viernes, 14 de septiembre de 2018

ADIÓS A LAS AULAS

Como si de un serial por entregas se tratara, estos días asistimos al goteo de noticias que varios medios de comunicación publican en relación con la tesis doctoral del Presidente del Gobierno, Pedro Sánchez

No creo que sea necesario a estas alturas recordar que el actual furor revisionista de títulos académicos se inició con el "Caso Cifuentes", cuya tramitación ha deparado después la posible investigación por el Tribunal Supremo de Pablo Casado y la dimisión de la ex ministra de Sanidad, Carmen Montón, ambos por hechos con algunas similitudes y ciertas diferencias.

Que los medios ABC y OKDiario hayan sido ya condenados en anteriores ocasiones por sus prácticas periodísticas, no es motivo suficiente para desechar, a priori, la posibilidad de que se hubiera podido cometer alguna irregularidad en la tramitación del título académico del máximo dirigente del país. 

Sin embargo, a medida que la "información" que estos dos rotativos se iba poniendo en cuestión por otros grupos de telecomunicación, la acusación hacia Sánchez mutaba para finalizar, en el momento en que se escriben estas líneas, en un intento de desprestigio intelectual contra el tribunal que lo había evaluado y el propio contenido de la tesis en sí. 

Recuerda este episodio, aunque de menor importancia, a las guerras mediáticas que originó el juicio del 11-M, cuyo punto álgido fue la batalla librada por el "caso del informe del ácido bórico". Ya en aquel entonces se pudo comprobar que la "información" tiene ideología y que poco importaba presentar especulaciones o valoraciones como hechos contrastados, si servía como combustible con el que seguir manteniendo la maquinaria de combate en marcha. 

El tiempo y los tribunales pusieron las cosas en su sitio en aquel entonces demostrando que no había habido participación alguna de ETA en aquel atentado. Pero, como en cualquier otra guerra, hubo víctimas colaterales que pagaron facturas. 

Una de ellas fue la ya de por sí erosionada credibilidad de los políticos, todavía muy lejos en 2006 del momento que vivimos actualmente. Otra afectada por aquellos manejos fue la Administración de Justicia, cuando se puso en duda la instrucción del sumario a cargo del juez Del Olmo, entre muchas otras cosas. Y, por supuesto, la ética periodística, que dejó momentos tan sonrojantes como las entrevistas del diario El Mundo pagadas al delincuente Emilio Suárez Trashorras para que implicara al Gobierno del PSOE en una supuesta trama de ocultación. 

Ahora, sin embargo, no solamente está en juego hacerse con el control del tablero político, sino que la credibilidad del sistema educativo universitario se está viendo resquebrajada por la deriva que están tomando los acontecimientos. 

Con ello no me refiero a las investigaciones en torno al método de otorgamiento de títulos del Instituto de Derecho Público de la Universidad Rey Juan Carlos, que podrían acreditar la comisión de ilícitos penales en el caso de Cifuentes y Casado. Sino que me preocupan particularmente las opiniones reflejadas en diversos foros sobre la escasa preparación de los miembros del tribunal que aprobó la tesis de Pedro Sánchez, la supuesta ligereza con la que se otorgó la calificación de Cum Laude o la falta de control del contenido original de los trabajos a cargo de los propios centros. 

Naturalmente, se puede valorar cualquier cuestión sometida a la opinión pública e incluso hacerlo con dureza. Forma parte del escenario político al que, como es sabido, se viene a actuar habiendo "llorado en casa". 

Pero cuando se trata de apreciaciones que ponen en entredicho métodos y estructuras del sistema universitario, entiendo que se debe ser cauto, mucho. Sean centro públicos o privados, como en este caso. 

Porque nadie excepto los presentes aquel día puede apreciar cómo defendió su tesis Pedro Sánchez ante el tribunal y se sometió a las cuestiones que le planteaban. Fase esta, la defensa ante el tribunal, que supone un porcentaje muy importante de la calificación que después se concede al deponente. 

Del mismo modo que cuestionar la preparación de los componentes del tribunal supone, a su vez, cuestionar sus titulaciones y, en consecuencia, volver a poner sobre el tapete el método y centros donde estos fueron examinados y obtuvieron sus méritos académicos. 

Por último, la discusión sobre lo que debe ser considerado plagio o no llevada hasta el extremo al que algunas voces la están elevando, conllevaría la revisión de cientos, miles de titulaciones, con los mismos criterios aplicados que a este supuesto. Algo impensable por los impedimentos logísticos y humanos que eso supondría. 

Debe ser la doctrina académica y jurisprudencial la que determine lo que debe ser considerado plagio a diferencia de lo que no con la ayuda de la tecnología existente, pero no desde luego los púlpitos mediáticos y virtuales a los que poco parece importarles el descrédito que se está infligiendo a la universidad española, si con ello se cobran una pieza de caza mayor como el presidente. 

Mientras tanto, no son pocos los estudiantes y titulados que se preguntan si el día de mañana deberán mostrar sus calificaciones universitarias y sus logros en sus currículums o, por el contrario, cuanto más sencillos y escasos estos, mejor. El mundo al revés. 

6 comentarios:

  1. Pues sí, a mí me han llegado a decir que por tener más formación no me cogen,en otras que me faltan, mientras a mucha gente le regalan trabajos y puestos fijos.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Y no pienso dejar de formarme, especialmente en lo que me gusta

      Eliminar
  2. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

    ResponderEliminar
  3. Ya elegí mi marido, ahora ya si tengo mi Christian Grey futuro marido fichado.
    Cambiando de tema, ya puedes ir enviando revisiones de empresas, demasiado cachondeo, amiguismo, impersonalidad y superficialidad en el trabajo no molan. Ni garrotadas ni sobrexigencias.

    ResponderEliminar