sábado, 11 de octubre de 2014

TODOS SEREMOS CÍNICOS

"Cinismo: tendencia a no creer en la sinceridad o bondad humana, ni en sus motivaciones ni en sus acciones, así como una tendencia a expresar esta actitud mediante la ironía, el sarcasmo y la burla."

Wikipedia.


Aunque la definición que figura en el encabezamiento es la acepción "moderna" del término, siempre me han gustado las anécdotas relacionadas con los cínicos de la corriente filosófica iniciada por Antístenes y que tiene a uno de sus máximos exponentes en la figura de Diógenes de Sinope


Las historias que se cuentan sobre su proverbial actitud son muchas. Como cuando Alejandro Magno le reconoció su grandeza y le dijo "¿Puedo hacer algo por ti?" a lo que Diógenes contestó: "Sí, apártate porque me tapas el sol." Otra menos conocida pero igualmente extraordinaria es esta: "En una ocasión, cierto hombre adinerado le convidó a un banquete en su lujosa mansión, haciendo especial hincapié en el hecho de que allí estaba prohibido escupir. Diógenes hizo unas cuantas gárgaras para aclararse la garganta y le escupió directamente a la cara, alegando que no había encontrado otro lugar más sucio donde desahogarse."






Hace unas semanas hablaba con un compañero en el Congreso de los Diputados sobre la actual situación del partido. Él, con una edad provecta y, por ello, muchísima experiencia vital y política a sus espaldas, me decía que le agradaba verme ilusionado con la nueva etapa del partido. "A mi edad, ya no creo en nadie ni en nada, pero cuando tenía la tuya me sentía igual." Fue al comentarle que se había convertido en un cínico, al igual que muchos otros que conozco en su situación, cuando me dijo la frase que me ha inspirado para escribir este texto: "Efectivamente, lo soy. Pero tú todavía tienes que ganarte el derecho a serlo. Aún te queda mucho."

Ambos reímos por el hallazgo en ese momento, pero después tuve tiempo de reflexionar al respecto. La decepción es algo con lo que convivimos a diario. Comenzamos por decepcionarnos con las personas que nos rodean, pasando después a hacerlo con el mundo en que vivimos y, en última instancia, acabamos decepcionándonos a nosotros mismos. Sin perjuicio de aquellos a quienes nosotros también desencantamos, por supuesto.

Cuando muchas personas afirman estar desengañadas con la política, yerran el tiro de sus acusaciones. La política es, como cualquier otra palabra, un concepto al que los seres humanos dotamos de contenido. Por eso, la política puede ser maravillosa, zafia, aburrida, interesante, emocionante o vomitiva. Porque así es como somos. 

Siempre me ha gustado pensar que la política es como la herramienta que, usada adecuadamente, nos permite conseguir las más altas aspiraciones y mejorar nuestras vidas y las de los demás. Pero claro, eso dependerá de quién o quiénes tengan la capacidad de utilizarla y de las condiciones en las que lo hagan.

Asimismo, pensé si en mi trayectoria política había sufrido muchas decepciones o no. Lo cierto es que unas cuantas sí las he padecido. Alguna de ellas incluso muy reciente. Entonces aprecié aún más las palabras de mi compañero. Tenemos que sentir a título personal esos desencantos y esos sufrimientos para llegar a dejar de creer en las personas que se dedican a esto. De nada o poco sirve que te expliquen los demás sus experiencias porque siempre crees que a ti no te va a pasar. O te niegas a pensar que alguien al que respetas, pueda ser así Hasta que compruebas que las advertencias que te habían hecho otros sobre tal o cual persona, son ciertas. 

Entonces lo ves todo de manera distinta. Lo que antes creías que era aprecio, descubres que es interés. Lo que pensabas que era convicción, es solo fachada. Lo que sentías como algo pleno, deja lugar al vacío. 

Porque hay una lógica aplastante en la siguiente reflexión: ¿Cómo va a ser capaz de cumplir sus compromisos ciudadanos una persona que no ha sido capaz de cumplir los personales que había contraído conmigo sin mediar explicación del porqué? Y es a partir de ese momento cuando eres incapaz de volver a creer en esa persona. Y por desgracia, eso sucede en ocasiones en la política.

Pero sin embargo, creo que todavía no me he ganado el derecho a definirme como un cínico. Así lo considero porque sigue habiendo muchísimas otras que todavía demuestran cada día en el ejercicio de la política, que son lo que afirman ser. Que lo que ves, es lo que hay. Naturalmente, no solo porque así lo pienses tú, sino porque otros confirman con sus experiencias que así es. 



Esas personas, conciben la lealtad como la capacidad de poder estar en desacuerdo contigo y decírtelo directamente sin intermediarios ni indirectas, pero con respeto. No como una fidelidad ciega y absoluta que no acepta contravención alguna. 

También entienden que el compromiso personal es el instrumento más poderoso y, al mismo tiempo, frágil del que se dispone en la política. Poderoso, porque constituye el núcleo en el que se asienta nuestra fortaleza para llevar a cabo nuestra convicciones. Frágil, porque una vez roto, se hace añicos y no puede volver a recomponerse. 

Esas personas, decía, también saben que, en ocasiones, las circunstancias ajenas impiden el cumplimiento de la palabra dada, pero que cuando las cosas se explican desde la sinceridad y el respeto permiten a los demás comprenderlas e, incluso a veces, aceptarlas. 

Sigo viendo a muchos compañeros que se comportan de esa manera. Y yo, con todos mis enormes defectos y limitaciones, aún trato en la medida de mi limitada condición humana de corresponder del mismo modo. Por eso todavía no me considero un cínico. Porque para serlo tendría que dejar de creer en muchas personas que siguen demostrando con su ejemplo que todavía podemos hacer las cosas bien.

Cuando pasen 30 años, si este texto sigue estando a mi alcance y puedo recordarlo, volveré a tratar esta cuestión. Entonces podré afirmar si me he convertido en un cínico o, por el contrario, sigo creyendo en las personas. También quizás aprovecharé para contar detalladamente a qué circunstancias recientes me refiero y a quiénes, concretamente. Entonces, seguro que todavía es más divertido leer estas líneas para poder situarlas en su contexto. 

1 comentario:

  1. Hay gente que se gana el respeto y luego lo pierden. Pero, ¿de quién? Nunca podemos gustar a todos, así son las cosas. Y creo que lo fundamental es gustarse a sí mismo/a.

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