viernes, 22 de octubre de 2010

MERKEL ÜBER ALLES!

Uno nunca deja de sorprenderse de la pérdida de la capacidad de los humanos por sorprenderse. No importan las ocasiones en las que hayamos tenido oportunidad de comprobar la afirmación anterior: siempre acabamos en el mismo punto de partida.


Es posible que en nuestra sociedad actual, donde las noticias y las declaraciones se producen a un ritmo vertiginoso, resulte difícil discernir entre lo plúmbeo y lo trascendente. Especialmente porque, en ocasiones, somos los primeros que no prestamos la más mínima atención a todo cuanto nos rodea. No es poco común reflexionar sobre un dato o una información que conocemos desde hace días, incluso semanas, captada por nuestro subconsciente, pero que nuestro cerebro no había tenido oportunidad de procesar todavía. De repente, se materializa con toda su fuerza y es cuando nos percatamos de su verdadero alcance.


En el ámbito de lo político, cuando se está completamente expuesto a todo tipo de mensajes que van desde lo más ruin que se pueda imaginar, como ha tenido a bien demostrarnos el alcalde de Valladolid recientemente, hasta verdaderos hallazgos semánticos, el suceso mencionado se produce aún con más celeridad.



La pasada semana, Angela Merkel nos deleitó con una declaración que contiene el vigor suficiente como para que pueda inscribirse en su epitafio. La presidenta germana manifestó que el modelo de sociedad multicultural ha fracasado completamente en Alemania. No es que sus palabras no hayan suscitado reacciones, ya que estas se hicieron un hueco en los medios, pero considero que, por la trascendencia de las mismas, no han sido analizadas en profundidad.





En una Europa que se encuentra en los momentos más convulsos socialmente de sus últimos 30 años, con la práctica totalidad de sus Estados recortando o reajustando el Estado de Bienestar, lo afirmado por Merkel constituye el paso siguiente del instante actual. Primero, Sarkozy  promulga una normativa contra los gitanos que apenas provoca un rechazo profundo de los antaño defensores de los derechos civiles por excelencia, los franceses. La UE, tras la reprimenda verbal del padre condescendiente con su hijo rebelde, homologa la normativa gala y renuncia a sancionar el hecho. Segundo, aunque anterior cronológicamente, Berlusconi prosigue con su particular cruzada para devolver a Italia a la época feudal y afirma que "menos inmigración significa menos crimen", axioma que los datos oficiales siempre han demostrado como falso. Tercero, la canciller alemana aporta su particular opinión de todo este asunto.



Si no fuera porque quien suscribe estas letras nunca creyó en las conspiraciones planetarias, afirmaría que todo forma parte de un plan preconcebido, quien sabe si desde las entrañas del Club Bilderberg. Lo cierto es que se están dando una serie de pasos precisos consistentes en arrinconar todas las conquistas sociales que tanto han costado y tan rápido hemos asimilado. La parte inicial consistiría en desmontar o dejar sin efecto el entramado normativo que sustenta al estado social. Después proceder a desinfectar el sistema de los elementos externos que lo saturan. El último escalón, por lógica, debería consistir en hacer lo mismo con los propios que se oponen a las reformas en curso.



Lo curioso de todo este asunto, es que al observar a la selección de Alemania en el pasado Mundial de Sudáfrica, era sorprendente comprobar el número de jugadores de origen no germano que había en sus filas. Desde polacos a un español, tunecino, ghanés, brasileño y un turco. Demasiada presencia de chavales que han llegado a lo más alto jugando al deporte más popular con diferencia. Y todo ello en un país al que se sitúa constantemente bajo la lupa por sus antecedentes en materia de discriminación racial.


Naturalmente, con ello no pretendo demostrar que las palabras de Merkel contienen una finalidad política perversa. No es necesario. Su propia afirmación se descalifica de por sí. En una nación que ha sido la piedra angular sobre la que ha girado la construcción de una unión europea (no el organismo, sino el hecho) basada en valores de integración, acogida y solidaridad, el eco de su advertencia chirría escandalosamente. Es el Caballo de Troya con el que se pretende introducir posteriormente justificaciones para una futura limitación de derechos civiles y sociales, al entenderlos innecesarios para una población que ya no estará en posición de reclamar nada.





No niego que existan disfunciones o roces en la sociedad alemana respecto a determinadas cuestiones de integración cultural. Pero como en cualquier país democrático que se denomine como tal, el modo de superarlos es mediante el diálogo, la comprensión y el consenso, no echando a los leones ávidos de carne contra los más desprotegidos.



Como traca final de su intervención, la última frase tiene su guasa para quien haya convivido con alemanes en un país distinto a Alemania: "Quien no aprenda inmediatamente alemán, no es bienvenido". Quizá habría que señalar, por otra parte, que quien lo consiga debería ser doblemente bienvenido por ser capaz de acometer tan difícil tarea.

3 comentarios:

  1. Hola, Pablo. Este post tuyo me parece sumamente interesante. Me ha hecho pensar y analizar cosas. Surge una pregunta: ¿son todos los inmigrantes que contribuyen al fenómeno de multiculturalismo? En Ucrania vive mucha gente de fuera. Generalmente son de Kazajstán, Turkmenia, Azerbaidzhán, etc. Suelen trabajar en los mercados y forman pequeños círculos mafiosos representando cierto peligro. Realmente no aportan nada a la evolución económica y cultural de Ucrania.
    No estoy de acuerdo con Merkel. Lo que tienen que cambiar es la política de inmigración, pero sería un error dejar de acoger a la gente. Voy a ponerte un ejemplo. Una amiga de mi madre fue a vivir a Alemania desde hace ocho años. Su marido es judío y ella es rusa, de una región remota de Ural. El marido no pudo asimilarse, estuvo en Ulm unos cuantos meses y después volvió a Kiev para seguir con su negocio. Ella se quedó y disfrutó de lo lindo. No hacía nada - sólo recibía la ayuda financiera de Estado y los cheques que mandaba su marido. Aprovechaba el tiempo libre para viajar y buscar líos con los hombres (está dispuesta a acostarse con cualquiera que se lo proponga, ya que los voluntarios son pocos). Así transcurrieron siete años de pereza y placeres. Al final la obligaron a trabajar en una librería. Le dijeron: o trabajas o te largas del país. Creo que es una buena ilustración de los imperfectos del sistema que alimenta a semejantes "parásitos". Por cierto, esta mujer rusa ahora es más responsable y disciplinada.
    Ucrania y Rusia perdieron a muchos intelectuales, artistas y científicos que abandonaron su Patria buscando mejores salarios y mejores condiciones de vida. La tendencia es conocida como "fuga de cerebros". En la URSS no sabían apreciar a los más destacados. Ellos tuvieron que ofrecer sus conocimientos y su experiencia a otros Estados. Lástima.

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  2. Tu pregunta es de difícil respuesta, pero yo no tendría dudas. Es la riqueza de la variedad la que contribuye a hacer del multiculturalismo un fenómeno positivo.

    El hecho de que puedan existir determinadas nacionalidades que sean supuestamente más proclives a la delincuencia, extremo que niego tajantemente, no es problema en una sociedad democrática que tiene los medios para atajar cualquier conducta antisocial de la manera correcta.

    Evidentemente, siempre habrá quien se aproveche del sistema de una manera insolidaria y egoísta, pero eso no comporta que el sistema sea malo o que deba cambiarse. Tan sólo se tienen que hacer pequeños ajustes. Nada es perfecto, pero hay modelos mejores y peores.

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  3. El caso de esa mujer rusa no es un caso aislado. Existen numerosos grupos de personas que sólo quieren recibir y no dar nada a cambio. Hay que tomar medidas para evitarlo, ¿no crees? En Canadá ocurre más o menos lo mismo. ¿Has oído hablar sobre "Russian losers"? Son hombres de Rusia, abandonados por sus esposas, que no trabajan, pasan el tiempo viendo la tele y tomando cerveza pagada por el dinero de Gobierno. Sus ex mujeres se casan con los nativos y sí que se adaptan a la vida social. Mi amiga de Toronto dice que en el barrio ruso siempre se puede encontrar a muchos "fracasados" paseando sin rumbo. Ninguna mujer que se respeta tendrá relaciones con ellos, ya que seguramente vivirán por su cuenta. Por otra parte, Toronto es un buen ejemplo de simbiosis de diversas culturas que conviven sin problemas.
    Yo tampoco creo que hay naciones especialmente proclives a la delincuencia. Me gustaría conocer a otros representantes de Turkmenia o Azerbaidzhán, pero por ahora sólo he visto a los que hacen negocios turbios en los mercados. Espero que eso cambie algún día.
    Lo cierto es que sería toda una hazaña aprender alemán rápido. Es uno de los idiomas que no me inspiran para nada.

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