viernes, 28 de octubre de 2011

SIN TRABAJO, NO HAY RECOMPENSA

Siempre recordaré el día en que me afilié al Partido Socialista Obrero Español. Era el mes de mayo de 1995 y la sede en la que firmé el documento se encontraba en la Plaça de la Pescateria, al lado de la calle Colom. Es curioso. La paloma siempre ha sido símbolo de esperanza. Después visité durante mucho tiempo la sede que estaba en calle Pureza. Ahora la actual se ubica en la calle Miracle. Esperanza, pureza, milagro.


Eso es lo que necesitábamos en aquél entonces. Poco menos que un milagro. Los diarios amanecían cada día con noticias relacionadas con los GAL, Roldán, fondos reservados y el desgaste de 13 años de gobierno de un Felipe González acosado por los escándalos y una situación económica difícil. La victoria de José María Aznar en los comicios del año siguiente se daba por segura en casi todas las encuestas.


La historia es bien conocida por todos. Finalmente el Partido Popular ganó aquellas elecciones por tan solo 300.000 votos de diferencia. A pesar de la dificilísima situación que los socialistas afrontábamos, fuimos capaces de no resignarnos ante quienes nos daban por muertos y presentamos batalla. Y la dimos. Casi, incluso, la ganamos.  Muchos dirán, “Era Felipe”. Y yo digo, sí, era Felipe, pero también era el PSOE.




Nada es más ilustrativo que remontarse a la historia de estas siglas centenarias, para comprobar que la trayectoria del socialismo español está plagada de lucha, sacrificio, trabajo y momentos complicados. Nunca nadie nos ha regalado nada. Desde la fundación del partido el 2 de mayo de 1879, hasta la toma de posesión de Pablo Iglesias de su escaño en 1910 (el único). Desde la primera manifestación reclamando una jornada laboral de 8 horas el 1 de mayo de 1890, hasta la larga travesía en la clandestinidad y el exilio durante el franquismo.


Los motivos de la pervivencia de nuestras ideas a lo largo de todo este tiempo son varios, pero entre ellos está sin duda la universalidad de su mensaje. No son necesarias condiciones geográficas, sociales, económicas o culturales de ningún tipo para defender la democracia y la igualdad de oportunidades. El objetivo que perseguimos se sitúa por encima de las diferencias, pues pretende salvar los obstáculos que éstas generan.


Y ahora nos encontramos en un mundo en el que esas diferencias se están agrandando de nuevo de un modo intolerable. Nos enfrentamos a la pervivencia del interés general y colectivo por encima de los intereses individuales. En el individualismo no hay más doctrina válida que la ley del más fuerte. No conduce a ningún otro lugar: si no garantizas las condiciones para que todos puedan participar de igual modo o, al menos, tengan la oportunidad de participar, ganan siempre los mismos.


Nuestros adversarios conocen muy bien de nuestra capacidad cuando nos movilizamos. Y temen esa capacidad. Intentan que no haya debate ideológico. Que no se conozcan sus ideas. Porque saben que la mayor parte de los ciudadanos no aceptan sus ideas. Quieren ganar unas elecciones democráticas, sin participar lo más mínimo.


Por eso, ante este reto histórico, los socialistas no podemos renunciar a batallar por nuestras ideas que son hoy más necesarias que nunca. Se lo debemos a muchas personas que han luchado en el pasado; se lo debemos a todos aquellos que podamos haber decepcionado; a quienes buscan un motivo para confiar en nosotros; a nosotros mismos.


Este párrafo final es un mensaje para el Partido Popular: estamos aquí. Queremos ganar estas elecciones. Vamos a continuar trabajando para que así sea. Nadie va a poder reprocharnos, el no haberlo intentado si finalmente no es así.



No hay comentarios:

Publicar un comentario