Los anhelos de independencia de
cualquier persona manifestados desde el respeto, la tolerancia y en el marco de
una sociedad democrática, son tan legítimos como otros cualquiera. Sé que es una
obviedad, aunque era necesario decirla.
Pero, en mi opinión, existe una
incoherencia entre un discurso independentista y las demandas de las
formaciones que dicen situarse en el lado izquierdo del tablero político. Porque
hay elementos de uno y otro concepto que se repelen mutuamente.
Comprendo que un partido conservador
como el PDECat acoja sin problemas argumentaciones de carácter soberanista. Dentro de
su concepción elitista de la sociedad, no hay problema alguno en traspasar esa
visión a un escenario en el que los catalanes merecen separarse del resto de España,
porque son “mejores” (la España
“subsidiada” vs la Cataluña
“productiva” según sus propias palabras).
Incluso la idea de que hay dos tipos
de catalanes, los que son “auténticos” (independentistas o soberanistas) y los
que no lo son (el resto), encaja como un guante en esa dialéctica. Como resume
el famoso tuit de, en aquel entonces CIU, animando “a los de casa” a ir juntos (10 de enero de 2015).
Todo ello es lógico en una formación
de estas características que también extrapola estos pensamientos al área
económica y social.
Pero resulta incomprensible que
formaciones políticas que dicen ser de izquierdas, sean capaces de enarbolar un
discurso que ampare reivindicaciones independentistas. Por varios motivos,
además.
El primero de ellos es que la defensa
de los derechos que pretenden como partidos de izquierdas no es una defensa
únicamente válida para un territorio en concreto, sino que esos valores y
derechos tienen un carácter universal. Porque las reivindicaciones laborales,
sociales, sanitarias o educativas no entienden de países o fronteras, sino
únicamente de personas.
Es decir, que para la izquierda la
“patria”, “nación”, “país” o “Estado”, no son necesariamente fronteras
terrestres, marítimas o aéreas. No son trapos de colores o grandes empresas y
negocios. Son los menores, los trabajadores y empresarios sin recursos
suficientes, los soldados y personas sin empleo, las personas dependientes. Y
sus derechos y reivindicaciones son las de todos nosotros. Porque la pretensión que persigue de una mayor justicia social e igualdad es universal.
El segundo motivo es que en toda ideología que consista en glorificar unas características propias
diferenciadoras de una determinada región por encima del resto, subyace el
estrato de un discurso elitista (como el del PDECat). Y lo cierto es que, de
momento, aunque Cataluña sigue formando parte de España, en el mensaje
soberanista muchas veces se contraponen las bondades de los catalanes respecto
a las de “los demás”. Incluso en el ámbito de la corrupción se ha utilizado este
recurso por parte de la izquierda independentista catalana, puesto que aceptan
gobernar con un partido que ha tenido que cambiar su nombre por sus problemas
de corrupción (¿los corruptos catalanes son menos corruptos?).
Un discurso que va absolutamente en
contra de otras reivindicaciones clásicas de la izquierda, empezando por el
concepto de solidaridad entre regiones, el cual desvirtúan cada vez que
justifican la separación del resto del país por motivos económicos. Igualmente sucede con la igualdad de oportunidades, por pensar que los catalanes merecen un destino
mejor que el resto de ciudadanos que han tenido una historia común con ellos.
Y ahí están ERC, la CUP y otras formaciones menos
numerosas, tratando de justificar lo imposible. Exponiendo su propuesta
independentista y disfrazándola con la dicotomía de una pobre Cataluña
supuestamente aplastada por una España abusona, llevando el maniqueísmo a
extremos increíbles. Ya ni siquiera se esfuerzan en aparentar una dialéctica de
izquierda/derecha, pues hace tiempo que el eje es España/Cataluña y lo saben
perfectamente.
Y todo a los pies de un PDECat líder
del proceso. Amparándolo, permitiendo la subsistencia de un político como Mas
hasta hace poco o ahora Puigdemont, cuyo partido ha recortado derechos sociales
y sanitarios en Cataluña ante las narices sin olfato de los soberanistas supuestamente progresistas.
Anteponiendo, en definitiva, la
necesidad de separarse del resto con el
sofisma de que “solos nos irá mejor que con estos”. Sucede que muchos de
“estos” son también catalanes o españoles que desean que a Cataluña le vaya
mejor sin necesidad de rupturas y, entre ellos, muchos también de izquierdas.
Pero eso les trae sin cuidado.
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