptar la imagen que desde los medios y los aparatos de los partidos se genera, puede obtenerse mucho más de lo que pensamos. 

Corren nuevos tiempos. Debe haber políticos renovados, cierto. Pero también electores renovados. 





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