jueves, 7 de octubre de 2010

MANIQUEANDO

Mucho se ha escrito hoy en día sobre el fútbol como fenómeno de masas. Del deporte en sí, y de todo lo que le circunda que no es poco. En realidad se trata, como ya muchos han apuntado, de una nueva reformulación del pan y circo de Vespasiano fundamentalmente. Por eso no pretendo profundizar en este aspecto, otros lo han hecho y atinando más de lo que yo podría.



Sin embargo, hay algo que no le es ajeno a cualquier ciudadano que siga con cierta regularidad los medios deportivos y de información general en los últimos meses: la bipolarización que se está produciendo entre los personajes de Guardiola y Mourinho. Aunque ya muy conocidos por la mayoría de nosotros, la información que se ha vertido sobre su vida, milagros y fracasos ha sido completamente abrumadora. Cansina incluso. Y en muchas ocasiones de una manera ciertamente tendenciosa. Aupando al entrenador barcelonista al Olimpo de la bondad personificada y demonizando al portugués hasta el extremo. John Carlin lo reflejaba perfectamente en su artículo para El País el pasado domingo.





En consecuencia, no pretendo esbozar un panegírico sobre las virtudes de Pep y la maldad congénita del de Setrúbal, no. Mi intención más bien es explicar los motivos por los que considero que es mucho más meritorio lo que está haciendo el primero que el segundo y, a ser posible, dejando mi piel de barcelonista irredento a buen resguardo.


Desde que tengo uso de razón, siempre he creído que el fútbol es un deporte en el que el objetivo es ganar un partido metiendo goles, cosa harto imposible si no se consiguen estos últimos. Así, los mayores ídolos que ha generado casi siempre se han caracterizado por su facilidad para conseguirlos, así como por la belleza en la ejecución de muchos de ellos. 


Al margen de los logros individuales y ahora que nos encontramos de nuevo en una etapa de exaltación de las virtudes del trabajo colectivo (ejem!), también han existido conjuntos que se han caracterizado por un funcionamiento coordinado entre todos sus miembros y por la plasticidad de su puesta en marcha sobre el terreno de juego. Otros, al contrario, han pasado a la eternidad por ofrecer un espectáculo tedioso a pesar de conseguir resultados más que satisfactorios. El tiempo parece haber tratado mejor al Madrid de Di Stéfano o el Ajax de Cruyff que al Liverpool de los 70 o al Nottingham Forest.


Que hoy en día el Barça practica un juego más vistoso que el Real Madrid es algo que no discute prácticamente nadie. Pero sí se ha suscitado controversia entre los resultados que uno y otro pueden alcanzar al finalizar la temporada, que es cuando habrá que hacer balance, dicen algunos. Y, en mi opinión, Guardiola ya ha ganado de antemano la partida.





Me explico. Si algo ha dejado claro el de Santpedor en los dos años y poco más que lleva entrenando al Barcelona es que es un hombre absolutamente fiel a un ideal, un concepto. Criado en la Masia y a las órdenes de referentes en la historia culé de la talla de Cruyff, su credo ha sido forjado a base de hacer circular el balón con fluidez, distribuirlo con criterio, siempre al pie del compañero y con dos pases por jugador como máximo, para hacerlo llegar a las redes contrarias como si de una consecuencia natural de su trayectoria se tratara. Sea cual sea la envergadura del rival al que se ha enfrentado, nunca ha variado su filosofía (más allá de cuestiones tácticas muy puntuales). Siempre se ha mantenido fiel a ésta. Y, por eso, Pep no puede perder la batalla más importante que libra cualquier ser humano: contra uno mismo.


En cuanto a Mourinho, a pesar de sus numerosas virtudes, no se le puede atribuir la misma condición que a Guardiola. Y a las hemerotecas me remito. Cuando la pasada temporada se enfrentó al Barça en la primera ronda de la Copa de Europa, ante las críticas vertidas sobre su ultra-defensivo sistema de juego en su propio campo, se excusó argumentando: "Es el Barcelona quien me ha obligado a jugar así".  Y no son pocas las ocasiones en las que el luso ha defendido el resultadismo por encima del espectáculo, la última de ellas recientemente. Es cierto que, a su manera, ésa es también una forma de ser fiel a sí mismo, puesto que siempre ha antepuesto la consecución del objetivo a la forma de obtenerlo.



Y aquí quería llegar. Cuando Guardiola ha demostrado que desarrollando el juego más bello posible se han conseguido todos los títulos existentes, ha desenmascarado completamente a los agoreros y defensores a ultranza de conseguir la victoria a cualquier precio sin importar las formas. Porque éstas sí importan. Y mucho. Constituyen la proyección física de una idea. Y cuando el resto admite su incapacidad para ejecutarla de la misma manera es cuando hay que valorar la dificultad de lo que se ha obtenido. Pocos equipos ha habido y habrá que puedan compararse al azulgrana actual, aunque será el tiempo el que dé y quite razones.


Por eso, sobre otras cuestiones, Guardiola es tratado por los medios y los ciudadanos con mayor respeto y admiración que Mourinho. Nos transmite el mensaje de que es posible conseguir los objetivos que se marquen sin renunciar al método que los enaltece. Porque las personas tenemos necesidad de creer en la existencia de fábulas que pueden llegar a convertirse en realidad. Que las cosas pueden hacerse de la mejor manera posible. Y, sin duda, este Barcelona es la fábula particular de un niño que un día soñó con jugar en este equipo; que después soñó con dirigirlo y que ahora sueña que está soñando sus sueños.

3 comentarios:

  1. Intentar dejar de lado tu barcelonismo es algo complicado, y de hecho, creo que no lo consigues del todo, aunque tu argumento es razonable.

    Pero yo, dejando mi madridismo a un lado, te digo que considero más meritoria y admirable la carrera de Mourinho que la de Guardiola.

    Mou viene de una ciudad modesta. Intentó jugar al fútbol, pero no se le dio bien este deporte. Era una persona de una familia humilde al que simplemente le gustaba el fútbol. Su profesión iba a ser la de profesor, pero al final su amor por el deporte rey le llevó a iniciar una trayectoria donde su única virtud, el trabajo, la llevó hasta sus últimas consecuencias.

    Guardiola, al contrario, nació con un don y en el lugar adecuado. Era recogepelotas del barça ya de niño. Jugó en la cantera del equipo culé. Y su capacidad futbolística le hizo estar ligado siempre como jugador a este, casi hasta su retirada. Pep ha estado siempre rodeado de los mejores jugadores, y de algunos de los mejores entrenadores del mundo. Es una persona inteligente, pero siempre ha tenido todo cuesta abajo. Hasta su origen le daba un plus de popularidad a un equipo tan sumamente politizado como el barça.

    Mourinho representa al trabajador humilde que solo con su esfuerzo incansable ha llegado a la élite. Guardiola representa al niño que tuvo suerte nada más nacer y al que siempre le han facilitado las cosas en su entorno.

    Mourinho es el entrenador del pueblo.

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  2. Joder...te había escrito una larga respuesta y se ha borrado. Mañana la escribo de nuevo.

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  3. Pienso yo, un madridista desapegado y un tanto inculto de este deporte, que tal vez la filosofía de juego que se le atribuye a Mouriño (si, Pablete, lo he rebautizado) esté condicionada por su larga etapa reciente en el calcio italiano, donde tal vez sí sea cierto que la manera de plantear el juego de los italianos le haya hecho adaptarse, con innegable éxito, a un juego más estricto y disciplinado en las lineas.
    Tal vez en el equipo de nuestros amores,y en la liga Española, vuelva a adaptar el juego del equipo y nos dé una sorpresa. Por de pronto el alegrón de ayer contra el Milán fué una buena muestra de juego agresivo, abierto, rápido y de pases cortos que no cuadra nada con la imagen de Mouriño. Tantos años con una herida nunca curada, y donde esos hijos de Satanas venían año tras año a hurgar con sal y vinagre, humillación cíclica mediante, y mira tu por donde que ha tenido que venir el "racano" de Mou a resarcirnos con espectaculo incluido.
    Ya me estas empezando a caer bien Mouriño, majete.

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